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l) Teoría de la Acumulación Flexible. Esta teoría explica que la producción masiva y en gran escala llega a sus límites como modelo dominante de industrialización, y surge la especialización flexible, basada en la manufactura de productos con especificaciones de los clientes y con una maquinaria con tecnología de múltiples propósitos y métodos de producción flexible, con trabajadores calificados. La nueva tecnología de maquinaria computarizada permitió a las firmas responder de forma más flexible a los cambios en la demanda de las especificaciones de los productos. La empresa puede dejar de organizar todo el proceso productivo dentro de su propia planta y conseguir ciertos componentes de otras firmas. La especialización se vuelve ventajosa para cada una de las firmas pequeñas. La subcontratación entre las firmas constituye la base de una especialización sectorial. Las economías internas de escala que habían sido la base de la producción a gran escala en una empresa son reemplazadas por economías externas que surgen de la división de trabajo entre muchas firmas. Por lo que se afirma que se pasó de un modo de acumulación fordista a un modelo de acumulación flexible (Helmsing, 1999).
m) La Nueva Geografía Económica. Esta perspectiva proporciona una explicación sobre la formación de una gran diversidad de formas de aglomeración (o concentración) económica en espacios geográficos. Fujita y Krugman afirman que “La aglomeración de la actividad económica tiene lugar en distintos niveles geográficos y presenta una variedad de formas distintas” (2004, p. 179). Estos autores proponen algunos elementos clave, el primero es el modelo de equilibrio general de una economía espacial, considerada en su conjunto, el segundo es el de los rendimientos crecientes que conducen a una estructura de mercado caracterizada por la competencia imperfecta, la tercera son los costos de transporte (que hacen que la localización sea importante) y por último el movimiento locacional de los factores productivos y los consumidores que constituyen elementos a considerar en el estudio de la aglomeración (Fujita y Krugman, 2004, p. 180).
Además, sostienen que la estructura geográfica de una economía es determinada por la tensión existente entre las fuerzas centrípetas (enlaces, densidad de mercados, difusión del conocimiento y otras externalidades económicas puras) que concentran la actividad económica (la aglomeración) y las fuerzas centrífugas (inmovilidad de factores, renta de tierra, desplazamientos, congestión y otras deseconomías puras) que la separan (op. cit. p. 196).
n) Geografía Socio-Económica e Industrial. En esta perspectiva teórica el espacio no es el plano homogéneo e isotrópico, sino la dimensión material de las relaciones sociales, las cuales constituyen la sustancia misma del espacio, es un campo de fuerzas en donde interactúan factores históricos y físicos, con la acción múltiple de los agentes sociales (Moncayo, 2001, p. 31, citando a Benko, Georges y Alan Lipietz, 2000, p. 13).
A continuación, en el cuadro 1.1 se presenta un resumen de las teorías económicas y de los factores que consideran determinantes para el crecimiento económico, para posteriormente profundizar en el Enfoque del Desarrollo Territorial.
Como puede apreciarse, existen distintas respuestas en torno a las causas o factores que pueden detonar un crecimiento económico, o bien en la actualidad, conseguir la competitividad de los territorios, pero lo que es un hecho es que los países más desarrollados son los que han obtenido las mayores ganancias de la economía global, en la cual se han insertado de manera competitiva y aprovechado sus ventajas competitivas no sólo de sus lugares, sino también de otros territorios, siendo así los ganadores, garantizando el éxito en los mercados globales, mientras que los países en vías de desarrollo no han logrado aprovechar las oportunidades presentadas en el juego contexto global-local para insertarse de manera ventajosa en la economía global y lograr su desarrollo.
De acuerdo con Boisier (1998), en el juego de la globalización, en el desarrollo territorial confluyen dos escenarios: el contextual y el estratégico. El primero se refiere a la apertura externa económica y a la apertura interna (política, proceso de descentralización). Respecto al escenario estratégico, el desarrollo depende de las nuevas modalidades de configuración regional (pivotales asociativas, virtuales), y el otro vinculado a la interpretación entre los bienes públicos y privados, es decir, con un modelo de gestión regional basado en criterios de gestión privados, que incluyan la flexibilidad (aumentar posibles respuestas a las demandas del entorno), la velocidad (aprovechar oportunidades para salir y entrar rápidamente de acuerdos y redes), maleabilidad (capacidad de adaptación estructural a los intersticios del entorno y a las características del medio regional ), y la imaginación creativa (condición para poder hacer más con menos). El desafío consiste en ayudar a que los territorios ocupen nichos que sean a la vez modernos, competitivos, participativos y equitativos con la finalidad de posicionarse en ese escenario global como entidades ganadoras (pp. 758-759).
