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1º de enero - Innovación

De adentro hacia afuera

“Presten atención, que les voy a contar un misterio” (1 Cor. 15:51, RVC).

No nos conocemos aún, pero me atrevo a decirte dos cosas sobre ti: 1) no estás tan cerca de Dios como te gustaría y, 2) hay aspectos de ti que quisieras cambiar. Estoy dando por hecho que te pareces en algo a mí.

Bien sea que estés leyendo esto el 1º de enero o el 14 de octubre, este libro es tu boleto de entrada a un nuevo año y a una nueva vida, en la que no vas a cambiar tanto en apariencia, sino en esencia; no de lo externo hacia lo interno, sino de adentro hacia afuera. No te voy a dar un plan para ponerte en forma, hacerte rico o aprender a hacerlo todo más rápido, pero sí te daré información, conocimientos y consejos que serán de mucha utilidad en tu vida.

Leerás sobre personas que mantuvieron la calma en medio de la tormenta, tomaron decisiones sabias en plena incertidumbre y lo dieron todo por el reino de Dios. Personas que lograron transformar su mundo al defender aquello en lo que creían, confiando en Dios y en el increíble poder del amor. Nos adentraremos en la Biblia para ver cómo se entrelaza de principio a fin, qué es lo que contienen realmente sus páginas y cómo sus primeros lectores la deben haber interpretado. También trataremos de aclarar cosas que probablemente nunca tuvieron sentido para ti. Exploraremos lo que la ciencia dice acerca de Dios (y lo que Dios nos dice acerca de la ciencia).

Analizaremos temas de la vida cotidiana, como la familia o las relaciones románticas. Hablaremos de historia y de tus posibilidades misioneras, tanto cruzando la calle como del otro lado del mundo. Incluso analizaremos el adventismo: sus personalidades, controversias y potencial. Profundizaremos en la espiritualidad, en la lucha que todos libramos para superar nuestros defectos de carácter y en los planes de Dios para nuestra vida. Veremos cómo está obrando en el mundo, liderando y permitiendo que tomemos nuestras propias decisiones. Encontraremos respuestas y también preguntas.

Cuando los tres amigos de Job trataron de consolarlo con argumentos tópicos y vacíos, Dios les dijo que debían arrepentirse de su engreimiento. Y le dijo a Job que tendría que aprender a vivir con esas ambigüedades. Es decir, que aunque no siempre tendremos respuestas fáciles a nuestras preguntas difíciles, aprendemos que, con Dios, a veces lo único que tenemos que hacer es aceptar el misterio.

2 de enero - Adventismo

Religión de aeropuerto

“La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz” (Rom. 8:6, NVI).

La semana pasada, leí una carta al editor que me puso a pensar. Un cristiano sincero escribió a la Revista adventista preocupado por cuán bajo han caído los estándares de nuestra Iglesia. Antes –según él– se podía identificar a un miembro de la iglesia con solo mirarlo, pero ahora la mayoría se ven iguales a las demás personas porque, de hecho, se visten igual.

Me pregunté si aquel “escritor” de cartas sería un viajero como yo. En el mundo hay personas que coleccionan figuras de porcelana, muñecas Barbie o cromos… yo colecciono aeropuertos (y dispensadores de caramelos Pez, aunque esto último no viene al caso). La última vez que saqué la cuenta, yo ya había estado en más de sesenta aeropuertos. Y a pesar de lo agotador que puede resultar viajar –horas intempestivas, comida basura, retrasos y maletas– sigue siendo una de las mejores formas de practicar uno de mis deportes favoritos: observar a la gente.

La gente parece perder la compostura cuando viaja (y no me refiero a un tipo al que vi gritándole a su celular). Se les sale el verdadero yo, que no siempre es bonito. El otro día, por ejemplo, mientras esperaba en el aeropuerto de Baltimore tras enterarme de que mi vuelo llegaría demasiado tarde para tomar mi conexión a Perú, vi cómo un hombre se salía de sus casillas. No vestía de manera diferente, pero su actitud y comportamiento dejaban muy claro que el Espíritu Santo no moraba en él.

