Milton Friedman: la vigencia de sus contribuciones

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Economía, economistas y valores

Gert Wagner H.

Al término “economía” le corresponden múltiples significados, plasticidad que constituye todo un desafío para la comunicación. La expresión no solo alude al método, a los instrumentos analíticos y al resultado de su empleo; otro significado, por lo demás de uso frecuente, apunta al quehacer humano orientado a hacerse de bienes, lo que alguna vez se denominara los “negocios ordinarios de la vida”4, ámbito que en el mundo especializado de hoy se asocia a todo lo concerniente al mundo comercial, del trabajo y de la producción; al funcionamiento estatal y fiscal, a innovaciones de política que incidan en estos asuntos y otros similares. También se emplea para referirse a situaciones y contextos especiales. Por ejemplo, “la economía portuguesa está saliendo de un mal momento”, diagnóstico que posiblemente incluya alusiones a la evolución de indicadores tales como PIB, empleo, incertidumbre en la industria financiera, expectativas de inversión, reservas internacionales. De modo que “mal momento de la economía” sería una expresión sintética utilizada en la comunicación masiva que intenta resumir todo esto, incluido el ambiente de confusión, incertidumbre, temor y desencanto que suele caracterizar estas situaciones. Asimismo, el término economía en ocasiones se emplea con un significado más tradicional, como sinónimo de situaciones de limitación o reducción de consumo, necesidad de rebajar costo, justificación para fundamentar despidos de trabajadores y rescindir todo tipo de contratos.

Para el individuo, por otra parte, el término podrá revestir un interés especial, primero por el nexo con su bienestar personal y, segundo, por ser un campo donde las personas, además de sus intereses más directos, podrán tener valores normativos, o sea, ideas de cómo debiera ser el mundo. Además podrán querer abogar por una u otra ideología, algo que pasa a tener un significado especial al momento de diseñar el camino a transitar por parte de la sociedad para que esta alcance una determinada meta.

Lo que preocupa en las páginas que siguen es la economía entendida exclusivamente como método de exploración del comportamiento humano, individual y social, es decir, la economía como ciencia. Se busca no solo discutir lo que ella es, sino también explorar la eventual relación entre esta economía y los valores normativos; en particular, desentrañar si determinados valores están implícitos en el método de análisis. Para dar estos pasos y por razones que se aclaran más adelante, se distinguirá entre economía, valores y, por otra parte, economistas, o sea, las personas que emplean este método para explorar situaciones y problemas y que con sus instrumentos realizan predicciones. Ahora bien, el rasgo distintivo de estas páginas, lo que de alguna manera podrá distinguir la discusión que se propone, es observar estos elementos, o sea, economía, economistas y valores, desde un observatorio que a nuestro entender ofrece la posibilidad de miradas incisivas y potentes: el famoso capítulo sobre metodología de Milton Friedman publicado en 1953, el que es identificado en este ensayo como F/535.

Economía es uno de los tantos campos donde la fructífera trayectoria de Milton Friedman ha dejado un nítido sendero. El autor es una personalidad ampliamente conocida como Premio Nobel, por sus aportes al desarrollo de esta ciencia social; intelectual público, promotor de nuevas miradas organizacionales a funciones sociales del Estado, versátil comunicador, convincente y temible polemista, un economista extraordinario del siglo veinte, una rara combinación6. En economía, sus aportes y preocupaciones son muchos y variados, y sin pretender un listado completo, van desde una teoría de precios simple y práctica hasta una monetaria esencial y con gran atención a detalles y circunstancias, pasando por temas como riesgo, distribución, consumo agregado, más otros que sería largo de enumerar.

Las ideas sobre construcción de economía que F/53 propone y el énfasis en las etapas, formas y características de esta construcción facilitan una perspectiva fructífera para apreciar tanto el potencial como los límites de la disciplina, permitiendo también el ordenamiento y las interacciones entre los diversos actores: la disciplina, la persona que produce conocimiento con la ayuda de esta –el o la economista– y los valores normativos.