Es por ello, que los territorios buscan incorporarse en una buena posición, revalorizando todos sus bienes patrimoniales e identificando aquellos recursos que les confieran ventajas competitivas y con ello lograr una buena posición en la economía global. Incorporarse de manera competitiva en el mercado global implica desarrollar una capacidad innovadora que les permita aprovechar y utilizar de manera imaginativa, racional y equilibrada sus recursos locales en aras de su desarrollo (Caravaca, 1998, p. 6) (Ver figura 1.1).
Competitividad de los territorios en el contexto global
Como hemos visto, la globalización económica ha modificado las reglas del juego del mercado internacional generando nuevas condiciones para el libre comercio como la superación progresiva de las barreras legales, geográficas (distancia y acceso) y culturales. En este contexto de libre comercio los productos locales, elaborados en los países en vías de desarrollo, tienen que competir con aquellos productos similares, pero elaborados en los países desarrollados, los cuales gozan de menores costos de producción o incluso subsidios, o son de mejor calidad, por lo que ingresan a los mercados locales en mejor posición.
En las condiciones establecidas para el libre mercado, los territorios tienen que afrontar una competencia, ahora planetaria, ante la cual han tenido que adaptarse. Por una parte, los territorios han transformado sus sistemas de producción nacionales y locales, pero también han generado nuevos conocimientos para atraer a los consumidores, llevando a establecer mejores mecanismos de comunicación, de gestión y entablar alianzas estratégicas para lograr posicionarse de manera ventajosa en el mercado y hacer frente a los retos de la globalización para lograr el desarrollo (Observatorio Europeo Leader, 2001, p. 14).
Uno de los retos que enfrentan los territorios en el contexto global, es precisamente el ser competitivos. Esto quiere decir que tienen que:
1) Poseer la capacidad para atraer y retener la inversión extranjera directa
2) Generar empleos y valor agregado
3) Lograr altas y sostenibles tasas de crecimiento
4) Generar excedentes crecientes de exportación
5) Generar y mantener niveles crecientes de productividad
6) Mantener calidad de vida elevada
Como se puede apreciar, la competitividad es un concepto que hoy se vincula a la globalización económica, y ha sido utilizado como sinónimo de la fortaleza económica de una nación, industria o una empresa. Los parámetros más recurrentes para medir la competitividad son el nivel de productividad alcanzado y la calidad de vida de su población. Elementos importantes para asegurar una adecuada participación en el mercado internacional y el comercio (Sobrino, 2001, p. 311; Sobrino, 2005).
El logro de la competitividad impone a los territorios enfrentar ciertos desafíos. Por una parte, tienen que situarse en los espacios abiertos por la globalización, desarrollar intercambios, así como formas de solidaridad y de transferencia interterritorial. Además de mantener un diálogo entre actores e instituciones encaminado a establecer políticas de desarrollo favorables a las situaciones de los territorios; afirmar su especificidad y capacidad de respuesta a los problemas generados por el contexto global (Observatorio Europeo Leader, 2001, p. 15).
Es un hecho que no todos los territorios tienen las mismas condiciones para competir, ello depende de su capacidad para adaptarse y superar las limitaciones y condiciones que impone la economía global, así como las limitaciones que imponen su propia historia y sus características estructurales, es decir, su estructura productiva, su mercado de trabajo, sus capacidades tecnológicas, organizacionales y comerciales.
En este contexto de libre mercado y libre competencia, lograr que los territorios sean competitivos y mantener o incrementar esa competitividad, representa una prioridad para los gobiernos, pues la competitividad se ha convertido en un punto de referencia con base en el cual los agentes económicos globales toman sus decisiones para elegir los territorios en donde localizarán su actividad productiva, de gestión y demás actividades económicas.
Aunado a lo anterior, la competitividad ha adquirido mayor relevancia por la influencia que ejerce en todos los aspectos de la vida social, más allá del ámbito económico. Así, ha sido usada como un referente analítico no solo del desempeño económico de una empresa, industria o nación, sino también de las regiones, de las ciudades e inclusive de los territorios.
