Milton Friedman: la vigencia de sus contribuciones

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Milton Friedman: la vigencia de sus contribuciones
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Rolf Lüders es ingeniero comercial de la Pontificia Universidad Católica de Chile, MBA y PhD en Economía de la Universidad de Chicago. Es Profesor Titular del Instituto de Economía de la Universidad Católica, investigador asociado de su programa EH Clio Lab y profesor en el Bing Overseas International Program de Santiago de la Universidad de Stanford. Fue decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la UC entre 1968 y 1971 y profesor visitante en varias universidades de Estados Unidos, como Cornell, UCLA y Johns Hopkins, además de otras nacionales.

Entre 1982 y 1983 fue ministro de Hacienda y de Economía y es autor de varios libros y numerosos artículos publicados en revistas especializadas.

Francisco Rosende es ingeniero comercial de la Universidad de Chile y Master en Economía de la Universidad de Chicago. Actualmente es Profesor Titular del Instituto de Economía de la Pontificia Universidad Católica de Chile y entre 1995 y 2013 fue decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la misma universidad. Su área de especialidad es la teoría monetaria y macroeconomía. Fue Gerente de Estudios del Banco Central de Chile (1986-1990), miembro de la Comisión Resolutiva Antimonopolio (1999-2001) y Presidente de la Comisión Presidencial de Defensa de la Libre Competencia (2011). Ha escrito numerosos artículos en revistas académicas y es autor-editor de varios libros, como La Escuela de Chicago y Teoría Macroeconómica: Crecimiento, Ciclos y expectativas, ambos publicados por Ediciones UC.


EDICIONES UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE

Vicerrectoría de Comunicaciones y Educación Continua

Alameda 390, Santiago, Chile

editorialedicionesuc@uc.cl www.ediciones.uc.cl

Milton Friedman

La vigencia de sus contribuciones. Metodología, Teoría y Política Económica

Rolf Lüders Sch., Francisco Rosende R.

Editores

© Inscripción Nº 248.652

Derechos reservados

Enero 2015

ISBN edición impresa N 978-956-14-1490-7

ISBN edición digital N 978-956-14-2544-6

Primera Edición

Diseño:

M. Francisco de la Maza

versión | producciones gráficas ltda.

Diagramación digital: ebooks Patagonia

www.ebookspatagonia.com info@ebookspatagonia.com

CIP-Pontificia Universidad Católica de Chile

Milton Friedman: la vigencia de sus contribuciones: metodología, teoría y política económica

/ Rolf Lüders Sch., Francisco Rosende R. editores.

1. Friedman, Milton,1912-2006

2. Economistas-Estados Unidos

3. Escuela de Economía de Chicago

I. Lüders Schwarzenberg, Rolf J., ed.

II. Rosende R., Francisco, ed.

2014 330.092 + DDC23 RCAA2

CONTENIDO

Prólogo

Sergio de Castro

Introducción

Rolf Lüders y Francisco Rosende

Milton Friedman: Un reconocimiento

Arnold Harberger

Economía, Economistas y Valores

Gert Wagner

Milton Friedman y la Gran Depresión: Análisis y Lecciones

Rolf Lüders

Vigencia de las contribuciones de Milton Friedman en Teoría y Política Monetaria

Francisco Rosende

Friedman y la Política Cambiaria

Sebastián Claro

Milton Friedman y la Política Fiscal

Matías Tapia

¿Quién protege al consumidor?

Juan Andrés Fontaine

Friedman: Educación, Política Social y Libertad

Claudio Sapelli

Friedman, la solución de los problemas de externalidades y el control de la contaminación

José Miguel Sánchez

Libertad económica y conscripción

Jorge Selume

Milton Friedman: Su Pensamiento e Influencia a 100 años de su existencia

Carlos Cáceres

Gasto Público y Tributación

Álvaro Donoso

Prólogo

Sergio de Castro S.

