Читать книгу: «Una Vez Perdido », страница 2

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CAPÍTULO DOS

Riley y Jennifer Roston se quedaron mirándose en la sala de conferencias sin decir nada durante casi un minuto.

Riley no soportaba el suspenso.

Finalmente, Roston dijo: “Menudo show el de hace un rato, agente Paige”.

Riley se sintió incomodada y enojada.

“No tengo porqué aguantarme esto”, gruñó, comenzando a levantarse de la silla para irse.

“No, no te vayas”, dijo Roston. “No sin escuchar lo que tengo en mente”.

Luego, con una sonrisa extraña, agregó: “Quizás te sorprenda”.

Riley sentía que sabía perfectamente bien lo que Roston tenía en mente.

Se había abocado de lleno a acabar con Riley.

Sin embargo, Riley se quedó sentada. Ya era hora de solucionar este lío con Roston. Y, además, tenía curiosidad.

Roston dijo: “En primer lugar, creo que comenzamos por mal pie. Ha habido algunos malentendidos. Mi intención no era que nos convirtiéramos en enemigas. Por favor créeme. Te admiro. Y mucho. Llegué a la UAC ansiosa de trabajar contigo”.

Riley estaba un poco desconcertada. La expresión facial y el tono de voz de Roston parecían totalmente sinceros. La verdad era que a Riley le había impresionado mucho todo lo que había oído hablar de Roston. Sus resultados en la academia fueron sorprendentes, y ya había obtenido distinciones por su trabajo de campo en Los Ángeles.

Y ahora, aquí sentada mirándola, Riley se sintió sorprendida de nuevo por el comportamiento de Roston. La mujer era bajita, pero compacta y deportiva, e irradiaba energía y entusiasmo.

Pero este no parecía el momento adecuado para elogiar a la nueva agente. Simplemente había habido demasiada tensión y desconfianza entre ellas.

Después de una pausa, Roston dijo: “Creo que tenemos mucho que ofrecernos. Ahora mismo. De hecho, estoy bastante segura de que las dos queremos exactamente lo mismo”.

“¿Qué?”, preguntó Riley.

Roston sonrió e inclinó la cabeza un poco.

“Acabar con la carrera criminal de Shane Hatcher”.

Riley no respondió. Después de un momento, Riley entendió que las palabras de Roston eran perfectamente ciertas. Ella ya no consideraba a Shane Hatcher un aliado. De hecho, él era un enemigo peligroso. Y tenía que ser detenido antes de que le hiciera daño a sus seres queridos.

Para hacer eso, tendría que ser capturado o muerto.

“Continúa”, dijo Riley.

Roston metió la barbilla y se inclinó hacia Riley.

“Voy a decir algunas cosas”, dijo. “Quiero que las escuches sin decir nada. No niegues ni tampoco digas “sí” a lo que te diré. Solo escucha”.

Riley asintió con inquietud.

“Tu relación con Shane Hatcher continuó incluso después de su fuga de Sing Sing. De hecho, se volvió más intensa. Te has comunicado con él más de una vez, varias veces, de hecho, de vez en cuando en persona. Él te ha ayudado en casos oficiales, y él te ha ayudado en formas más personales. Tu relación con él se ha vuelto... ¿cuál es la palabra? Simbiótica”.

Le costó mucho a Riley no reaccionar ante lo dicho.

Obviamente todo era cierto.

Roston continuó: “Estoy bastante segura de que estabas consciente de su presencia en tu cabaña. De hecho, es probable que le permitiste quedarse allá. Pero la muerte de Shirley Redding no fue un accidente. Y no era parte de tu trato con él. Hatcher se descontroló, y ya no quieres tener nada que ver con él. Pero le tienes miedo. No sabes cómo romper la conexión”.

Un silencio inquietante cayó entre Riley y Roston. Riley se preguntó cómo sabía todo esto. Parecía francamente extraño. Pero Riley no creía en la telepatía.

“No, simplemente es tremenda detective”, pensó Riley.

Esta nueva agente era extremadamente inteligente, y sus instintos e intuición parecían estar a la par con los de Riley.

Pero ¿qué estaba tratando de hacer en este momento? ¿Estaba tendiéndole una trampa, tratando de hacer que confesara todo lo que había pasado entre ella y Hatcher?

Por alguna razón, los instintos de Riley le estaban diciendo lo contrario.

Pero ¿se atrevía confiar en ella?