Regresando del mismo viaje, abordé un avión donde viajaba un grupo de misioneros a los que no conocía, y a pesar de que usaban pantalones cortos, sandalias y camiseta como cualquier turista, no me costó reconocerlos. Era evidente su relación con Dios en la paz que transmitían y la sonrisa que llevaban puesta.

Nuestra relación con Cristo debería influir en absolutamente todo lo que hacemos: desde la ropa que compramos hasta lo que vemos en nuestras pantallas, pero no porque tengamos miedo a que Dios nos juzgue o a que hablen mal de nosotros. Nuestras decisiones cambian porque Dios cambia nuestras prioridades.

Cuando entendemos el precio que Jesús pagó para salvarnos, el sufrimiento del mundo que nos rodea, y que lo que hacemos a los demás en realidad se lo hacemos a Jesús, no volvemos a ver al mundo de la misma manera.

3 de enero - Biblia

Cómo fue escrita la Biblia

“El Maestro se esmeró por encontrar las palabras correctas para expresar las verdades con claridad” (Ecl. 12:10, NTV).

Cuando algunos cristianos piensan en cómo escribían los autores de la Biblia, se imaginan algo así como cuando yo tomaba notas en la clase de Biología durante mis años de universidad. El profesor comenzaba cada clase diciendo: “Preparen sus lapiceros”. Mis compañeros y yo íbamos tomando notas apresuradamente mientras él hablaba y hablaba.

Aunque ocasionalmente los escritores de la Biblia registraban palabra por palabra lo que escuchaban en visiones y sueños, lo cierto es que también se valían de diversos métodos adicionales. Muchas veces, escribían de su experiencia personal, como cuando el apóstol Pablo describe sus viajes misioneros. Otras veces solo empezaban a escribir después de haber realizado una cuidadosa investigación; como por ejemplo Lucas. Él mismo dice que escribió su Evangelio “después de investigar todo con esmero” (Luc. 1:3, NTV). No recibió su Evangelio ya expresado palabra por palabra, por medio de una visión directa de Dios, sino que habló con testigos oculares de los hechos de Jesús en esta tierra, y con otras personas que podían darle la información que Dios quería transmitir a las generaciones futuras. Quizá Lucas utilizó escritos compilados por otros (Elena de White nos dice que cuando era niño, Timoteo estudió una colección de “enseñanzas y lecciones de Cristo” que ya existía antes de que se hubiera escrito un Evangelio completo). Finalmente, cuando Lucas reunió todo el material, el Espíritu Santo lo ayudó a elegir los mensajes que debía presentar y lo dirigió en la escritura.

Los autores de Reyes y de Crónicas consultaron registros históricos, como los anales de los reyes de Israel y Judá. También obtuvieron información de escritos que no están incluidos en la Biblia, como los de los profetas Natán, Ahías e Iddo (ver 2 Crón. 9:29). El Espíritu Santo inspiraba al escritor bíblico en cuanto al significado espiritual de algún acontecimiento, mientras el autor humano verificaba documentos históricos en busca de detalles.

Algunas veces, los escritores de la Biblia incluían información que habían recopilado de fuentes no israelitas. El libro de Proverbios, por ejemplo, contiene dichos tomados de la literatura sapiencial de Egipto y Asiria. Igualmente, algunos Salmos y partes del libro de Lamentaciones hacen eco de diversos himnos y poesías no israelitas conocidos en la época. Pero lo clave es esto: siempre el Espíritu Santo dirigió a los escritores de la Biblia, para que nosotros hoy podamos confiar en que presentaron fielmente los mensajes de Dios.

GW

4 de enero - Ciencia

La evolución – parte 1

“¡Maldita será la tierra por tu culpa! Con penosos trabajos comerás de ella todos los días de tu vida. La tierra te producirá cardos y espinas” (Gén. 3:17, 18, NVI).

