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Estructurales relacionales poliamorosas
En apariencia, la configuración poliamorosa más simple es una triada (tres personas profundamente vinculadas entre sí) o una «uve» (una persona, llamada «pivote» o «vértice», con dos relaciones románticas). Las triadas y las uves pueden convivir o no, y pueden estar abiertas a nuevas relaciones o no. En muchos casos –quizá la mayoría–, las triadas comienzan como una uve y más tarde se desarrolla una camaradería o romance entre las dos personas que tienen una relación con el pivote.
Un quad es una relación poliamorosa entre cuatro personas. Los quads, a menudo, pero no siempre, se forman al unirse dos parejas. También se pueden formar cuando una persona tiene tres relaciones, cuando los dos miembros de una pareja comienzan una relación independiente con una nueva persona sin más relaciones o incluso cuando comienzan una relación cuatro personas que no tenían una anteriormente. Las conexiones dentro de ese quad pueden variar de infinitas maneras. Hay quads en los que cada miembro tiene una relación íntima con los otros tres miembros; hay enes (N), que a menudo se forman cuando dos parejas se unen existiendo una única relación íntima entre las dos parejas; y los asteriscos, cuando una persona tiene simultáneamente tres (o más) relaciones no involucradas entre sí. Como las triadas, los quads pueden convivir o no, y pueden estar abiertos a nuevas relaciones románticas o no.
Un patrón interesante que hemos visto en los quads que se forman a partir de dos parejas es que, después de un tiempo, esas dos parejas se intercambian y el quad se rompe. A veces la gente en pareja sabe que tiene problemas pero, en lugar de enfrentarse a ellos directamente, intentan comenzar una nueva relación en una estructura que es «segura». Si, por ejemplo, la esposa en una pareja tiene una cita con el marido de la otra, mientras que su esposa tiene una cita con el marido de la primera pareja, creen que nadie sentirá nunca que le han dejado de lado y ninguna nueva pareja se siente amenazada por la otra (porque, presumiblemente, la otra relación también quiere conservar su situación actual). En la práctica, la nueva relación puede resaltar los problemas y necesidades no cubiertas en ambas parejas, dando lugar a un reemparejamiento y posterior ruptura.
También existen configuraciones mayores. Las redes abiertas son bastante comunes, donde cada persona puede tener varias relaciones, algunas de las cuales pueden tener más relaciones con otras personas o no. Las redes de relaciones tienden a estructuras informales y a menudo no tienen una jerarquía definida.
Los miembros de algunos grupos poliamorosos se consideran casados mutuamente entre sí. El matrimonio grupal no está legalmente reconocido en los países occidentales, pero algunas personas en relaciones poliamorosas se llaman a sí mismas «maridos» o «esposas», celebran ceremonias de compromiso, intercambian anillos o hacen otras cosas que simbolizan mutuamente la seriedad de su relación. Franklin, por ejemplo, ha intercambiado anillos con dos de sus relaciones actuales. Otras formas poliamorosas no se consideran a sí mismas una unidad familiar.
Algunos grupos tienen una jerarquía interna, en las que ciertas relaciones (a menudo la de una pareja casada) tiene prioridad sobre el resto. Esta versión de relación poliamorosa es llamada a menudo «principal/secundaria», y hablamos de ellos en el capítulo 11. Otros grupos no asumen que exista una jerarquía de poder. Eso no quiere decir, necesariamente, que cada persona es tratada de la misma manera, sino que ninguna de las relaciones tiene siempre prioridad. Cada cual puede buscar su propio nivel y no se da por hecho que las nuevas relaciones tengan que subordinarse forzosamente. Hablaremos de esto en el capítulo 13.