Roston estaba sonriendo enigmáticamente.

“Agente Paige, ¿crees que no sé cómo te sientes? ¿Crees que no tengo mis propios secretos? ¿Crees que no me he sobrepasado, que no he hecho pactos con personas con las que no debería haberlos hecho? Créeme, sé exactamente con lo que estás lidiando. Tomaste un riesgo, y a veces hay que romper las reglas. Así que las rompiste. No son muchos los agentes que tienen las agallas para hacerlo. Realmente quiero ayudarte”.

Riley estudió el rostro de Roston sin responder. Fue impactada de nuevo por la sinceridad de la agente más joven.

Riley sentía una sonrisa sombría formándose en las comisuras de sus labios. Al parecer algo oscuro se ocultaba en el interior de Roston, al igual que se ocultaba en ella.

Roston dijo: “Agente Paige, cuando empecé a trabajar en el caso de Hatcher, me diste acceso a todos los archivos informáticos que tenías de él. Excepto uno llamado ‘PENSAMIENTOS’. Fue incluido en el resumen, pero no lo pude encontrar. Me dijiste que lo eliminaste. Me dijiste que solo eran notas y cosas redundantes”.

Roston se echó hacia atrás en su silla, al parecer un poco más relajada.

Pero Riley no estaba nada relajada ya que había eliminado el archivo llamado PENSAMIENTOS apresuradamente. Ese archivo en realidad contenía información vital acerca de las conexiones financieras de Hatcher, conexiones que le permitían permanecer en libertad con mucho poder bajo la manga.

Roston dijo: “Estoy bastante segura de que todavía tienes ese archivo”.

A Riley se le pusieron los pelos de punta. El hecho era que ella había guardado el archivo en una unidad USB. A menudo pensaba en borrarlo, pero por alguna razón no se atrevía a hacerlo. El hechizo de Hatcher sobre ella había sido fuerte. Y tal vez pensaba que podría tener que usar esa información algún día para sí misma.

En lugar de borrarlo, lo había llevado consigo a todas partes en un estado de indecisión.

Estaba en su cartera en este momento.

“Estoy bastante segura de que ese archivo es importante”, dijo Roston. “De hecho, podría contener información que necesito para poner a Hatcher tras las rejas de una vez por todas. Y las dos queremos eso. No me cabe duda”.

Riley tragó grueso.

“No debo decir nada”, pensó.

Pero todo lo que Roston acababa de decir tenía sentido.

Esa unidad USB podría ser la clave para liberar a Riley de las garras de Shane Hatcher.

La expresión de Roston se suavizó un poco.

“Agente Paige, voy a hacerte una promesa solemne. Si me das esa información, nadie sabrá que la retuviste. No se lo diré a nadie. Jamás”.

Riley sentía que su resistencia estaba perdiendo la pelea.

Sus instintos le aseguraban que Roston estaba siendo sincera.

Alcanzó su cartera, sacó la unidad USB, y se la entregó a la agente más joven. Los ojos de Roston se abrieron un poco, pero no dijo ni una palabra. Solo asintió y se metió la unidad en el bolsillo.

Riley se sentía desesperada por romper el silencio.

“¿Algo más que quieras discutir, agente Roston?”.

La agente más joven se echó a reír.

“Por favor llámame Jenn. Todos mis amigos lo hacen”.

Riley miró a Roston con incertidumbre mientras se levantó de su silla.

“Eso sí, no presumiré llamarte otra cosa que agente Paige. No hasta que te sientas cómoda con que te llame por tu nombre. Pero por favor llámame Jenn. Insisto”.

Roston salió de la sala, dejando a Riley atónita.

*

Riley se dispuso a terminar el papeleo que tenía pendiente en su oficina. Cada vez que no estaba trabajando en un caso, parecía que toneladas de trámites burocráticos y aburridos esperaban por ella.

Siempre era desagradable. Pero hoy le estaba costando más centrarse en lo que estaba haciendo. Le preocupada mucho que quizás acababa de cometer un error terriblemente estúpido.

¿Por qué le entregó ese archivo a Jennifer Roston, o “Jenn”, como ahora insistía en que Riley la llamara?

Era demasiado confuso.

¿Por qué se lo había entregado a esta agente en particular, cuando no se lo había mostrado a nadie? ¿Cómo podía una agente joven y ambiciosa no reportar esta transgresión de Riley a sus superiores, tal vez incluso al mismísimo Carl Walder?