No tuve la suerte de asistir a su curso de Teoría Monetaria, o a sus seminarios sobre dicha materia, pero leí todas sus publicaciones y las disfruté intensamente. Por sus amigos creo haber llegado a conocerlo y apreciarlo. No cabe duda de que era un científico ciento por ciento, dedicado a revelar la verdad sobre los problemas económicos más importantes que deben enfrentar los países en general. Era un fanático de la comprobación de las teorías, pues analizaba si las predicciones hechas sobre la base de aquellas coincidían o no con la realidad.

Contrariamente a las acusaciones de sus detractores, Friedman no adscribía a ninguna ideología en particular. Su relación con Ronald Reagan, de sincera amistad, se prestó para tacharlo de conservador. Pero por amigo que fuera Friedman de Reagan, no habría aceptado asesorarlo si hubiera pensado que no estaba dispuesto a hacer reformas que permitieran una aplicación más profunda de los principios de una economía de libre mercado, que dinamizara el desarrollo económico de Estados Unidos, y eso fue lo que hizo, con gran éxito.

Milton Friedman era un hombre sencillo, cálido y que comunicaba su alegría de vivir. No tengo ninguna duda de que es lejos el mejor economista del siglo XX. Cuando Keynes ganó aceptación general predicando que la política fiscal era necesaria para evitar las crisis económicas, Friedman postuló y luego demostró que la gran crisis financiera de 1929 se debió a la errada política de la Reserva Federal, que redujo la cantidad de dinero. También criticó la exagerada intervención del Estado en el funcionamiento de la economía, por las ineficiencias que introducía. En la batalla de las ideas, las suyas en pro de la libertad y de la competencia de los mercados se han impuesto en gran parte del mundo, y desde luego en los países que han logrado progresos notables.

El caso más espectacular es sin duda China. El fracaso del “Gran salto adelante” de Mao, que lo indujo el año 1966 a decretar la “Revolución Cultural”, duró una década y generalizó el caos social y económico.

En 1976 fallece Mao y asciende al poder Deng Xiaoping. Este descubre que no es importante el color del gato, sino que cace ratones, e inicia reformas económicas promercado. A inicios de los 80, Friedman es invitado a China, donde expone sobre las ventajas de que sean los mercados libres y competitivos los que determinen el óptimo en la distribución de los recursos productivos en un país. El episodio de Tiananmen, en 1989, interrumpe el progreso en la apertura económica a los incentivos de mercado, pero este se reanuda en 1992, con Deng decidido a profundizar el uso de los mercados en la agricultura y la industria, con resultados sorprendentes.

Este es el punto de inflexión para el espectacular desarrollo económico de China, desplazando el año 2010 a Japón del segundo lugar en el PIB mundial. Varios cientos de millones de chinos han dejado la pobreza y la seguirán dejando.

Se cumple así lo que pronosticaba Friedman. Falta ver si se cumplirá lo que podríamos llamar el corolario de Friedman, de que una economía libre exitosa llevará a un régimen político democrático.

Introducción

Rolf Lüders Sch. | Francisco Rosende R.

El 31 de julio de 2012 se cumplieron 100 años del nacimiento de Milton Friedman. Ese aniversario dio lugar a una serie de artículos de prensa y seminarios en los que se recordó lo que fue su notable carrera académica. Una de estas actividades fue un seminario –relativamente pequeño en cuanto al número de invitados– que organizó en Santiago la Fundación Populi, donde intervino un grupo de economistas que, desde sus respectivas áreas de especialidad, destacaron algunas de las contribuciones realizadas por Milton Friedman.

 

El interés que se apreció en dicho evento tanto por participar del análisis de las ideas de Friedman como en examinar la vigencia de estas en el mundo actual nos motivó a preparar este volumen, el que incorpora a quienes intervinieron en el mencionado encuentro y también a otros economistas que abordan temas que no fueron cubiertos en este. En cada caso se trata de trabajos donde el autor plantea una perspectiva personal acerca de un área o tema de interés dentro de las contribuciones de Friedman. Esta exposición se ha realizado buscando cubrir los aspectos e implicancias esenciales del tema en análisis, evitando caer en tecnicismos.