Cada grupo tiene diferentes expectativas respecto a los acuerdos y las normas. Algunas relaciones poliamorosas se basan en normas, con instrucciones detalladas sobre las conductas, incluida la sexual, entre los diferentes miembros de la relación. Otras no imponen normas a sus miembros. Algunas incluyen el «derecho a veto» que permite que una persona le pueda decir a otra que termine su relación con una tercera persona... aunque como comentamos en el capítulo 12, puede ser complicado implementar esos acuerdos y peligroso llevarlos a la práctica. Otras relaciones no tienen normas respecto al veto, prefiriendo la negociación y el diálogo en su lugar. Hablaremos de algunas estructuras poliamorosas comunes, con sus ventajas y errores comunes, en la Parte 3.
Enfrentándose a las creencias habituales sobre el sexo
El poliamor da por hechas pocas cosas respecto a las conexiones sexuales. En la monogamia, con quien tenemos una relación romántica y con quien tenemos relaciones sexuales es, casi por definición, la misma persona. La intimidad emocional y la física están tan entrelazadas que algunos libros de autoayuda hablan de «infidelidad emocional» y animan a las parejas casadas a prohibirse mutuamente tener demasiada cercanía con sus amistades. En consultorios en prensa y televisión nos hablan del peligro que las «aventuras emocionales» suponen para el matrimonio monógamo y preguntan: «¿Es peor la infidelidad emocional que la infidelidad sexual?». La monogamia puede dejar sorprendentemente poco espacio para las amistades cercanas, y mucho menos para los romances no sexuales. Tu amistad más cercana y tu pareja sexual se presupone que ha de ser la misma persona. Esto crea problemas cuando los miembros de la relación ya no sienten atracción sexual mutua o tienen necesidades sexuales muy diferentes. Esto también crea problemas para quienes se identifican como asexuales. Si se espera que nuestra pareja romántica sea también nuestra única pareja sexual, ¿qué sucede cuando no hay compatibilidad sexual? ¿Qué hacemos cuándo una persona no desea o no puede tener sexo con la otra persona? En casos como este, la monogamia tiene un problema. En esa situación parece absurdo decirle a la otra persona: «Te prohíbo que cubras tus necesidades sexuales con otra persona y yo no voy a cubrir tus necesidades sexuales», pero eso es exactamente lo que sucede. La persona cuyas necesidades sexuales no se cubren tiene que elegir: presionar, coaccionar, las infidelidades a escondidas o el celibato.
Incluso cuando una buena relación monógama no es sexual por mutuo acuerdo, es tratada de manera despectiva, cuando no con burla. «¿Tu esposa y tú no habéis tenido sexo desde hace dos años? Oh, lo siento mucho. Debe ser terrible ¿Qué problema tenéis?».
Una de las ventajas del poliamor es que no significa que tengas que poner todas tus expectativas sexuales en una sola persona. Eso permite cambios que serían una amenaza en muchas relaciones monógamas. Una relación afectiva abierta, emocionalmente satisfactoria y profundamente comprometida entre dos personas que son, o se han convertido, en sexualmente incompatibles, puede crecer sin necesidad de que esas dos personas estén sexualmente frustradas el resto de su vida.
De todos modos, las necesidades no son necesariamente transitivas. Lo que necesitas en una relación no te lo va a dar necesariamente otra persona. No estamos diciendo que el poliamor sea una solución sencilla para las relaciones en las que hay un deseo desigual o no existe. Para alguna gente, la sexualidad es la expresión del romance y el amor; esas personas pueden necesitar tener sexo con todas sus relaciones románticas, y si esa expresión sexual no está presente, puede dañar la relación.
Muchas personas poliamorosas, entre quienes nos incluimos, tienen relaciones románticas muy profundas en las que la sexualidad juega un papel muy limitado o ninguno en absoluto. También hemos hablado con personas que se autoidentifican como asexuales a quienes les atrae el poliamor porque les permite formar vínculos afectivos e íntimos sin el miedo a estar privando a las personas con quienes tienen una relación de la oportunidad de tener una feliz vida sexual.