Riley podría ser arrestada en cualquier momento.

¿Por qué no eliminó el archivo?

O también pudo haberlo botado, como lo hizo con la pulsera de oro que Hatcher le había dado. Había sido un símbolo de su vínculo con Hatcher. También contenía un código para comunicarse con él.

Riley lo había tirado a la basura en un esfuerzo frenético por liberarse de él.

Pero, por alguna razón, no había sido capaz de obligarse a hacer lo mismo con la unidad USB.

¿Por qué?

La información financiera que contenía era sin duda suficiente para al menos limitar los movimientos y actividades de Hatcher.

Tal vez hasta suficiente para detenerlo.

Era un acertijo, al igual que muchos de los aspectos de su relación con Hatcher.

Mientras que Riley estaba ordenando papeles sobre su escritorio, su teléfono celular sonó. Era un mensaje de texto de un número desconocido. Riley se quedó sin aliento cuando vio lo que decía.

¿Creías que eso me detendría? Ya moví todo. Para que después no digas que no te lo advertí.

A Riley le resultó difícil respirar.

“Shane Hatcher”, pensó.

CAPÍTULO TRES

Riley se quedó mirando el mensaje de texto, sintiendo pánico en su interior.

No era difícil adivinar lo que había sucedido. Jenn Roston abrió el archivo tan pronto como ella y Riley se separaron. Jenn se enteró de lo que había en él y se puso a trabajar inmediatamente para acabar con la operación de Hatcher.

Pero, en su mensaje, el propio Hatcher le anunció con una actitud desafiante que Jenn no había tenido éxito.

Ya moví todo.

Shane Hatcher todavía estaba prófugo y estaba enojado. Con sus recursos financieros intactos, podría ser más peligroso que nunca.

“Tengo que responderle”, pensó. “Tengo que razonar con él”.

Pero ¿cómo? ¿Qué podía decir para no enfurecerlo más?

Entonces se le ocurrió que Hatcher quizás no entendía lo que estaba pasando.

¿Cómo podía saber que Roston era la que estaba saboteando su red, y no Riley? Tal vez podría hacerlo comprender al menos eso.

Sus manos temblaron mientras tecleó la respuesta.

Déjame explicar.

Pero cuando trató de enviar el mensaje de texto, salió marcado: “no se puede entregar”.

Riley gimió con desesperación.

Exactamente lo mismo le había sucedido la última vez que intentó comunicarse con Hatcher. Él le había enviado un mensaje críptico y luego no le permitió responderle. Solía ser capaz de comunicarse con Hatcher por videollamada, mensajes de texto e incluso llamadas telefónicas. Pero esos días habían quedado atrás.

Ahora no tenía forma de comunicarse con él.

Pero él sí tenía formas de llegar a ella.

La segunda frase de su nuevo mensaje era la más aterradora.

Para que después no digas que no te lo advertí.

Riley recordó de nuevo la última vez que se comunicó con él.

Vivirás para lamentarlo. Tu familia quizás no.

Riley abrió la boca y dijo en voz alta...

“¡Mi familia!”.

Tomó su teléfono celular y marcó el número de su casa. Lo oyó sonar y sonar. Luego oyó su propia voz en el mensaje de la contestadora.

Riley estaba a punto de comenzar a gritar.

¿Por qué nadie contestaba el teléfono? Las escuelas estaban de vacaciones de primavera. Se suponía que las chicas estaban en casa. ¿Y dónde estaba el ama de llaves de Riley, Gabriela?

Antes de que terminara el mensaje de la contestadora, oyó la voz de Jilly, la chica de trece años de edad que Riley estaba en el proceso de tratar de adoptar. Jilly sonaba como si no tuviera aliento.

“Hola. Lo siento, mamá. Gabriela fue a la tienda. April, Liam y yo estábamos en el patio trasero pateando un balón de fútbol. Estamos esperando a Gabriela, debe estar por llegar”.

Riley se dio cuenta de que había estado conteniendo el aliento. Hizo un esfuerzo consciente para comenzar a respirar de nuevo.

“¿Todo bien?”, preguntó.

“Claro”, dijo Jilly. “¿Por qué no lo estaría?”.

Riley trató de calmarse.

“Jilly, ¿podrías hacerme el favor de mirar por la ventana del frente?”.

“Está bien”, dijo Jilly.