A pesar de su importancia, es un hecho que no existe un consenso conceptual sobre la competitividad. Bhawsar y Chattopadhyay (2015) señalan que al igual que la globalización, la competitividad ha sido ampliamente abordada desde distintas perspectivas: económica, administrativa, histórica, política y cultural, desde las cuales se ha generado una abundante literatura, que permite afirmar que la competitividad es un concepto con varias dimensiones, no solo la económica, sino con otras, lo que conduce a señalar que son muchos los factores los que la determinan.
Por ello, es importante revisar las principales concepciones de la competitividad, sin pretender llegar a un consenso conceptual, sino que nos permitan señalar cuáles son las dimensiones que la conforman según la concepción, saber quién compite y por qué compite, conocer los factores que promueven o determinan la competitividad, para saber cómo se puede ser competitivo, y comprender cuáles son las estrategias que han seguido o pueden seguir para lograr un desarrollo equilibrado y sostenible.
Como se verá en los apartados siguientes, según la perspectiva de análisis y el enfoque teórico, se puede decir que la competencia ocurre entre las empresas, las industrias o las naciones. En una concepción más amplia se establece que en las ciudades, las regiones e incluso de manera más general, en los territorios tiene lugar la competencia.
Niveles de la competitividad
De manera general, el análisis de la competitividad se hace en tres niveles: el micro, el meso y el macro. Desde la dimensión micro se analiza la competitividad entre las empresas que hay en una nación o región; la dimensión meso se refiere a la industria y la región, mientras que la dimensión macro analiza la competitividad entre las naciones (Cellini y Soci, 2002) (Ver figura 1.2).
Nivel microeconómico
La competitividad microeconómica, es definida como la capacidad de una empresa para competir con éxito en el mercado doméstico o en el de exportación, incrementando sus bienes físicos, a la par que logra crecer (Sobrino, 2001). A nivel de la empresa, la competitividad se deriva de su ventaja competitiva en los métodos de producción y organización (precio y calidad del producto final) frente a sus competidores específicos, basa su adaptabilidad y capacidad para obtener ganancias a largo plazo, en la combinación de precio y calidad del bien o servicio ofrecido. Esta combinación le da capacidad a la empresa para cumplir de manera sostenible el doble propósito de cumplir con los requisitos del cliente con fines de lucro (Romo y Abdel, 2005).
Cuando se logra establecer una dinámica saludable en la competitividad de las empresas, y éstas consiguen organizarse para establecer asociaciones, cooperación, eslabonamientos productivos, aprender y especializarse, se genera un ambiente propicio que favorece la competitividad de la industria y de la región, lo que a su vez incide en la competitividad de las naciones (Romo y Abdel, 2005).
Nivel meso: competitividad de la industria
La industria suele definirse como el conjunto de empresas que se dedica a actividades económicas similares. De tal manera que la competitividad de la industria resulta en gran medida de la competitividad de las empresas; es decir de su capacidad para ser constantemente rentables en el mercado abierto. De acuerdo con Romo y Abdel (2005) las empresas que forman parte de una industria competitiva se benefician de diferentes maneras, al generarse un círculo virtuoso entre el desempeño de la empresa y el de la industria (p. 204).
Según estos autores, una industria competitiva fomenta el desarrollo de infraestructura especializada como centros de investigación e instituciones educativas que permiten el desarrollo de habilidades técnicas y conocimientos para la industria. Esto favorece la formación de eslabonamientos verticales, es decir, la formación de relaciones interempresariales (una empresa adquiere bienes y servicios como insumos de producción de otras compañías en la cadena de producción), otorgándole a la industria mayor capacidad de respuesta y flexibilidad ante los requerimientos del mercado. Beneficiando así el desempeño de la empresa a su vez que el fortalecimiento del desarrollo industrial del país (Romo y Abdel, 2005).
Otros autores dan una definición más amplia de la competitividad de la industria, afirmando que es el grado en que una industria satisface las necesidades de los clientes, con la combinación peculiar de productos / servicios, precio, calidad e innovación, y las necesidades de varias partes interesadas, como proporcionar un lugar de trabajo seguro a los trabajadores (Bhawsar y Chattopadhyay, 2015, p. 667).
Nivel macro: la competitividad entre naciones
De manera general la competitividad de una nación se ha definido como la habilidad, la capacidad de una nación de brindar un ambiente adecuado para que sus empresas y sus industrias prosperen. El Foro Económico Mundial (2013) define la competitividad como el conjunto de instituciones, políticas y factores que determinan el nivel de productividad de un país (Bhawsar y Chattopadhyay, 2015, p. 667). Porter (1990), señala que la productividad de un país, y por tanto su competitividad, depende de la capacidad de su industria para innovar y mejorar continuamente. En este sentido, como se ha señalado, la competitividad es una medida del desempeño económico del país en la exportación. De esta manera un país será competitivo en la medida que logre expandir su participación en el mercado internacional y al mismo tiempo elevar el nivel de vida de su población. Pues como señala Porter, el principal objetivo de la nación es generar altos y crecientes estándares de vida para sus habitantes.