Este volumen incluye dos referencias personales a Milton Friedman, con las que se inicia el libro. Estas corresponden a un breve pero preciso comentario de Sergio de Castro, al que le sigue la reflexión de Arnold Harberger acerca de su relación personal con Friedman tanto en su calidad de alumno como posteriormente de colega. Un aspecto central del artículo de Harberger dice relación con las características y consecuencias de la visita que realizó junto a Friedman a Chile el año 1975.

Un elemento que atraviesa las diferentes contribuciones que realizó Friedman –en diferentes planos– a lo largo de su carrera se refiere a la estrategia metodológica que formuló en su clásico artículo del año 1953. No obstante los matices que pudieran existir, dicha estrategia se ha mantenido y consolidado a lo largo del tiempo en la profesión. En el trabajo de Gert Wagner se expone lo que se conoce como la metodología de la Economía Positiva impulsada por Friedman, con un análisis de las controversias y reacciones que originó.

Al revisar la lista de temas que han dominado el debate económico de la última década, fue relativamente simple seleccionar las contribuciones de Friedman que debían ser parte de este libro. Así, parece incuestionable que la profunda crisis financiera que afectó a la economía norteamericana entre los años 2007 y 2009 puso nuevamente en escena el estudio de la Gran Depresión y las lecciones que emergieron de esta. En particular, el análisis de dicho episodio tiene como antecedente esencial el estudio que realizó Milton Friedman junto con Anna J. Schwartz sobre los ciclos económicos norteamericanos entre 1867 y 1962. No hay dudas a estas alturas que la interpretación que ellos realizaron de la Gran Depresión fue un antecedente esencial para el diseño de una estrategia de contención a la reciente crisis financiera, al igual que en el caso de diversos episodios en los que en alguna medida se configuró una amenaza importante para el funcionamiento de la cadena de pagos de la economía. No obstante, es pertinente advertir que la denominada “crisis subprime” ha reabierto –en algún grado– el debate de la efectividad relativa de la política monetaria respecto de la fiscal en episodios de crisis y/o recesión.

La interpretación monetaria de la Gran Depresión en Chile se realiza en el trabajo de Rolf Lüders, mientras que la visión de Friedman de la política fiscal y la monetaria está en los respectivos trabajos de Matías Tapia y Francisco Rosende.

Otro episodio que ha suscitado el interés y preocupación de los analistas es la profunda contracción en la actividad y el empleo que ha experimentado la Eurozona en los últimos años. Todo ello en el contexto de severos problemas de endeudamiento e inestabilidad financiera de algunas de las economías partícipes de este arreglo monetario. Ya sea que se visualice esta crisis de la Eurozona como una consecuencia de los altibajos de la economía norteamericana, problemas propios de la regulación financiera o derivados de la configuración de un área monetaria que resultó no ser “óptima”, parece evidente que la existencia de una moneda única fue un ingrediente clave dentro del proceso de gestación de la crisis, como también de las características que adoptó el posterior proceso de ajuste. En el trabajo de Sebastián Claro se examina la posición de Friedman en materia de política cambiaria, con especial referencia a los planteamientos que formuló respecto del proyecto que llevó a la creación del euro.

Un aspecto que en diferentes economías ha adquirido importancia en los últimos años –particularmente en Chile– dice relación con la forma en que debe protegerse a los consumidores de las prácticas que atentan contra la competencia. Este tema es examinado en el artículo de Juan Andrés Fontaine, cuyo título –“¿Quién defiende al consumidor?”– replica el utilizado por el propio Friedman en su libro Free to Choose1 para analizar el tema de la defensa del consumidor. Tras efectuar una revisión conceptual de las estrategias seguidas en la literatura, Fontaine analiza los mecanismos de defensa de los consumidores prevalecientes en Chile en los últimos años.

La búsqueda de mecanismos que permitan el acceso a una educación de calidad de los grupos relativamente más pobres de la sociedad reviste un interés prioritario en diferentes países, incluyendo a Chile. Por ello tiene relevancia observar las propuestas que realizó Friedman a favor del establecimiento de subsidios a la demanda –vouchers– que permitan asegurar el acceso de los grupos más necesitados a servicios de alta importancia social, como la educación y la salud. Esta visión de Friedman, con referencia al tema de la educación, es examinada en el trabajo de Claudio Sapelli.