El nombre y la vasta producción intelectual de nuestro autor difícilmente pasan inadvertidos; sus lectores rara vez son indiferentes a sus planteamientos y la literatura registra un torrente de comentarios, reflexiones, críticas, alusiones y citas que de un modo u otro son testigos de esta situación, donde F/53 no constituye una excepción. Mäki (2009, p. 47) sintetiza: “No cabe duda que este breve escrito de cuarenta páginas llegó a ser el más citado, el más influyente y controversial ensayo sobre metodología de la economía del siglo veinte, siendo evidente tanto el vigor como la diversidad de su impacto y recepción. Para muchos economistas el ensayo ha ayudado a moldear las concepciones sobre cómo hacer y defender lo que consideran buena economía. También ha llevado a que muchos otros manifiesten su desacuerdo con los planteamientos del ensayo, señalando que la concepción científica sugerida por F/53 es profundamente errónea, incluso peligrosa para las aspiraciones cognitivas y la responsabilidad social de la economía. Tales desacuerdos no han disminuido con los años desde su publicación y en general una referencia a expresiones tales como: la visión metodológica de Friedman, el instrumentalismo de Friedman, o bien, la metodología del como si de Friedman, típicamente revelan que la expresión se emplea de manera aprobatoria o bien desaprobatoria y ello a menudo con marcada intransigencia” (traducido especialmente para esta nota; cursivas en original).

Una voluminosa literatura ha florecido a lo largo de este más de medio siglo en torno a F/53, algo que aquí no se intenta sintetizar ni comentar. El punto que aquí se subraya y aprovecha es más práctico o empírico: es la llamativa asociación que se observa entre el modo en que se genera la producción de conocimiento económico en el mundo de hoy y las ideas y proposiciones sobre construcción de economía del escrito de Friedman. Correlación, como se sabe, no es sinónimo de causalidad; la primera, la praxis en la economía, tal vez ayude a comprender el interés suscitado por el artículo, o, tal vez, la causalidad fluya en sentido contrario, con F/53 incidiendo en la metodología con que se genera la disciplina. Tampoco corresponde rechazar la posibilidad de un tercer aspecto que figure tras los canales anteriores, eventualmente la difusión de la cultura de la ciencia, o, simplemente, que la interrogante aún no cuente con explicación satisfactoria. Pero lo que cabe afirmar es que en la práctica de la producción de economía se observa –recurriendo a una conocida expresión del artículo– que muchos economistas actúan y siguen procedimientos “como si hubiesen leído F/53.”7

Digamos también que se trata de un ensayo con significado y utilidad para todo economista, más allá de que comulguen o detesten las ideas más generales sobre organización social de este autor8. F/53 es un artículo visionario: expresa en pocas páginas, escritas hace sesenta años, una manera de hacer economía que, contando con raíces profundas en el pasado, básicamente se continúa practicando en el presente. El mérito de nuestro autor es reflexionar con lucidez sobre esta práctica, logrando revelar el criterio completo de validación implícito en lo que la profesión estaba haciendo a mediados del siglo veinte, un camino por el cual continúa hoy día.

Su artículo desmenuza y sintetiza los rasgos esenciales de las etapas en que subdivide la construcción de la economía, fundamenta sus elementos críticos y, de paso, identifica el carácter general de este método de análisis social, con lo cual facilita también el conocimiento de sus límites. Subraya que la economía es método, una disciplina que emplea un conjunto de instrumentos y herramientas para lograr imprimir un orden analítico en la comprensión de la siempre confusa evolución del desarrollo social. El mérito del autor está en haber captado la esencia subyacente a esta práctica, logrando una síntesis que ha contado con la aprobación, muchas veces implícita, de la profesión.