Riley oyó unos pasos.

“Estoy mirando”, dijo Jilly.

“¿Aún ves la furgoneta con los agentes del FBI afuera?”.

“Sí. Y también está la del callejón. Acabo de verla cuando estaba en el patio trasero. Si ese tipo Shane Hatcher viene, esos agentes de seguro lo atraparán. ¿Pasó algo? Me estás asustando”.

Riley forzó una risita.

“No, no pasa nada. Solo estoy comportándome como una mamá preocupada, supongo”.

“Está bien. Nos vemos”.

Riley finalizó la llamada. Aún se sentía preocupada.

Se fue por el pasillo y directamente a la oficina de Brent Meredith.

Ella balbuceó: “Señor, yo-yo tengo que tomarme el resto del día libre”.

Meredith levantó la mirada de su trabajo.

“¿Puedo saber por qué, agente Paige?”, preguntó.

Riley abrió la boca, pero no podía hablar. Si le explicaba que acababa de recibir una amenaza de Shane Hatcher, ¿no insistiría en ver el mensaje? ¿Cómo podría mostrárselo sin confesar que acababa de darle el archivo a Jenn Roston?

Meredith se veía preocupado. Parecía saber que algo andaba mal, y que Riley no podía hablar del asunto.

“Anda”, dijo. “Espero que todo esté bien”.

El corazón de Riley se llenó de agradecimiento ante la comprensión y discreción de Meredith.

“Gracias, señor”, dijo.

Luego se apresuró en salir del edificio y se subió a su auto para irse a casa.

*

Mientras se acercaba a su casa adosada en un vecindario tranquilo de Fredericksburg, se sintió aliviada al ver que la furgoneta del FBI seguía ahí. Riley sabía que había otra furgoneta estacionada en el callejón. A pesar de que los vehículos no estaban marcados, definitivamente llamaban la atención. Pero no había nada que hacer al respecto.

Riley estacionó su auto en la entrada, se acercó a la furgoneta y miró dentro de la ventanilla del pasajero.

Dos agentes jóvenes estaban sentados en los asientos delanteros: Craig Huang y Bud Wigton. Riley se sintió un poco mejor. Tenía a los dos agentes en alta estima, y había trabajado con Huang varias veces recientemente. Huang le había parecido demasiado entusiasta cuando llegó a la UAC, pero estaba convirtiéndose en un excelente agente. No conocía a Wigton tan bien, pero tenía una excelente reputación.

“¿Pasó algo?”, les preguntó Riley.

“Nada de nada”, dijo Huang.

Huang sonaba aburrido, pero Riley se sintió aliviada. Para ella, esa era una buena noticia. Pero ¿era tan bueno que no duraría?

“¿Puedo echarle un vistazo al interior?”, preguntó Riley.

“Claro”, dijo Huang.

La puerta lateral de la furgoneta sin ventanas se abrió, y Riley entró y encontró a otra agente, Grace Lochner. Riley sabía que Grace también tenía una excelente reputación en la UAC.

Lochner estaba sentada frente a una serie de pantallas de video. Se volvió hacia Riley con una sonrisa.

“¿Qué es esto?”, preguntó Riley.

Al parecer ansiosa de mostrar la tecnología a su disposición, Lochner señaló un par de pantallas que mostraban vistas aéreas de la vecindad.

Ella dijo: “Aquí tenemos imágenes satelitales en tiempo real que muestran todo en un radio de casi un kilómetro. Nadie puede acercarse aquí sin que nos demos cuenta”.

Riendo un poco, Lochner agregó: “Me alegra de que vivas en un vecindario tranquilo. Así no tenemos que hacerle seguimiento a tantas personas”.

Ella señaló varias pantallas que mostraban más actividad.

Le dijo: “Tenemos cámaras ocultas por el vecindario para ver lo que está pasando más de cerca. Podemos verificar la matrícula de cualquier vehículo que se aproxima”.

Oyó una voz sobre un intercomunicador.

“¿Tienen visita?”.

Lochner respondió: “La agente Paige pasó por la furgoneta para saludarnos”.

La voz dijo: “Hola, agente Paige. Habla el agente Cole, desde el vehículo atrás de tu casa. Tengo a los agentes Cypher y Hahn conmigo también”.

Riley sonrió. Todos esos eran nombres conocidos de agentes respetados.

Riley dijo: “Me alegra que estén aquí”.