LA HISTORIA DE EVE
Peter y yo habíamos sido pareja durante diez años cuando decidimos casarnos. El día de nuestra boda hacía un año y medio, aproximadamente, que no habíamos tenido sexo.
Comenzamos nuestra relación como la mayoría de las parejas, calientes todo el tiempo, experimentando y teniendo sexo como conejos. Y como muchas parejas, nuestra vida sexual fue declinando con el tiempo, aunque en nuestro caso quizá declinó más rápido de lo habitual, debido al estrés, a mi pobre imagen corporal, la medicación que estaba tomando y varias separaciones largas debidas a mis estudios de posgrado. Fue, de hecho, la necesidad de más variedad sexual –y más sexo– lo que motivó que, inicialmente, eligiéramos explorar primero el swinging y más tarde el poliamor.
Cuando comenzamos nuestra relación Ray y yo, mi vida sexual con Peter mejoró dramáticamente durante un tiempo, para hundirse de nuevo. Después de que él hubiese estado con Clio y Gwen durante un año, finalmente nos sentamos y tuvimos La Conversación. Me había dado cuenta de que ya no sentía interés sexual por Peter ni lo había tenido desde hacía tiempo. La culpa por no ser capaz de darle los momentos de intimidad que yo pensaba que él se merecía, y su frustración cuando yo rechazaba sus avances, fue demasiado para mí. Si queríamos seguir como pareja, yo necesitaba el reconocimiento formal y mutuo de que el componente sexual de nuestra relación se había terminado. Me había dado cuenta, le dije, de que él podría no querer seguir siendo mi pareja y que yo aceptaría su decisión.
Esa conversación nos hirió, a él y a mí. Peter necesitó tomarse un tiempo para pensar sobre mi propuesta. Al final, volvió y me dijo que todavía quería seguir siendo mi pareja. La transición no fue fácil, pero fue mucho más fácil que intentar mantener o revivir una relación sexual que ya no funcionaba, o que yo intentara seguir cargando con la culpa de no estar dando lo que pensaba que Peter se merecía. En definitiva, la conversación no inició realmente ningún cambio: hizo que lo que ya estaba sucediendo se hiciese visible y consensuado. Fue despuésde ese acuerdo cuando decidimos casarnos.
Para aceptar su nuevo acuerdo y fraguar una relación que era de cariño, de apoyo mutuo y feliz, Eve y Peter tuvieron que hacer frente a una serie de creencias tóxicas muy arraigadas sobre el sexo y las relaciones:
• Que le debes sexo a la persona con quien tienes una relación.
• El deseo sexual es algo que puede ser ofrecido o denegado.
• La falta de deseo sexual es, como mínimo, señal de que algo malo está pasando en la relación. En el peor de los casos, algo hecho con mala intención.
El deseo no tiene un botón de encendido. No importa lo mucho que te pueda importar alguien, no importa lo mucho que desees cubrir sus necesidades, si el deseo sexual no está presente, no está presente. Sí, alguna gente puede trabajar sobre ello, y muchas diadas pueden atravesar momentos de escaso deseo, pero muchas no pueden y no pasa nada. A veces no te apetece, y a veces no deseas a la persona a quien se supone que debes desear.
Nunca debes tener la obligación de tener sexo cuando no es lo que deseas. No creemos que sea algo que debas hacer para salvar una relación, para demostrar cuánto te importa alguien o para cubrir cualquier otra necesidad que tengas, sea económica, emocional o social. No desear a alguien físicamente no significa que no la ames. O que quieras herirle. O que te pasa algo malo. No es siquiera señal de que no eres compatible con esa persona. Simplemente significa que, por la razón que sea, tu cuerpo no está respondiendo. Y si no te apetece, por favor, no lo hagas.