Tal como lo indica su título, el ensayo trata de “metodología”, un término que en este contexto tiene un significado bastante acotado. Así, Blaug (1980) señala: “La expresión la metodología de…suele aparecer rodeada de funesta ambigüedad. Se considera a veces que con el término metodología designamos los procedimientos técnicos de una disciplina y que se trata simplemente de un sinónimo algo rimbombante de la palabra método. Con frecuencia, sin embargo, se utiliza esta palabra para designar la investigación de los conceptos, teorías y principios básicos de razonamiento utilizados en una determinada parcela del saber y es precisamente a este sentido más amplio del término al que nos referiremos en el presente libro. Para evitar malentendidos, he añadido el subtítulo Cómo explican los economistas sugiriendo que la metodología de la Economía debe entenderse simplemente como la aplicación a la economía de la filosofía de la ciencia en general” (p. 11. Traducción de Alianza Editorial, 1985).

En el análisis de cualquier fenómeno, indica F/53, siempre surgirá una gama de explicaciones posibles, siendo el desafío de toda ciencia encontrar aquella que resulte más adecuada. De modo que el procedimiento y el test con que se determina la validez de una hipótesis explicativa jugarán un rol crítico, y la explicación carecerá de credibilidad en tanto no logre sustentarse en la convicción de que el instrumento que se utiliza para explorar el fenómeno constituye una herramienta válida. Entonces, la metodología de la economía son los criterios y procedimientos que guían al investigador en la generación de teorías y en la selección de hipótesis específicas, como también en el desafío de separar y distinguir las hipótesis que no aporten al conocimiento de aquellas otras que se podrían considerar aceptables.

 

Entonces, ¿cómo se llega a determinar que “sabemos” algo en economía? Razonamientos y deducciones, ¿podrán responder la inquietud? En tanto la lógica proceda sin error, la deducción será válida en su propia ley, y este razonamiento es una poderosa e insustituible herramienta que configura una estricta y controlada organización de los elementos relevantes y facilita la obtención de proposiciones específicas para desarrollar predicciones en relación con el fenómeno que interesa entender y predecir.

Sin embargo, por sí solo este razonamiento no es suficiente para hablar de ciencia9, y es aquí donde F/53 (p. 7)10 plantea que el rol de la economía es más que un mero razonamiento lógico a partir de premisas establecidas. Es, dice, desarrollar teorías e hipótesis con capacidad de proveer predicciones válidas y significativas respecto de fenómenos aún no observados, predicciones que luego serán confrontadas con nueva evidencia, o sea, validadas o rechazadas por medio de observaciones relevantes.

La metodología de la economía es un campo amplio y a la vez un tema que ocupa a la disciplina desde sus inicios. Es también un campo donde la filosofía, la filosofía de las ciencias, ha seguido mostrando interés, precisamente por cuanto involucra cuestiones fundamentales referentes a la naturaleza del conocimiento, interrogante que trasciende a la economía. Sin embargo, estas páginas no intentan entrar en el ámbito de la metodología en la perspectiva de la filosofía de la ciencia (una introducción para economistas es el ya citado libro de Blaug).

Entonces, ¿qué podrá hallar el lector en estas páginas? Su objetivo general, como ya se decía, es reflexionar sobre economía y economistas en un mundo –el actual– en que las personas tienen intereses diversos, incluyendo el eventual logro de valores éticos, y para ello se adopta la perspectiva que otorgan las ideas fundamentales sobre construcción de economía contenidas en F/53. Por tanto, no se trata de una evaluación de dicho capítulo, un asunto sobre el cual ya se ha escrito mucho, como ilustra Mäki; tampoco interesará discutir la presencia o ausencia de correlación entre este ensayo de Friedman y la práctica metodológica en trabajos propiamente económicos de este autor. Se trata, más bien, de encontrar apoyo en los planteamientos fundamentales de F/53 y con esta perspectiva explorar el tema ya señalado. Es decir, F/53 no es el objeto del análisis; su papel aquí es más importante: es la plataforma desde la cual se ilumina y examina el tema de interés.