“Lo hacemos con gusto”, dijo el agente Cole.

A Riley le impresionó la comunicación entre las dos furgonetas. Veía la furgoneta detrás de su casa en algunas de las pantallas de Lochner. Obviamente, nada le podía pasar a cualquiera de los equipos sin que el otro equipo se enterara de inmediato.

A Riley también le alegraba el despliegue de armamento almacenado dentro de la furgoneta. El equipo tenía suficientes armas para luchar contra un pequeño ejército si fuera necesario.

Pero no pudo evitar preguntarse si sería suficiente para combatir a Shane Hatcher. Salió de la furgoneta y se dirigió hacia su casa, diciéndose a sí misma que no debía preocuparse. Creía que no era posible que ni siquiera Shane Hatcher pudiera frustrar toda esta seguridad.

Aun así, no pudo evitar recordar el mensaje de texto que acababa de recibir.

Para que después no digas que no te lo advertí.

CAPÍTULO CUATRO

Cuando Riley entró en su casa, el lugar se sintió siniestramente vacío.

“Llegué”, dijo en voz alta.

Pero nadie respondió.

“¿Dónde están?”, pensó. Comenzó a entrar en pánico.

¿Era posible que Shane Hatcher había violado toda la seguridad después de todo?

Riley se esforzó por no imaginar lo que pudo haber pasado si lo hubiera hecho. Su pulso y respiración se aceleraron mientras corrió a la sala de estar.

Sus tres hijos, April, Liam y Jilly, estaban allí. April y Liam estaban jugando ajedrez y Jilly estaba jugando un videojuego.

“¿No me oyeron llegar?”, preguntó.

Los tres la miraron con expresiones vacías. Obviamente estaban concentrados en lo que estaban haciendo.

Estaba a punto de preguntarles dónde estaba Gabriela cuando oyó la voz de su ama de llaves detrás de ella.

“Hola, Riley. Veo que ya llegaste. Estaba abajo y creí haber oído la puerta”.

Riley le sonrió a la mujer guatemalteca robusta.

“Sí, acabo de llegar”, dijo ella, respirando con más tranquilidad ahora.

Con un movimiento de cabeza y una sonrisa de bienvenida, Gabriela se volvió y se dirigió hacia la cocina.

April levantó la mirada del juego que estaba jugando con Liam.

“¿Todo bien, mamá? Te ves un poco agitada”.

“Estoy bien”, dijo Riley.

April volvió su atención al juego.

Riley se tomó un momento para admirar lo madura que se veía su hija de quince años de edad. April era delgada, alta y de cabello oscuro, con los ojos color avellana de Riley. April había pasado por muchas situaciones mortales en estos últimos meses. Pero ella parecía estar muy bien ahora.

Riley miró a Jilly, una niña más pequeña con piel color oliva y ojos oscuros y grandes. Riley estaba en el proceso de adoptarla. Ahora mismo, Jilly estaba sentada frente a una gran pantalla, disparándoles a tipos malos.

Riley frunció el ceño un poco. No le gustaban los videojuegos violentos. Para ella, hacían que la violencia, especialmente la violencia con armas, pareciera demasiado atractiva. Creía que tenían especialmente una mala influencia en los niños.

Sin embargo, Riley consideraba que tal vez estos juegos eran inofensivos en comparación con la propia experiencia de Jilly. Después de todo, la chica de trece años de edad había sobrevivido a horrores reales. Riley había encontrado a Jilly tratando de vender su cuerpo por desesperación. Gracias a Riley, Jilly tenía una oportunidad de una vida mejor.

Liam levantó la mirada del tablero de ajedrez.

“Hola, Riley. Me preguntaba…”.

Vaciló antes de hacer la pregunta.

Liam era el recién llegado de la familia. Riley no tenía planes de adoptar al chico alto y desgarbado de cabello rojo y ojos azules, pero lo había rescatado de un padre borracho que lo golpeaba. Necesitaba un lugar para vivir en este momento.

“¿Qué pasa, Liam?”, preguntó Riley.

“¿Puedo ir a una competencia de ajedrez mañana?”.

“¿Puedo ir contigo?”, preguntó April.

Riley volvió a sonreír. Liam y April habían estado saliendo cuando Liam se vino a vivir aquí en la sala de estar, pero habían prometido mantener esa relación en pausa por los momentos. Tenían que ser hermanos solamente, según las palabras de Gabriela.