Muchas relaciones profundamente amorosas a largo plazo terminan volviéndose platónicas. Cuando nos pusimos a buscar estadísticas, encontramos que entre el 20 y el 30 por ciento de las relaciones no tienen sexo o es muy escaso (sus miembros tienen sexo menos de diez veces al año). Cerca del 5% de los hombres casados menores de 40 años son completamente célibes; A los 50 años, se incrementa hasta un 20%, y ese porcentaje sigue creciendo con la edad.
Encontramos estadísticas sobre los «matrimonios sin sexo» en prensa y libros con títulos que dejaban claro cómo veían las relaciones: La decisión de continuar en una relación involuntariamente célibe, Reavivar el deseo: Guía para el sexo apasionado de una mujer cansada, Terapia de pareja y el Tratamiento de la disfunción eréctil. Es desafortunado que patologicemos algo tan normal y que asumamos que las relaciones sin sexo deben romperse. El poliamor permite la posibilidad de que mantengamos relaciones que nos importan y tener sexo cuando (y solo cuando) lo deseamos, porque lo deseamos y no porque debemos tenerlo por miedo a perder a alguien que nos importa.
Eve y Peter se han enfrentado a críticas y malentendidos sobre su acuerdo, incluso de sus amistades más cercanas. Peter es, en todos los sentidos, un ser humano absolutamente maravilloso, y Eve se ha sentido más de una vez avergonzada ante sus amistades mutuas por denegarle relaciones sexuales a Peter. A ella le han hecho sentirse una desagradecida o le han hecho pensar que algo malo le pasaba por no desearle. Incluso le han dicho que su matrimonio no es «de verdad». (Una de sus amistades, con buena intención, comentó una vez: «Es tan adorable que todavía uses la alianza de bodas».) Si fuera así, entonces millones de parejas casadas no estarían casadas «de verdad».
Lo único inusual en el caso de Eve y Peter es que acordaron mutuamente su situación y que han elegido hablar de ello abiertamente. Quieren contar su historia para que otras personas en la misma situación sepan que no les pasa nada malo, que no son un caso único y que sus relaciones siguen siendo legítimas y «reales».
Definiendo qué es una relación
¿Qué es una «relación romántica»? ¿Qué diferencia una relación romántica no sexual de una amistad cualquiera? ¿Pueden tener relaciones románticas las personas arrománticas? No te rías, esa es una pregunta que les han hecho tanto a Eve como a Franklin.
Wikipedia dice que las relaciones románticas se caracterizan por las emociones de amor, intimidad, empatía, aprecio y afinidad. Esa definición no es de mucha utilidad, porque la mayoría sentimos esas mismas emociones, aunque quizá en distinto grado, con nuestras amistades no románticas. La idea de que las relaciones se caracterizan por esas emociones es un buen punto de partida, pero al final, creemos que la definición de relación romántica depende de las personas involucradas.
LA HISTORIA DE FRANKLIN
Tuve una relación con Amber durante más de una década. Al comienzo parecía una relación convencional: convivíamos, compartíamos cama, nos sentábamos a cenar al final del día.
Unos años más tarde, ella se mudó a otra ciudad para obtener su licenciatura en Neurobiología.
En nuestra relación pasamos de convivir a relacionarnos a distancia, pero aún mantenía muchas señales convencionales propias de una relación romántica. Nos visitábamos a menudo, nos reuníamos cuando podíamos y seguimos siendo amantes.
Menos de un año después, me mudé aún más lejos. Amber y yo mantuvimos una relación a distancia, pero se volvió más y más complicada. Ella estaba trabajando en su trabajo de fin de máster sobre bioinformática y estudiando Matemáticas Puras, por lo que su atención se concentró cada vez más en su trabajo académico, y cada vez tenía menos tiempo disponible para mantener una relación romántica, mucho menos una a larga distancia. Terminé acostumbrándome a verla menos a menudo: Dos veces al mes, luego una vez al mes y al final una vez cada seis semanas.