Si bien no existen trabajos académicos específicos de Friedman acerca de la forma en que deben resolverse los problemas de externalidades, particularmente los medioambientales, se conoce de las controversias que al respecto sostuvo con el también legendario profesor de la Escuela de Leyes de la Universidad de Chicago Ronald Coase. Ello además de artículos que escribió sobre el tema en revistas no especializadas como Newsweek. En el trabajo de José Miguel Sánchez se realiza una aplicación de las investigaciones y planteamientos de Friedman al análisis de los problemas medioambientales.

Álvaro Donoso analiza algunos elementos de la reciente discusión tributaria en Chile a la luz de los planteamientos realizados por Friedman sobre la economía política de las finanzas públicas. Por su parte Jorge Selume revisa una de las batallas más interesantes que dio Friedman en la búsqueda de una sociedad libre y eficiente, cual fue su defensa del Servicio Militar Voluntario.

Para Friedman, la libertad económica y la libertad política debían avanzar unidas. Conocidas son sus reflexiones relativas a diferentes experiencias –incluyendo la de Chile a mediados de los 70–, en las que advierte de la necesidad de acompañar una agenda de liberalización económica con otras que garanticen el pleno funcionamiento de un sistema democrático. En su artículo, Carlos Cáceres reflexiona detenidamente acerca de los procesos de transformación económica y política ocurridos en Chile en las últimas décadas, tomando como marco de referencia de su análisis los planteamientos que formuló Friedman respecto de los requisitos necesarios para construir una sociedad libre.

Milton Friedman, un reconocimiento

Arnold C. Harberger

Este libro es un triple homenaje a la vida y obra de Milton Friedman. En primer lugar, varios de los autores de los artículos que le dan forma fueron sus alumnos en la Universidad de Chicago. En segundo lugar, es un hecho reconocido el que muchas de las reformas que dieron cuerpo a la transformación de la economía chilena a partir de mediados de los 70 fueron fruto del tipo de estructura analítica que propugnaba y enseñaba, y del tipo de visión del mundo que promovía. Por último, no debemos olvidar la cruz que cargó durante las últimas tres décadas de su vida. Muchas veces fue falsa e injustificablemente ligado a la represión de libertad y violaciones de derechos humanos que ocurrieron bajo el gobierno militar. La honorable y distinguida manera en que llevó esta carga merece sin duda el respeto y la gratitud que este volumen representa.

Mi relación con Milton Friedman comenzó en el otoño de 1947 y en el invierno de 1948. Fue entonces cuando asistí a su curso de posgrado de Teoría de Precios. Esta asignatura tuvo una profunda influencia en mi formación como economista. Esta era la tercera vez que estudiaba Teoría de Precios. La primera fue el curso básico, a menudo llamado Economía 1, que la mayoría de jóvenes toma. La segunda es lo que ahora se denomina Microeconomía Intermedia. Se podría esperar que esta tercera experiencia se enfocara en giros esotéricos y adornos de fantasía, como los elegantes arpegios de un concierto de piano. Pero no. Friedman, en cambio, nos llevó a través de los principios básicos una vez más. Primero Oferta, luego Demanda, a continuación Equilibrio de Mercado, la remuneración a los factores productivos y finalmente Teoría del Capital. Aprendí mucho de ese curso.

Una lección muy importante fue que el proceso de aprendizaje no tenía fin, pues uno regresaba a los principios básicos una y otra vez. Esta lección por sí sola guiaría prácticamente casi todo mi futuro trabajo en el ámbito de la economía. En el análisis de costo-beneficio, en los costos de eficiencia de la política fiscal, en economía del bienestar aplicada, y también –en buena medida– en la macroeconomía de economía abierta y el estudio del tipo de cambio real. En todos estos campos, mi trabajo comenzó desde los principios básicos en lugar del último grito de la literatura más reciente de los journals. Y hasta donde puedo decir, la inspiración y ejemplo para esta forma de hacer las cosas provino de las clases de Friedman.