La sección siguiente identifica las ideas fundamentales y permanentes de F/53, síntesis que deja a un lado toda referencia a sus múltiples ejemplos, el razonamiento “como si” del observador del jugador de billar, el realismo del supuesto en la caída de cuerpos en el espacio, la selección evolutiva y varios más. Dichos ejemplos, en particular los propiamente económicos y la manera como el autor los enfrenta, tendrán un interés especial en el plano de la evolución del pensamiento económico, pero la sección se centra solo en los siguientes aspectos de F/53: la cuestión de la selección de la hipótesis más apropiada y, por otra parte, el doble rol que este autor le asigna a la evidencia, lo que incluye también el carácter de los supuestos. Por ende, y aunque no ofrece un resumen y tampoco una discusión equilibrada de todas sus facetas, es la sección más cercana a F/53 propiamente tal.

La sección dos, por otra parte, se centra directamente en la disciplina, en la naturaleza y carácter de su instrumental y en la manera como el método es empleado. Finaliza evaluando si la economía es una sola o si se trata de varias disciplinas, y finalmente provee una breve explicación de la economía del bienestar, preparando de este modo la discusión del rol de los valores, el tema de la sección tres, que comienza con la economía normativa, para luego pasar al rol de los valores y a la importancia de distinguir entre la disciplina y los economistas.

Construcción de la economía: metodología

Teorizar y validar:

la selección de la hipótesis más apropiada

Para explicar un mismo fenómeno puede haber muchas hipótesis, y el desafío de la ciencia consiste en identificar aquella que resulte más apropiada11. La energía e interés puestos en esta confrontación reside en individuos, en su perseverancia, imaginación y curiosidad. Esta competencia no termina necesariamente en una primera ronda, puesto que la explicación seleccionada por un investigador, tarde o temprano, será puesta a prueba en segundas, terceras y enésimas vueltas, incluso sin descartar el eventual renacimiento de alguna hipótesis eliminada en primera instancia. Asimismo, la ganadora en una de las primeras vueltas tampoco gozará de demasiados privilegios en las siguientes, sin perjuicio de que estos puedan crecer con el tiempo y con el desempeño de la explicación.

Se trata de una competencia permanente donde, en un momento dado, podrá haber una hipótesis que sea aceptada como “la” explicación válida; sin embargo, ello no le garantizará inmunidad para el futuro. Pero no exageremos; al observar la trayectoria de la disciplina en la senda de su evolución, se encuentra mucha acumulación constructiva, y el potencial analítico de la economía es significativamente mayor en el presente que hace sesenta años, época en que, a su vez, excedía con creces a la síntesis de mediados del siglo XIX. Por lo demás, de no ser este el caso, no se estaría hablando de economía hoy día; una disciplina que constantemente se reinventa y destruye todo el conocimiento que regía “ayer” tendería a ser una ciencia embrionaria.12 Por otra parte, una componente muy significativa del desarrollo de la disciplina consiste no tanto en destruir definitivamente explicaciones que alguna vez se consideraron respetables, sino en refinamientos, precisiones y ampliaciones que llevan a una mayor generalidad del instrumento, por ende identificando las condiciones particulares bajo las cuales el conocimiento previo sigue siendo válido, generalizaciones en que la explicación inicial podrá pasar a constituir un caso particular de algo más general13. Pero el relato se ha adelantado y es necesario volver al inicio.

El objetivo fundamental de una ciencia (F/53, II, un párrafo muy parecido) es desarrollar teorías con capacidad de generar predicciones que finalmente resulten válidas y significativas. Tal teoría, continúa, constará de un lenguaje que facilite el razonamiento organizado y sistemático y, por otra parte, de una hipótesis sustantiva, donde esta proposición estará revestida de potencial para abstraer rasgos esenciales de la realidad, permitiendo de este modo una organización coherente del material empírico. La aplicación de la lógica formal y de sus preceptos revelará si el lenguaje es completo y coherente; por ende, si la proposición resultante es correcta en este plano puramente lógico. Pero únicamente su confrontación con la evidencia real ilustrará si las categorías de dicho lenguaje podrán asociarse a expresiones empíricas relevantes, y si ellas efectivamente facilitan examinar la clase particular de problemas para los cuales se desarrolló la hipótesis.