Sin embargo, existen algunas opiniones que discrepan en torno a la competitividad de las naciones, para algunos autores el enfoque de competitividad desde la perspectiva de las cuotas de mercado tiene sentido para las empresas, pero no a nivel de las economías nacionales. Chitea (2015) señala que “una economía nacional no sale del mercado como una empresa individual no competitiva” (p. 133).
Al respecto, es muy conocido el argumento de Paul Krugman (1994) respecto de la competitividad nacional. El autor afirma que el concepto de competitividad carece de validez en un contexto nacional por tres razones:
1) No se puede establecer una analogía entre la empresa y la nación. Dado que, si una empresa que no tiene éxito llega, finalmente, a la bancarrota y detiene su actividad, esto no pasa en el caso de una nación.
2) Las empresas compiten por las cuotas del mercado y el éxito de una puede ser en detrimento de otra empresa, en las naciones el éxito de una crea, más que destruye, oportunidades para otras naciones.
3) La competitividad no es más que otra manera de decir productividad; el incremento en la calidad de vida de los ciudadanos está relacionado principalmente con el incremento en las tasas de productividad.
Desde esta perspectiva eminentemente económica, se considera que el elemento central de la competitividad es la productividad. Así para lograr la productividad y mantener niveles elevados de la misma es indispensable que la industria sea capaz de adoptar innovaciones tecnológicas que se traduzcan en un incremento de la productividad (Porter, citado en Sobrino, 2001, p. 317). Los indicadores de la competitividad son el comportamiento de las exportaciones y el balance en la cuenta corriente, el nivel y crecimiento del producto interno bruto.
Ventajas competitivas
Desde la perspectiva tradicional de la economía, se han explicado los factores que generan competitividad en términos de las ventajas comparativas. El concepto de ventaja comparativa se refiere a que las naciones, mediante la especialización, se pueden beneficiar del comercio, aunque no posean una ventaja absoluta. Esta perspectiva afirma que el comercio refleja las diferencias entre las naciones en cuanto a la dotación de factores (tierra, trabajo, recursos naturales y capital), por lo que las naciones ganan ventaja comparativa si se especializan en aquellos sectores de la industria que utilicen intensamente algún factor de los que posee en abundancia (Porter, 1999).
Pero, en los años ochenta del siglo :XX, Porter propone su teoría de la competitividad nacional, basada en ventajas competitivas, la cual reside en que una empresa o país posea una ventaja única y sostenible respecto de sus competidores, y que dicha ventaja le permita obtener mejores resultados y por tanto tener una posición competitiva superior en el mercado; de ahí que una premisa importante desprendida de esta teoría es que “la prosperidad nacional no se hereda, sino que es creada por las oportunidades que brinda un país a sus empresas, porque son las únicas responsables de crear ventaja competitiva a través de actos de innovación” que permiten incrementar la productividad, que para Porter es el indicador de la competitividad.
La ventaja competitiva hace referencia a un instrumento activo o proceso dinámico de acumulación de factores internos y externos para la producción. Para obtener estas ventajas influye la lógica interna y externa del proceso productivo, así como la infraestructura de la firma, el manejo de los recursos humanos y la adopción de innovaciones tecnológicas (Sobrino, 2001, p. 319).
Para explicar los factores que promueven la competitividad Porter parte de un enfoque sistémico, al relacionar elementos microeconómicos, derivados de las estrategias competitivas de las empresas, y los factores macroeconómicos, establecidos por la dinámica del comercio internacional. En suma, vincula el nivel empresarial, regional e industrial, en su conocido modelo de diamante de la competitividad, que se muestra en la figura 1.3.
En el modelo, Porter argumenta que las ventajas competitivas se crean y sustentan mediante procesos altamente localizados que relacionan atributos específicos de los países. Estos atributos son los factores que determinan la competitividad:
1) Condiciones de los factores para la producción: se refiere a la oferta de mano de obra especializada o capital humano, infraestructura, creación y dotación de factores, financiamiento para poder competir en una industria determinada.