Diferente, pero relacionado con lo anterior, es la imagen que desarrollé a partir del curso de Teoría de Precios, pero que se prolongó por varias décadas, respecto de cómo funcionaba la mente de Friedman en lo que se refiere a la Economía. Mi percepción era que Milton tenía toda una enciclopedia en su cabeza. Pero esta no consistía en un estudio de piezas separadas, organizado desde la A hasta la Z. Era más bien como un círculo, o mejor aún, como una esfera, en la que cada uno de los puntos puede ser vinculado a todos y a cada uno de los otros puntos. Una vez más, las ideas contenidas en esta esfera fueron todas construidas sobre los principios más básicos. Y fue esto, en mi opinión, lo que constituía la capacidad de reacción casi instantánea de Friedman a cualquier observación o afirmación que tuviera algo que ver con la economía.

En mi visión, la esfera de Friedman contenía no solo todos los trozos de teoría económica básica y sus interrelaciones, sino también muchos de los hechos o evidencia esencial para sustentar la estructura y sus diversas partes.

Friedman creía profundamente en el método científico y enfatizaba una y otra vez en que ninguna declaración científica –afirmación sobre la manera en la que el mundo o naturaleza funciona– puede considerarse como verdad absoluta. Todos estos planteamientos pueden ser cuestionados por los datos. En este sentido, solía decir que la matemática, cuyas propuestas son de hecho irrefutables, debía ser considerada una rama de la Filosofía y no de la Ciencia. Por supuesto, Milton reconoció en la matemática una gloriosa y a menudo vital servidora de la ciencia.

La enciclopedia interconectada que Friedman cargaba en su cabeza, junto con su increíble agilidad mental, ayuda a explicar la rapidez con que reaccionó a todo tipo de afirmaciones económicas. No importaba si era en respuesta a los estudiantes en el aula, a los asistentes a una de sus conferencias, o a un co-panelista en algún programa. En todos esos casos, solía responder con algo como: “No puede ser en serio lo que usted acaba de decir”, para posteriormente respaldar su declaración con una elegante demostración de su validez.

Durante mi permanencia en Chicago circulaba la historia de un profesor, de otra universidad, que había trabajado la mayor parte de un año desarrollando un argumento en contra de una de las propuestas principales de Friedman. De acuerdo con esta historia, él aguardaba con interés el momento para enfrentarse a Friedman con su demostración en la próxima reunión anual de la American Economic Association. Cuando llegó esa fecha, rápidamente buscó la manera de encontrarse con él, y alegremente explicó su argumento mientras Milton lo escuchaba. Esto puede haber tomado entre diez y quince minutos. Pero cuando llegó el turno de Milton, no le tomó más de dos o tres minutos demostrarle a su contrincante que “¡no puede ser en serio lo que acababa de decir!”. Así, el rechazado profesor se retiró del encuentro, prometiendo hacerlo mejor la próxima vez. Esto dio lugar a otro año de trabajo, desarrollando un “nuevo y mejorado” argumento para demostrar la equivocación de Milton. Todo esto llevó a un nuevo encuentro el año siguiente en la reunión de la AEA, pero, una vez más, Friedman tardó solo dos o tres minutos en mostrar las deficiencias en la nueva línea de ataque del profesor.

 

Esta historia, quizás apócrifa, me suena muy verdadera, y por eso me siento obligado a contarla aquí. Pero, a la vez, me deja intranquilo porque da la impresión de que Friedman se glorificaba al “dar de baja” a los que le confrontaron. Esto no calza con las muchas décadas de contacto que tuve con él. Vuelvo a Friedman diciendo: “no puede decirlo en serio”. Él nunca dijo “qué estúpido es” o su equivalente. Su respuesta era la de un maestro y amigo, suavemente tratando de llevar a su interlocutor a ver las cosas con una nueva perspectiva, en lugar de despacharlo perentoriamente de su consideración. Su objetivo, siempre y como siempre le vi, no era censurar, sino persuadir.