La validación de la teoría es necesaria, ya que solo así se podrá saber si la hipótesis específica es un instrumento útil para entender el fenómeno examinado. Antes de continuar con el argumento conviene detenerse brevemente en el término “saber”. La hipótesis específica, por una parte, se insertará en un cuerpo teórico más amplio, donde partes importantes ya han sido corroboradas por evidencia factual, de modo que, y al menos en este sentido indirecto, se “sabe” que la señalada hipótesis específica se caracteriza por una mínima armonía con la teoría más establecida. Por otra parte, aunque este es un asunto que se aborda más adelante, la hipótesis específica no surge solo de lo que podría llamarse trabajo de escritorio; insiste F/53 en que debe también encontrar sustento en lo que denomina evidencia disponible, o sea, en el conocimiento del contexto en que se desarrolla el fenómeno que interesa estudiar. Se trata de un paso insustituible para poder confiar en que la mencionada hipótesis resulta apropiada para entender el fenómeno bajo estudio. La tercera observación respecto del término “saber” tiene relación con la naturaleza de los supuestos, su carácter abstracto y, en este sentido, no realista. Esto implica que la hipótesis específica, hija del razonamiento deductivo, tendrá un punto de partida que necesariamente será solo una abstracción, de modo que el saber que incorpora será limitado y circunscrito, un tema que se verá más adelante.

La metodología, entonces, trata de los procedimientos y requisitos a que se atiene la disciplina para llegar a “saber”, esto es, validar o rechazar hipótesis por medio de evidencia factual. Sin embargo, insiste F/53, aunque la teoría deberá ser juzgada por su potencial para predecir el fenómeno que se intenta explicar y solo la concordancia entre pronóstico y evidencia factual podrá informar sobre su validez, la mera compatibilidad de predicción y evidencia no constituirá antecedente suficiente para la explicación del fenómeno, por cuanto siempre habrá otras hipótesis que podrán competirle a la primera. De modo que para identificar la teoría más apropiada, propone dos criterios adicionales: simplicidad y productividad.

Tal como lo explica el artículo, la simplicidad depende del conocimiento previo requerido para la aplicación de la hipótesis: a menor exigencia en esta materia, más sencilla la teoría, aunque evitando la simpleza tautológica14. Por otra parte, señala que la teoría será más fructífera, tanto más precisa la predicción resultante y tanto mayor el ámbito en el cual la hipótesis ofrece capacidad de generar predicciones. Por ende el potencial productivo de la hipótesis, el grado en que es fructífera, dependerá tanto de la precisión como de la generalidad del instrumento, donde una dimensión adicional de esta productividad es su potencial para generar nuevas interrogantes. Sin embargo, agrega, estas condiciones complementarias para la validación de una hipótesis no eximen a esta de cumplir con la exigencia de coherencia en el lenguaje y de mostrar una lógica completa, aspectos esenciales para poder asegurar que “la hipótesis diga lo que intenta decir y lo diga a todo usuario” (expresión esta última frecuente en F/53).

La simpleza, es pertinente agregar, constituye una condición necesaria para aspirar a un grado razonable de generalidad de la hipótesis. A la inversa, en tanto la teoría se haga cargo de excesivo detalle dejará de ser un instrumento general, para así acercarse a la descripción de un caso único, perdiéndose de este modo una dimensión fundamental de la perspectiva científica de mirar el mundo. La descripción exhaustiva de un fenómeno tiene valor y provee antecedentes útiles, pero aquí el objetivo es otro: establecer una hipótesis que permita generar predicciones en relación con lo que se busca entender; o sea, la idea es construir herramientas que tengan más de un uso.