2) Condiciones de la demanda: Se refiere a la naturaleza o complejidad de la demanda en el mercado nacional para los bienes y productos elaborados por una industria determinada; y del comportamiento de la demanda exterior.
3) Condiciones de los sectores conexos y de apoyo. Con esto se refiere a la presencia de proveedores y a otras industrias relacionadas, para el acceso oportuno y eficaz a los principales insumos, unidades para coordinar o compartir actividades en la cadena productiva y formar clúster.
4) Condiciones de estrategia, estructura y rivalidad de la empresa referentes a cómo se crean, organizan y gestionan las empresas, así como la naturaleza de la competencia entre ellas (Porter, 1991, citado en Sobrino, 2005, p. 128; Romo y Abdel, 2005).
Como se puede observar en el modelo (ver figura 1.3) los cuatro factores interactúan entre sí para generar un entorno que permite a las empresas desarrollar o acumular habilidades para aumentar su ventaja competitiva. Una de esas habilidades es, para Porter, la capacidad de aprendizaje e innovación.
Por su parte, Krugman afirma que los factores internos a la empresa son los factores decisivos para la competitividad, al ser la productividad la fuerza de equilibrio para el desempeño competitivo de un país. Pero Porter considera que la ventaja competitiva se crea y mantiene mediante procesos localizados, resultado de la conjugación de factores microeconómicos (derivados de las estrategias competitivas de las empresas) y macroeconómicos (establecidas por el comportamiento del comercio internacional).
Una tercera perspectiva establece que la competitividad de un país depende de la habilidad empresarial que una firma individual pueda tener, puesto que la agregación de las empresas lleva a la competitividad de la industria regional y nacional en su conjunto, influye por tanto para la competitividad el mercado de factores, las instituciones con las que se interactúa y estructura de incentivos (Sobrino, 2001, p. 321 y 2005, p. 131).
En suma, tomando en consideración las tres perspectivas arriba señaladas sobre la competitividad de un país, Sobrino establece que esta está en función de la eficiencia microeconómica de sus empresas, de las políticas gubernamentales que permiten promover el crecimiento económico, y del desempeño de las principales ciudades para atraer nuevas inversiones que generan empleos y ayudan al crecimiento económico local (2001, p. 322).
A nivel de la empresa se considera que los factores importantes para la competitividad son de carácter interno, pero también hay factores externos referentes a la industria y la región que determinan el grado de competitividad de la empresa tales como: la concentración de mercado, la diferenciación de productos, los precios internacionales de los bienes producidos, la existencia de una política industrial específica para el sector en cuestión, presencia de infraestructura apropiada, capital humano calificado, proceso de aglomeración, e incluso el tipo de cambio y tasas de interés (Romo y Abdel, 2005, p. 204).
Al nivel de la industria, los factores que inciden en la competitividad son: la naturaleza de los bienes producidos, concentración del mercado y barreras de entrada, intensidad de capital y complejidad técnica, potencial de exportación, transferencia de tecnología, y estrategia seguida por los inversionistas extranjeros (Romo y Abdel, 2005, p. 205).
La competitividad regional, ¿las regiones compiten?
Cabe señalar que, de los niveles de análisis de la competitividad, el del nivel meso (región) es el que tiene un menor consenso respecto a su definición, así como sobre una delimitación metodológica para su determinación empírica. En este nivel de análisis se ha tomado como unidad de estudio a la región, agrupando a la competitividad urbana, rural o local.
Entre los problemas que se presentan para su comprensión está el hecho de que, hasta el momento, el indicador de la competitividad a nivel empresarial y nacional era la productividad. En el caso de la región se presenta el problema empírico de entender cómo interpretar el significado de la productividad regional. Aunado a lo anterior, es necesario entender que las regiones no son simples agregaciones de empresas, ni son versiones reducidas de naciones, por lo que no se puede analizar la competitividad regional desde un enfoque micro o macro.
En relación con lo anterior, Cellin y Soci (2000, citado por Kitson, Roy y Tyler, 2004, p. 994) afirman que la competitividad adquiere diferentes significados de acuerdo con la escala o nivel en el cual se use ese término. Por lo que propone el nivel meso para analizar la competitividad de los sistemas económicos locales, que incluye los distritos industriales (lo que Porter ha llamado clusters) y las regiones.