Desde que Darwin se basó en ideas preconcebidas sobre los orígenes de la vida para presentar su teoría de la evolución en El origen de las especies, se ha venido librando una dura batalla. Los cristianos se han mostrado dubitativos en sus respuestas, aferrándose, por supuesto, a lo que dice la Biblia. Han acudido a la ciencia para demostrar que Dios es el Creador de todo, aunque con resultados ambiguos. En su intento por defender a Dios, han terminado haciendo declaraciones que van más allá de lo que dice la Biblia (como, por ejemplo, que las especies jamás han cambiado en lo más mínimo). Mientras tanto, los científicos han ido descubriendo cada vez más cómo funciona la vida, aunque nadie sabe con certeza a dónde llevan sus descubrimientos. Han ido añadiendo puntos pero no han sido capaces de conectarlos.

Al creyente que se atreva a participar en este debate le esperan varios desafíos. Uno es no reducir la obra de Dios a una simple fórmula matemática. Otro es permitir que la Biblia cuente su historia a su manera, no a nuestra manera moderna. El tercero es mantener la humildad y recordar que Dios nos ha dado suficiente información y evidencias para creer, a pesar de las preguntas que plantea la teoría de la evolución.

Echemos un breve vistazo a algunos de los principios que moldean el debate creación-evolución, y lo que podemos y no podemos decir. Hoy veremos dos, mañana más.

1. Según la Biblia, el mundo ha experimentado al menos dos cambios importantes desde que Dios lo creó. Cuando Adán y Eva pecaron, Dios cambió la forma en que operaban la naturaleza y nuestro cuerpo. El cuerpo humano comenzó a envejecer y morir; en la naturaleza, aparecieron “cardos y espinas”, y podemos deducir que también virus, parásitos y venenos, que simplemente no existían antes de la entrada del pecado. El mundo no funciona hoy bajo las mismas reglas que cuando Dios lo creó. El pecado lo ha trastocado todo.

2. El segundo cambio ocurrió durante el diluvio, cuando Dios reorganizó el planeta de maneras que no podemos conocer del todo. Lo que la ciencia puede estudiar sobre los orígenes de la vida está distorsionado por esta realidad, que dejó incompleta la información disponible.

También significa que lo que conocemos como milagros –curaciones, la voz de Dios que se revela repentinamente– ocurren cuando el mundo funciona por un instante como se suponía que debió funcionar siempre, antes de que cayeran sobre él las sombras.

5 de enero - Ciencia

La evolución – parte 2

“Cuando Dios hace tronar su voz, se producen maravillas; suceden grandes cosas que nadie puede comprender” (Job 37:5).

Continuemos hablando del tema de ayer: el debate creación-evolución. Retomémoslo en el punto número 3.

3. Las especies cambian (esta es una realidad que a los creacionistas les costó reconocer), pero jamás cambian de la manera en que afirma la evolución. Por ejemplo, las diversas especies de felinos (leones, tigres, leopardos o gatos) tal vez descienden del mismo ancestro que viajó en el arca, pero los experimentos no han podido demostrar evidencia alguna de que sea posible que los animales desarrollen nuevos órganos o estructuras corporales.

4. Los argumentos principales de la evolución a menudo se reducen a presuposiciones. Por ejemplo, los llamados “órganos vestigiales” (supuestos restos de especies anteriores) se consideran evidencia de la evolución; sin embargo, se ha descubierto que casi todas las partes del cuerpo humano que alguna vez fueron consideradas “vestigiales” son en realidad bastante útiles.

5. Darwin y evolucionistas posteriores han argumentado contra la idea de un Creador divino, sugiriendo que los patrones que vemos en la naturaleza son ilógicos. Stephen Jay Gould escribió: “Las disposiciones extrañas y las soluciones singulares constituyen la verdadera prueba de la evolución, caminos que un dios sensato jamás habría adoptado, pero que un proceso natural, constreñido por la historia, se ve obligado a seguir” (El pulgar del panda, cap. 1). Pero esto ignora la realidad de un mundo deformado por el pecado.

6. El registro fósil presenta desafíos tanto para la evolución como para el creacionismo. La ciencia ha descubierto que el registro fósil coincide con la secuencia de desarrollo que propone la evolución, pero con grandes espacios en los que no vemos a las especies intermedias que serían necesarias para un cambio masivo. Stephen Gould y Niles Eldredge propusieron la teoría del equilibrio interrumpido para explicar esto, sugiriendo que en ciertos momentos, la evolución simplemente actúa muy, muy rápido. Es decir, si parpadeas, te lo pierdes.