A Riley le agradaba mucho Liam, más aún debido a la influencia positiva que el niño brillante tenía sobre April. Había logrado que April se interesara en el ajedrez, las lenguas extranjeras y en el trabajo escolar en general.

“Por supuesto que pueden ir”, dijo.

Pero luego sintió un nudo de preocupación en la garganta. Sacó su teléfono celular, encontró algunas fotos de Shane Hatcher y se las mostró a los tres niños.

“Pero tienen que estar alertas por si ven a Shane Hatcher”, dijo. “Tienen estas fotos en sus propios teléfonos. Recuerden exactamente cómo es. Comuníquense conmigo de inmediato si ven a alguien que se le parezca, así sea un poquito”.

Liam y April miraron a Riley con sorpresa.

“Ya nos dijiste esto”, dijo Jilly. “Y hemos visto esas fotos miles de veces. ¿Pasó algo?”.

Riley vaciló por un momento. No quería asustar a los chicos. Pero sentía que tenían que ser advertidos.

“Recibí un mensaje de Hatcher hace un rato”, dijo. “Fue...”.

Ella vaciló de nuevo.

“Fue una amenaza. Es por eso que quiero que todos ustedes estén especialmente alertas”.

Para sorpresa de Riley, Jilly le sonrió.

“¿Esto decir que podemos faltar a la escuela cuando se acaben las vacaciones de primavera?”, preguntó.

La indiferencia de Jilly sorprendió a Riley. Pero tal vez Jilly tenía razón. Quizás no deberían ir a la escuela. Y quizás Liam y April no deberían ir a esa competencia de ajedrez mañana.

Antes de que pudiera pensar las cosas, April dijo: “No seas tonta, Jilly. Por supuesto que iremos a la escuela. No podemos poner nuestras vidas en espera”.

Luego, volviéndose a Riley, April agregó: “No es una amenaza real. Hasta yo lo sé. ¿Recuerdas lo que sucedió en enero?”.

Riley lo recordaba muy bien. Hatcher había salvado a April y al ex esposo de Riley, Ryan, de un asesino que quería vengarse de Riley. También recordó cómo Shane Hatcher le había entregado al asesino atado y amordazado para que Riley se encargara de él como quisiera.

April continuó: “Hatcher no nos haría daño. Se esforzó mucho por salvarme”.

“Tal vez April tiene razón”, pensó Riley. Pero igual le alegraba que los agentes estaban apostados afuera.

April se encogió de hombros y agregó: “La vida sigue. Tenemos que seguir haciendo lo que hacemos”.

Jilly dijo: “Y eso va para ti también, mamá. Es bueno que llegaste a casa temprano. Tienes un montón de tiempo para prepararte para esta noche”.

Por un segundo, Riley no entendió de qué estaba hablando Jilly.

Luego recordó. Tenía una cita esta noche con su ex vecino guapo, Blaine Hildreth. Blaine era el dueño de uno de los mejores restaurantes informales aquí en Fredericksburg. Vendría a recoger a Riley para llevarla a cenar.

April se puso de pie de inmediato.

“¡Verdad!”, dijo. “Vamos, mamá. Subamos a tu habitación. Te ayudaré a escoger un atuendo”.

*

Más tarde esa noche, Riley estaba sentada en el patio alumbrado por velas en El Grill de Blaine, disfrutando de un clima maravilloso, excelente comida y compañía encantadora. Al otro lado de la mesa estaba sentado Blaine, tan guapo como de costumbre. Era solo un poco más joven que Riley, delgado y en forma, con unas entradas que parecían no molestarlo en absoluto.

Era un gran conversador. Mientras comían una deliciosa cena de pasta con pollo, charlaron sobre temas de actualidad, recuerdos de tiempos y viajes pasados y de acontecimientos en Fredericksburg.

A Riley le alegraba que su conversación ni una sola vez se había desviado a su trabajo en la UAC. Ella no estaba de humor para siquiera pensar en eso. Blaine pareció haberse dado cuenta y se mantuvo alejado del tema. Algo que a Riley le gustaba de Blaine era su sensibilidad a sus estados de ánimo.

De hecho, había muy poco acerca de Blaine que a Riley no le gustaba. Sí, era cierto que habían tenido una pequeña pelea no hace mucho. Blaine había tratado de darle celos a Riley con una amiga, y lo había logrado. Ahora ambos se reían de lo infantiles que se habían comportado.