Otra importante impresión de mis años en Chicago tenía relación con la forma en que Friedman creó un sólido muro de separación entre su actividad académica y su papel como líder de su generación en economía de mercado. En los dos cursos de Teoría de Precios que realicé, nunca tuvimos ni un atisbo del tono polémico de, digamos, su libro Libertad de elegir. Lo que tuvimos fue oferta y demanda y funcionamiento de los mercados. Economía del bienestar aplicada estaba ahí, ciertamente, pero solo en pequeñas dosis, y se explicaba en términos de oferta y demanda, más que en principios filosóficos. Los controles de precios eran analizados como controles de precios, no como invasión contra la libertad. El impuesto a la renta se mostraba como mejor que el establecimiento de impuestos al consumo, por cuanto permitía a los consumidores alcanzar una mayor curva de indiferencia.

Por otro lado, el Capital era un agregado cuya producción global se elevaría al máximo a través de la operación de las fuerzas del mercado. Hacía más sentido verlo como un agregado que como una colección de activos físicos, porque lo que preocupaba a la gente no era el activo en sí mismo, sino la capacidad del activo de entregar un retorno igual o superior al del mercado.

Si aquellos de nosotros que estábamos en las clases de Friedman salíamos más convencidos de las virtudes del mercado que cuando entrábamos, no era porque nos habían predicado, sino porque nos habían llevado cuidadosamente a un conocimiento más profundo de las fuerzas de la oferta y la demanda, y del sistema de mercado como un todo. Más adelante, cuando leíamos las columnas de Milton en Newsweek y veíamos las series de televisión Libertad de elegir, observábamos un lado diferente de la personalidad del que conocíamos de sus clases, pero no existía contradicción entre las partes. La parte analítica de Milton Friedman era el lado que veíamos en el aula. El Milton Friedman retórico, el que veíamos en los medios de comunicación públicos, estaba simplemente aplicando el análisis del aula a toda una serie de problemas de política del mundo real.

La historia de mis relaciones personales con Milton Friedman nunca podría estar completa si se omite una seria discusión sobre la visita de Milton a Chile en 1975 y sus largas consecuencias. El proceso preparatorio para esta historia se remonta a los años 1955 y 1956, cuando el Departamento de Economía de la Universidad de Chicago firmó un acuerdo bilateral con la Facultad de Economía de la Universidad Católica de Chile. Este acuerdo –que fue patrocinado por lo que posteriormente se convirtió en la Agencia para el Desarrollo Internacional (USAID)– tuvo su origen en un encuentro casual entre quien era entonces director del Departamento de Economía de la Universidad de Chicago, Theodore W. Schultz, con Albion Patterson, entonces director de la misión de la agencia en Chile. Patterson quedó tan impresionado por el análisis de Schultz sobre la situación económica de Chile y otros países de América Latina, que él, sin informar al profesorado de la Universidad de Chicago, escudriñó el interés de las dos principales universidades chilenas en ingresar a un acuerdo de este tipo. La facultad de economía de la “otra” universidad líder en este país –la Universidad de Chile– estaba sumida en ese momento en una batalla para determinar quién sería su nuevo decano; por lo tanto, la consulta de Patterson no recibió respuesta. En contraste, la respuesta de la Universidad Católica fue inmediata y entusiasta. El resultado fue un contrato de cinco años de colaboración entre las dos, el que fue seguido por una renovación de tres años más. Como consecuencia de este acuerdo, alrededor de treinta chilenos llegaron a la Universidad de Chicago como estudiantes de posgrado, siendo aproximadamente dos tercios de ellos de la Universidad Católica y el resto de la Universidad de Chile.

Este acuerdo llevó al desarrollo de vínculos personales entre los estudiantes chilenos y sus profesores de la Universidad de Chicago. En algunos casos, incluyendo el mío, estos vínculos fueron muy cercanos y produjeron amistades de toda una vida. En otros casos, como el de Friedman, se reprodujeron las relaciones normales entre estudiantes de posgrado y sus profesores. Esto es, el alumno típico salió mayormente impactado por unos dos o tres profesores, y el profesor típico quedaba especialmente impresionado por solo una cierta cantidad de sus alumnos.