Continuará…

6 de enero - Vida

La evolución – parte 3

“El Señor, el que forma las montañas y crea el viento, el que da a conocer sus planes al hombre, el que convierte la luz en oscuridad, el que recorre las regiones más altas de la tierra, el Señor, el Dios todopoderoso: ese es su nombre” (Amós 4:13).

Es fácil dejarse atrapar por todo lo que implica el debate evolución-creación: microevolución y macroevolución, contradicciones en el registro fósil, la explosión cámbrica, los dinosaurios y los neandertales... Sin embargo, tanto el creacionismo convencional como la teoría de la evolución dejan una multitud de preguntas sin respuesta.

El rey David escribió: “¡Te alabo porque soy una creación admirable! ¡Tus obras son maravillosas, y esto lo sé muy bien!” (Sal. 139:14, NVI). Génesis nos dice que fuimos creados a la imagen de Dios, con la capacidad de apreciar la belleza, la sabiduría y las maravillas. Aunque el pecado lo corrompió todo en nosotros y en nuestro entorno, deformando y distorsionando aquello que debería ser una vislumbre de su Creador, Dios aún nos ama y promete restaurarnos.

El biólogo Ariel Roth escribió: “Se estima que hay cerca de 100.000.000.000.000 de conexiones entre las células nerviosas del cerebro humano. El hecho de que podamos pensar con claridad (¡esperamos que la mayoría pueda hacerlo!) da testimonio de un maravilloso y complejo orden de partes interdependientes que desafía cualquier sugerencia de un origen producido por meros cambios evolutivos aleatorios. ¿Cómo podrían desarrollarse órganos tan complicados mediante un proceso no planificado?” (In Six Days: Why 50 Scientists Choose to Believe in Creation, p. 89).

Finalmente, un cristiano tiene que sopesar tanto la evidencia material como la inmaterial; lo físico así como lo sobrenatural; el misterio y la historia de su propia relación con Dios; así como ejemplos de personas que conozca que viven una vida diferente debido a su relación con Dios.

Personalmente, la mayor evidencia de un Dios amoroso y creador que conozco son las increíbles transformaciones que he presenciado, y que es obvio que no han ocurrido por evolución. Son los amigos y familiares que han pasado, de forma lenta pero segura, de ser personas cínicas y egocéntricas a seres leales a Dios, con una esperanza. Solo el poder del Espíritu Santo puede convertir la amargura y la tristeza en afecto y unión.

Antes del diluvio, la gente podía ver evidencias asombrosas del Dios Creador, incluyendo a un ángel que vigilaba las puertas del Edén; pero, aun así, decidió ignorarlo. Las creencias y las convicciones no son meros asuntos externos. Deben provenir del corazón.

7 de enero - Misión

Mis locos cumpleaños

“Si el Señor no construye la casa, de nada sirve que trabajen los constructores” (Sal. 127:1).

Cuando cumplí trece años, me pasé el día pintando la que sería mi habitación en nuestra nueva casa. Pero mis padres me dijeron que el color les parecía horrible. ¡Demasiado verde! Querían algo azul. Todo un día esforzándome en pintar (hasta me causó dolores musculares) para nada. Así que dejé que mis padres pintaran de nuevo, a su gusto. ¿De qué sirve hacer algo que nadie aprecia? Juré que jamás volvería a esforzarme en un trabajo físico.

El día que cumplí catorce, tuve edad suficiente para comenzar a trabajar de forma remunerada en mi escuela, pero preferí quedarme en casa celebrando mi cumpleaños. Quería posponer eso del trabajo físico el mayor tiempo posible, y mi cumpleaños era una buena excusa. Pero al día siguiente, me tocó presentarme como parte del equipo de jardinería de la academia. Tenía que cortar el pasto y desmalezar arbustos. El jefe conducía cómodamente un tractor con techo mientras nosotros empujábamos segadoras bajo un sol abrasador. El hombre se paraba a dar indicaciones mientras nosotros llevábamos troncos de un lugar a otro. Aprendí mucho sobre el trabajo duro (específicamente, cómo evitarlo) y le tomé más fobia al trabajo físico.