Tal vez era por el vino, pero Riley se sentía calientita y relajada en su interior. Blaine era buen compañía, un hombre recientemente divorciado como Riley que estaba ansioso de seguir adelante con su vida sin saber muy bien exactamente cómo hacerlo.

El postre finalmente llegó, un pastel de queso de frambuesa, el favorito de Riley. Sonrió un poco al recordar la forma en que April había llamado a Blaine en secreto antes de una cita anterior para decirle algunas de las cosas favoritas de Riley, incluyendo el pastel de queso de frambuesa y su canción favorita: “One More Night” de Phil Collins.

Mientras disfrutaba de su pastel de queso, Riley habló de sus hijos, sobre todo de lo bien que Liam se estaba adaptando.

“Estaba un poco preocupada al principio”, admitió. “Pero es un muy buen chico, y a todos nos encanta tenerlo en casa”.

Riley hizo una breve pausa. Parecía un lujo tener a alguien con quien hablar de sus dudas y preocupaciones domésticas.

“Blaine, no sé qué voy a hacer con Liam a largo plazo. Simplemente no lo puedo enviar de nuevo a ese padre borracho que tiene, y solo Dios sabe qué ha sido de su madre. Pero no creo que pueda adoptarlo. Adoptar a Jilly ha sido realmente complicado y su adopción no está finalizada todavía. No sé si pueda volver a pasar por eso”.

Blaine le sonrió con compasión.

“Tómate las cosas un día a la vez”, dijo. “Y sé que lo que harás será lo mejor para él”.

Riley negó con la cabeza con tristeza.

“Ojalá lo supiera a ciencia cierta”, dijo.

Blaine se inclinó sobre la mesa y la tomó de la mano.

“Bueno, tendrás que creerme”, le dijo. “Lo que ya has hecho por Liam y Jilly es maravilloso y generoso. Te admiro mucho por eso”.

Riley sintió un nudo en la garganta. ¿Con qué frecuencia alguien le decía cosas así? A menudo era elogiada por su trabajo en la UAC, e incluso había recibido una medalla de la perseverancia hace poco. Pero ella no estaba acostumbrada a ser alabada por cosas simples y meramente humanas. No sabía cómo tomarlo.

Luego Blaine dijo: “Eres una buena mujer, Riley Paige”.

A Riley se le llenaron los ojos de lágrimas. Se rio con nerviosismo mientras se las secó.

“Ay, mira lo que has hecho”, le dijo ella. “Me hiciste llorar”.

Blaine se encogió de hombros, y su sonrisa se ensanchó aún más.

“Lo siento. Solo trato de ser brutalmente honesto. La verdad a veces duele, supongo”.

Se rieron juntos por unos momentos.

Finalmente, Riley dijo: “Pero no he te preguntado cómo está Crystal. ¿Cómo le está yendo?”.

Blaine miró hacia otro lado con una sonrisa agridulce.

“Crystal está bien, tiene buenas calificaciones, está feliz y alegre. Está de viaje ahora por las vacaciones de primavera, en la playa con sus primos y mi hermana”.

Blaine suspiró un poco. “Solo han pasado un par de días, pero es increíble lo rápido que comienzo a extrañarla”.

Riley estaba a punto de comenzar a llorar de nuevo. Había sabido desde el principio que Blaine era un padre maravilloso. ¿Cómo sería estar en una relación permanente con él?

“Ve con cuidado”, se dijo a sí misma. “No hay razón para apresurar las cosas”.

Casi se había terminado su pastel de queso de frambuesa.

“Gracias, Blaine”, dijo. “Esta noche ha sido estupenda”.

Mirándolo a los ojos, agregó: “No quiero que se acabe”.

Blaine le apretó la mano, sus ojos fijados en ella.

“¿Quién dijo que tiene que acabarse?”, le preguntó.

Riley sonrió. Sabía que su sonrisa era respuesta suficiente a su pregunta.

Después de todo, ¿por qué debería terminar? El FBI estaba protegiendo a su familia y no había un nuevo asesino exigiendo su atención.

Tal vez había llegado el momento de disfrutar.

399 ₽
599 ₽
Возрастное ограничение:
16+
Дата выхода на Литрес:
10 октября 2019
Объем:
291 стр. 3 иллюстрации
ISBN:
9781640298675
Правообладатель:
Lukeman Literary Management Ltd
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