Al complejizar la hipótesis, también se podrá ver comprometida la comprensión económica básica de la proposición, un mecanismo de control. La idea es que se llega a comprender el sentido económico de la hipótesis una vez que se logra captar el resultado del razonamiento y del pronóstico en términos de los insumos del proceso deductivo, o sea, la hipótesis se nos torna plausible una vez que se llega a visualizar el puente imaginario que comunica las causas con sus consecuencias.15 Este proceso en ocasiones se identifica como “intuición” o también “intuición económica”, precisamente por cuanto requiere un mínimo de deducción económica.

Por cierto, esta intuición educada no sustituye el razonamiento deductivo formal, proceso clave al elaborar la hipótesis y, por ende, el pronóstico preciso. El rol de la intuición económica es otro: constituye un mecanismo de alerta, un indicador que informa al economista si la hipótesis específica y el pronóstico elaborados riman o no con este conocimiento básico. Su función no es la de reemplazar el razonamiento deductivo y el pronóstico; una desarmonía intuitiva no es más que una señal para revisar diagnóstico y razonamiento, esto con dos objetivos: lograr la necesaria seguridad de que ellos no merecen objeciones y, segundo, entender el origen de la desarmonía. De este modo, se continúa educando la intuición, o bien se termina, al menos transitoriamente, con un puzzle.

 

En el otro extremo, crónicas, historias, relatos de observadores agudos y con buena memoria, estadísticas, etc., podrán proporcionar antecedentes valiosos para identificar con precisión lo que se busca entender y explicar. Sin embargo, la descripción acuciosa termina por proponer un mundo que fácilmente se torna único y distinto a todo lo demás. Tal descripción tendrá un indudable valor histórico, pero para encarar una nueva situación, tan solo proporciona ayuda al llamar la atención a aspectos y dimensiones que de otro modo tal vez pasen desapercibidos.

La ciencia parte de otra premisa. Considera útil contar con una buena descripción para así poder seleccionar y adaptar la teoría más apropiada para examinar el caso, pero postula que es más conveniente, y finalmente más productivo, concentrarse en rasgos fundamentales y generales, para así llegar a conocer al menos un aspecto importante de la realidad en cuestión. Entonces, ¿cómo distinguir lo que es importante de lo que es secundario? En este punto entra a operar la teoría, es decir, el método y el punto de vista de la disciplina, sus considerandos más básicos respecto del accionar humano. En este sentido el economista partirá por explorar el asunto con la “mirada económica”, o sea, con su método de indagación. Así, por ejemplo, podrá considerar que una variación del precio se manifestará en un cambio de comportamiento. Estará abierto a explorar si la innovación en el comportamiento que busca entender y pronosticar, podrá ser consecuencia de elementos seleccionados a priori, tales como cambios de ingreso, de la riqueza o de alguna variación de precio que parezca relevante. La clave del éxito parte por la selección de los incentivos relevantes, esto sin perjuicio de que aquí se trate de una apuesta, algo que más adelante debiera someterse al escrutinio empírico.

La simplicidad requiere que la hipótesis específica se concentre en “aspectos fundamentales”, de modo que otros elementos cuyas variaciones también pudiesen afectar el resultado figurarán en calidad de “constantes” en el razonamiento teórico. En el proceso de elaboración de la hipótesis, y en más de una ocasión, se enfrentará el dilema entre el beneficio de incorporar algún elemento adicional y por otra parte comparar esto con el oscurecimiento de la visión integral que podrá generar el mayor número de elementos en el análisis16. Segundo, una vez identificada la teoría más apropiada, la tarea de determinar su utilidad-validez se traslada al terreno de la validación empírica, contexto en que corresponde dar cabida al potencial efecto que se derive de cambios en variables que, pudiendo incidir en el resultado que se observe, corresponden a variaciones tácitamente reconocidas por la teoría, pero que esta trata como constantes.