Gracias a lo que podríamos catalogar como una intervención divina, después de solo dos semanas me transfirieron al feliz mundo del trabajo de oficina. Cuando cumplí quince años no le tenía miedo al trabajo. Claro, me refiero a fotocopiar, escribir, enviar faxes, ¡dénmelo a mí! Pero Dios aún no había terminado conmigo. Un día, puso en mi corazón viajar a la República Dominicana con misioneros de Maranatha. Yo aún tenía recuerdos poco gratos del trabajo duro al aire libre, pero Dios seguía llamándome a realizar aquel viaje misionero.

Me preguntaba cómo podía Dios pensar que yo era el adecuado si él había visto mi desempeño trabajando ocho horas diarias bajo el sol... Pero Dios es persuasivo, así que recaudé fondos y me sacrifiqué para pasar dos semanas trabajando en construcción en Dominicana. “¿Será diferente esta vez?”, me pregunté.

Al comienzo del viaje estaba un poco reacio a probar cosas nuevas, pero pronto me ambienté. Durante mi cumpleaños número dieciséis, en Santo Domingo, recogí tierra con una pala, me agaché una y otra vez para recoger rocas, empujé decenas de veces una carretilla llena de bloques de hormigón, vertí cemento en agujeros... Y fue divertido. ¿Por qué fue distinto esta vez? Porque en vez de hacer algo pensando en mí mismo, estaba haciendo algo por los demás.

8 de enero - Innovación

La caricatura

“Cuando Dios creó al hombre, lo creó a su imagen” (Gén. 1:27).

A todo el mundo le gusta tener una maestra sustituta. Bueno, a todo el mundo no. Yo logré mantener la cordura durante la ausencia por maternidad de mi maestra de tercer grado única y exclusivamente gracias a las predicaciones de la oradora invitada para la Semana de Oración, la reconocida autora Sally Streib. Y cuando la maestra Zane, sustituta, nos impartió la clase de arte de octavo grado, bueno, lo menos que la consideré en ese momento fue “amiga”.

La maestra Zane nos pidió que dibujáramos a nuestros compañeros, y a mí me pareció que mi amiga Christine era una excelente fuente de inspiración. Tenía una larga cabellera rubia, un rostro ovalado, gafas redondas y una nariz prominente. Picasso no podría haber estado más emocionado que yo con mi musa.

Christine se sentó a mi lado y empezó a posar mientras yo comenzaba a dibujarla. Exageré sus rasgos, convirtiendo su rostro en un revoltijo de curvas y ángulos, que era exactamente lo que yo estaba buscando. Seguí el famoso estilo de arte conocido como caricatura. Cuando terminé, a Christine le encantó, y solo faltó haber tenido una cámara a mano para capturar su sonrisa. La señora Zane, por el contrario, se mostró horrorizada.

–¡Qué dibujo tan horrible! –exclamó–. ¿Por qué hiciste una imagen tan fea de una chica tan linda?

–Es una caricatura –traté de explicarle–. Como las que hacen los que dibujan a los políticos o a ciertos personajes famosos. Exagera los rasgos físicos de la persona para lograr un efecto gracioso. Es como dibujar a Abraham Lincoln como un hombre exageradamente alto y delgado con un gran sombrero negro.

La maestra Zane refunfuñó, poco convencida. Si alguna vez me habría sentido orgulloso de haber obtenido la calificación más alta, habría sido ese día.

Aunque la señora Zane solo vio fealdad en mi caricatura, la fea verdad es que la vida está llena de caricaturas. Y las peores caricaturas son las palabras: palabras degradantes, humillantes y deshumanizantes. En el mundo de los negocios, los hombres veían a las mujeres en las oficinas como simples “faldas”. Los fanáticos de hoy lanzan improperios que se burlan de las personas por sus rasgos o sus acciones. El chino, el negro, el ilegal, el mocho… Cuando etiquetamos a las personas con motes burlones que las humillan, todos perdemos. Perdemos su valioso aporte. Y perdemos un poco de nuestra propia humanidad al negar la de ellos.

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9789877982893
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