Los contratos de la USAID duraron un total de ocho años, pero la relación entre el Departamentos de Economía de Chicago y Chile continuó casi sin interrupción, con un flujo constante de estudiantes chilenos a Chicago, con el apoyo directo de becas de la misma USAID, del Programa Fulbright, de las Fundaciones Ford y Rockefeller, del Banco Central de Chile y, más tarde, del Ministerio de Planificación de Chile. Al mismo tiempo, importantes grupos de estudiantes de posgrado comenzaron a llegar procedentes de México, Centroamérica, Colombia, Brasil, Argentina y Uruguay. Más aun, la Universidad de Chicago suscribió un contrato con la Universidad Nacional de Cuyo en Mendoza, Argentina, patrocinado por USAID, el cual se mantuvo desde 1962 a 1967. Sin embargo, para 1967 podía decirse que los vínculos del Departamento de Chicago con América Latina venían no vía nuevos convenios, sino a través de muchos estudiantes de diversos países, y por aquellos profesores del Departamento con interés en dicha región –incluyéndome a mí– que tenían vínculos con estudiantes, académicos y autoridades en un número considerable de países. Larry Sjaastad y yo fuimos los dos profesores de Chicago que mantuvimos las relaciones más cercanas con América Latina. Mis propios vínculos fueron más estrechos con México, Panamá, Argentina, Brasil, Uruguay y, el más importante, Chile. Había conocido a mi esposa chilena (Anita) en una fiesta en Chicago, armada por cinco estudiantes universitarios chilenos. Mis primeras visitas a Chile (1955-1964) estaban casi todas relacionadas con el acuerdo Chicago-Católica. Cuando eso terminó, se encontraron nuevas oportunidades para ir a Chile. El proveedor principal durante la siguiente década o algo así fue la misma USAID. Trabajé muy de cerca con esa agencia mientras daba asistencia al gobierno de Eduardo Frei Montalva, para controlar la inflación del país durante 1964-1967. Después, traté de ayudar en la lucha contra el aumento de la inflación y el rápido deterioro que sufría la economía.

La elección de 1970 marcó un hito en la historia del país. La votación estaba dividida entre el socialista Salvador Allende, Radomiro Tomic –del Partido Demócrata Cristiano– y el candidato conservador, Jorge Alessandri. La división del voto entre estos tres llevó a Allende a ser el vencedor con algo más del 36% de los votos totales. Aunque ganó con solo una minoría de apoyo, él no se comportó como un presidente minoritario. En cambio, movió al país bruscamente hacia la izquierda. La agricultura fue fraccionada por la confiscación legal de muchos de los grandes fundos, y también por la ocupación ilegal –de facto– impulsada por algunos grupos. En la industria, algunas empresas fueron nacionalizadas por ley, pero en la mayoría de los casos el control estatal se alcanzó por medio de la facultad legal de la “intervención”, de acuerdo con la cual los dueños originales mantenían la propiedad legal, mientras que la empresa era en realidad manejada por un “interventor” nombrado por el gobierno. El sector bancario fue directamente “nacionalizado”, al tiempo que se imponía el control de precios a más de tres mil productos, dando así origen a “mercados negros” de enorme magnitud. Solo una pequeña fracción de los consumidores tenía la fortuna de obtener acceso a los bienes y servicios a precio controlado, mientras que la mayoría tenía que pagar en el mercado negro un precio que a menudo era cinco o más veces mayor que el oficial. Ese elevado múltiplo fue en parte una consecuencia de la creciente tasa de inflación, que alcanzó más de 500% por año y tanto como 1.000% por año medida en períodos más cortos. El tipo de cambio paralelo frente al dólar se elevó (pesos por dólar) a alturas sin precedentes, en términos reales, mientras los chilenos, a todo nivel, intentaban canalizar sus ahorros de tal forma de no perder algo así como un cuarto de su valor por mes.

Espero que lo anterior dé a los lectores no familiarizados con la historia chilena de ese período una apreciación adecuada del grado de agitación que prevaleció en la economía hacia el año 1972 y especialmente en 1973. Los chilenos de todos los niveles socioeconómicos se vieron afectados y el descontento fue generalizado. Tanto la Corte Suprema de Chile como sus organismos legislativos emitieron declaraciones indicando que el gobierno de Allende se había excedido en sus facultades constitucionales y hubo manifestaciones en contra de este por la presencia de asesores extranjeros, en particular cubanos.

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