El desafío empírico consistirá en encontrar y aplicar los procedimientos que permitan aislar el efecto de eventuales variaciones de aquellos aspectos que explícitamente figuran como constantes en la hipótesis, como también de aquellos fenómenos que ella simplemente no menciona, seguramente por tratarse de situaciones muy particulares. Entonces, y como se trata de obtener los cambios de la variable pronosticada que se originen exclusivamente en variaciones de la o las variables explícitamente consideradas como tales en la teoría, el ejercicio empírico incorporará “controles” para las categorías mudas, elementos que se encargarán de recoger la incidencia de tales variaciones en el resultado observado. Por ejemplo, podrá haber amplio acuerdo en cuanto a que una variación del ingreso se asocie o repercuta sobre la variable pronosticada, pero si la hipótesis específica y para preservar una simpleza razonable fuese muda al respecto, entonces el ejercicio de validación empírica incluirá un control para hacerse cargo de la incidencia de sus variaciones. Algo similar ocurrirá con un terremoto o una crisis financiera global, ejemplos de fenómenos revestidos de un carácter más inesperado.

Esto vale para toda ciencia, pero la intensidad del desafío es potente en economía y otras disciplinas sociales, seguramente más que en otras ciencias capaces de desarrollar experimentos más controlados para validar sus hipótesis. La tarea empírica en la economía descansa principalmente en hechos que simplemente acontecen, los así denominados “experimentos naturales”, en los cuales, y en comparación con el experimento de laboratorio, suele ser más restringido el grado de control del investigador sobre aspectos que, sin jugar un rol activo en la hipótesis específica, constituyen factores con capacidad potencial para incidir en el resultado.17

En las ciencias sociales el experimento controlado es posible en principio; sin embargo, su costo bien puede resultar prohibitivo18, sin perjuicio de que algo parecido pueda ocurrir con otras disciplinas, caso que F/53 ejemplifica con la astronomía. Además y esto es casi textual, el control en un experimento es, en la práctica, una cuestión de grado; a menudo la aislación total no se logra y ningún experimento suele ser completamente controlado, mientras que cada experimento natural lo es, aunque solo parcialmente.19

Pero más allá de estas precisiones, el aspecto que cabe subrayar, algo en que F/53 insiste mucho, es: el control parcial en los experimentos naturales impone la necesidad de estudiar “todos” los aspectos del fenómeno que se está examinando. En primer lugar porque de este modo se identifica el fenómeno preciso que se busca entender. Segundo, para la validación de la hipótesis es preciso controlar la incidencia de eventuales variaciones de elementos secundarios e implícitos que el diseño de la hipótesis específica supone constantes, lo que exige identificar e incorporar estos elementos en la estimación empírica (ver también sección a continuación).

En ausencia de tales controles, el proceso de validación permanecerá en un estado no definitorio, comprometiendo tanto la eventual aceptación de la hipótesis como su rechazo. Es una razón más para que el proceso de validación se torne lento y engorroso, acumulándose así hipótesis que no pasan el test de validación, pero sin quedar descartadas de manera convincente. La probabilidad de que una hipótesis permanezca vegetando, es decir, que no logre reconocimiento como un instrumento útil, pero que tampoco llegue a integrar la lista de las difuntas, es mayor en economía que en ciencias más establecidas, inhibiendo de este modo consensos en la disciplina y facilitando también que terceros tengan una percepción borrosa de ella.

El doble rol de la evidencia empírica

La relación entre supuestos y resultados, uno de los aspectos más citados y en ocasiones criticado de F/53, forma parte del proceso de validación de hipótesis y constituye un eslabón crítico para entender la construcción de la economía y, a la vez, el doble rol de la evidencia empírica en este proceso. Esta última, por una parte, condiciona la validación de la hipótesis específica y, por otra, aunque basada en evidencia distinta, “la evidencia previa”, nutre la generación de esta hipótesis. Esta doble dependencia es clave para apreciar debidamente el significado del debate referente al realismo de los supuestos. Además, su discusión ilustra bien la importancia que Friedman le asigna al trabajo empírico amplio en la construcción de economía.

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