Finalmente, Amber me contactó y me dijo que no le parecía posible que la parte sexual de nuestra relación pudiese continuar. Su trabajo académico estaba consumiendo su vida y su libido estaba sufriendo los efectos del estrés. Me comentó que temía que hablar francamente conmigo supusiera el final de la relación, pero que ella sentía la necesidad de descartar el sexo en la relación.
Yo disfrutaba realmente siendo el amante de Amber, por lo que me dolió lo que me dijo. Pero realmente me dolió menos de lo que esperaba. Siempre he admirado a Amber, y creo firmemente en el trabajo que está realizando. También creo con la misma claridad que la sexualidad debe ser consensuada y yo no quiero tener una amante que no tiene el tiempo ni el deseo entusiasta de estar conmigo.
Nuestra relación cambió sorprendentemente poco. Seguimos compartiendo la cama cuando nos íbamos a visitar, pero solo para acurrucarnos y dormir. Nos demostrábamos, y seguimos demostrando, el afecto mutuo físicamente. Nos seguimos queriendo mucho.
Cuando me mudé a Portland, la relación se convirtió en una a muy larga distancia. De todos modos, sigue siendo una relación romántica. Nos queremos, y nuestras vidas siguen mutuamente entrelazadas en muchos aspectos, en la medida que podemos. Hemos intercambiado nuestros anillos. Seguimos compartiendo intimidad. Cuando ella tuvo problemas en una de sus relaciones, me llamó para que la apoyase, y yo crucé el país para estar con ella. Compartimos nuestras esperanzas, sueños, alegrías y penas. Seguimos teniendo un compromiso absoluto con nuestra felicidad mutua. En todas las facetas importantes, Amber sigue siendo una de mis parejas. Nuestra relación no se parece a las relaciones románticas convencionales, al menos no como las de la era victoriana, pero una de las cosas increíbles del poliamor es que podemos marcar nuestro propio camino, definiendo nuestra relación para que se adapte más a nuestra vida que a las normas culturales.
La experiencia de Franklin y Amber muestra que juzgar el éxito de una relación basándose en algunos criterios arbitrarios tiene menos sentido que juzgarlo basándose en el hecho de que las personas involucradas en esa relación consideren que es un éxito.
¿Cuántas relaciones?
Es posible no tener ninguna relación y ser una persona poliamorosa. Es posible tener solo una relación y ser una persona poliamorosa. Si tu intención es mantener todas las posibilidades abiertas para tener múltiples relaciones románticas, eres una persona poliamorosa independientemente de tu estado actual. De hecho, si el poliamor es parte de tu identidad (para alguna gente lo es; para otra, no) podrías estar en una relación monógama y seguir siendo una persona poliamorosa.
¿Hay un número «correcto» de relaciones en el poliamor? No ¿Hay un número «correcto» de relaciones que tú debas tener? Podría ser. Sin duda hay un máximo. Hay un dicho entre la gente poliamorosa: «El amor es infinito; el tiempo y la atención no lo son». Es debatible si el amor es infinito o no; en términos prácticos, probablemente no lo es[1]. El tiempo y la atención definitivamente no lo son. Diferentes personas tienen limitaciones diferentes respecto al tiempo y la atención que pueden ofrecer, y diferentes relaciones requieren diferentes cantidades de cada uno, por lo que algunas personas pueden mantener más relaciones románticas que otras antes de llegar a estar «polisaturadas», como se suele decir.
El número de relaciones que eres capaz de mantener puede variar. Algunas situaciones, como empezar en un nuevo trabajo o cuidar de un bebé, consumen inmensas cantidades de tiempo y espacio emocional; es normal sentir que no quieres comenzar una nueva relación hasta que tengas más tiempo (aunque, esperemos, seguirás cuidando de las que tienes). Por otro lado, a veces hay puntos de inflexión, cambios radicales: puede que encuentres a una persona tan increíble, tan fantástica, que no te importaría reacomodar partes de tu vida para hacerle un espacio. Los cambios radicales son disruptivos, como hablaremos en el capítulo 14.