Uno de los conceptos más trascendentes de la competitividad regional es el dado por Porter (1990), que la define como “la habilidad que posee una economía de mantener y atraer a las empresas con cuotas de mercado estables manteniendo, o aumentando los niveles de vida de los que participan en la economía”. Por su parte Chitea (2015) la define como el grado en el que las regiones compiten entre ellas de cierta manera para atraer capital o fuerza de trabajo, es decir compiten por atraer a las empresas para que se localicen en sus territorios.
La región adquiere un papel importante para el logro de la competitividad de las empresas, pues las condiciones prevalecientes en su entorno influyen en el desempeño y el desarrollo empresarial. De tal manera que un buen entorno, caracterizado por una adecuada infraestructura, centros de educación e investigación, calidad de vida, políticas gubernamentales para atraer inversión, favorece la concentración empresarial en regiones geográficas específicas, dando origen a lo que Porter señala como clusters, es decir, grupos geográficamente cercanos de empresas, proveedores, prestadores de servicios e instituciones relacionadas en un campo particular, que están interconectados y vinculados entre sí por aspectos comunes y complementarios.
De acuerdo con Porter, los clusters impactan de manera positiva la competitividad pues: 1) incrementan la productividad de la empresa al reducir los costos de transacción y de capital por la proximidad física; 2) elevan la capacidad de innovación e incremento de la productividad; 3) estimulan la generación de nuevos negocios que llevan a expandir el cluster impulsando la innovación (Romo y Abdel, 2005).
Respecto a la competitividad urbana, autores como Lever y Turok (1999) y Sobrino (2001) afirman que se refiere al grado en el cual las ciudades pueden producir bienes y servicios, de lo que depende su capacidad para penetrar en el mercado regional, nacional e internacional; así como de su crecimiento económico local, e igualmente del incremento del ingreso real y la calidad de vida de sus habitantes.
Como puede apreciarse en estas concepciones de la competitividad se hace referencia a otros ámbitos más que el económico, considerando como elementos de su definición y medición, la calidad de vida de la población.
Sin embargo, para autores como Cellini y Soci (2002) la competitividad regional significa más que la capacidad potencial de exportación o el superávit en la balanza comercial; para ellos, la competitividad regional va mucho más allá de la producción de bienes incluyendo una amplia gama de insumos materiales e inmateriales y su movilidad, desde la vivienda y la infraestructura hasta las comunicaciones y las redes sociales.
Profundizando en esta discusión Camagni (2002) afirma que las regiones compiten para atraer a las empresas, es decir, por capital, así como por trabajadores y por acceder al mercado, pero esta competencia se basa en las ventajas absolutas y no sobre las ventajas comparativas. ¿De dónde vienen estas ventajas competitivas absolutas? Siguiendo con este autor, las regiones tienen un conjunto de factores o activos externos a las empresas pero que las benefician permitiéndoles obtener una alta productividad que de otra manera no sería posible. Cuando una región posee estos factores externos (activos tecnológicos, sociales, de infraestructura o institucionales) adquiere ventajas competitivas absolutas, favoreciendo que las empresas se localicen en su territorio (p. 2396).
Se considera que estos factores afectan la competitividad de las regiones, factores a los cuales se les ha denominado externalidades o recursos que posee la región y que son externos a las empresas, pero que influyen en su productividad y competitividad. Kitson, Ron y Tyler (2004) señalan que estas externalidades en cierta forma están reconocidas en el modelo explicativo de la competitividad de Porter, quien menciona que las ventajas competitivas derivan de procesos localizados geográficamente, colocando elementos clave para la competitividad en factores externos “blandos” tales como el grado de integración social, la existencia de redes sociales como capital social y estructuras institucionales (p. 994).
Para Camagni la competitividad territorial pone en relieve la importancia que desempeña el territorio, en cuanto a proporcionar un ambiente innovador para generar herramientas competitivas a las empresas. De acuerdo con este autor, el territorio desempeña un papel importante para la competitividad al ser un espacio en donde se llevan a cabo procesos de acumulación del conocimiento y el desarrollo de códigos de interpretación, modelos de cooperación y la toma de decisiones en las que se basa el proceso de innovación de las empresas locales (2002, p. 2396).
Con estas contribuciones, se ha explicado la competitividad regional con base a estas externalidades “soft”, que aluden a aspectos que rebasan el ámbito de la productividad, poniendo mayor énfasis en los procesos de generación del conocimiento local, del aprendizaje y la creatividad. A partir de estos elementos Kitson, Roy y Tyler (2004), proponen un modelo explicativo de la competitividad regional que contempla dichas externalidades blandas como sus dimensiones clave, y que se muestra en la figura 1.4.