El Papa y el filósofo

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EDICIONES UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE

Vicerrectoría de Comunicaciones y Educación Continua

Alameda 390, Santiagvo, Chile

editorialedicionesuc@uc.cl

www.ediciones.uc.cl

EL PAPA Y EL FILÓSOFO

Alver Metalli

© Inscripción Nº 253.912

Derechos reservados

Junio 2015

ISBN edición impresa 978-956-14-1613-0

ISBN edición digital 978-956-14-2581-1

Diseño de portada: Ximena Ulibarri

Diagramación digital: ebooks Patagonia

info@ebookspatagonia.com www.ebookspatagonia.com

Edición original publicada por Editorial Biblos, Argentina, 2013.

CIP - Pontificia Universidad Católica de Chile

Methol Ferré, Alberto.

El Papa y el filósofo / Alberto Methol Ferré, Alver Metalli.

1. Iglesia y problemas mundiales.

2. Filósofos – Uruguay - Entrevistas.

3. Francisco, Papa, 1936-

4. Methol Ferré, Alberto - Entrevistas.

5. Iglesia Católica - América Latina – Historia - Siglo 21

I. Metalli, Alver.


2015 261.8 +DDC23 RCAA2

Al papa Francisco

Expreso un agradecimiento especial a Inés Giménez Pecci, quien tradujo el manuscrito italiano. Su confianza y sus escrúpulos, lo sé desde hace mucho tiempo, tranquilizan mis temores de escritor.

Índice

PrólogoMás actual que nunca

Guzmán Carriquiry Lecour

IntroducciónJorge Bergoglio y Alberto Methol Ferré: afinidades electivas de un Papa y un filósofo del Río de la Plata

Alver Metalli

1. Viejos y nuevos enemigos

El colapso del comunismo: Brzezinski, Fukuyama, Huntington - Las consecuencias en la izquierda latinoamericana: Castañeda, Harnecker - El retorno de los movimientos nacional-populares - La Iglesia frente a la deslegitimación del ateísmo mesiánico y la crisis histórica del marxismo - Primeros signos del surgimiento de un nuevo enemigo - La dialéctica amigo-enemigo - Época nueva, adversario nuevo - Primeros momentos de desconcierto

2. La aventura de la globalización

Colonización prehistórica, memoria y escritura - De la isla ecuménica al globo - España y el comienzo de la primera globalización autoconsciente - La partición católica de la tierra, del Estado-nación al Estado-continente: Ratzel - La visión unitaria: la generación latinoamericana del 900 - De los congresos universitarios a los movimientos nacional-populares - Los albores políticos del proceso de integración - Un latinoamericanismo católico - Hacia la ecúmene definitiva - Iglesia “fuente” e Iglesia “reflejo” - La centralidad romana

3. Apogeo y crisis de la modernidad

Pío XII y la dialéctica centro-periferia - El Concilio Vaticano II - Superación de la Reforma protestante y del Iluminismo - La asimilación latinoamericana del Concilio Vaticano II: Medellín, Puebla - El marxismo cubano - El boom de la sociología latinoamericana - Fulgor y crisis de la teología de la liberación - Los abordajes recientes - Recuperación de la idea de pueblo: Gera - Rasgos de veracidad en el marxismo

4. El mosaico se compone

Origen ideal del proceso de integración: los adelantados - Los comienzos reales: del ABC (Argentina-Brasil-Chile) a la Unión de Naciones Suramericanas - Idas y venidas en el camino hacia la unidad - Las principales etapas - Aliados y adversarios de la integración - El modelo europeo, estadounidense, latinoamericano: límites y originalidad del caso sudamericano - La Iglesia y la unidad de América Latina - El islam visto desde el sur

5. Del ateísmo mesiánico al ateísmo libertino

El suicidio del ateísmo mesiánico, el afirmarse del ateísmo libertino - Tirso de Molina, Valle Inclán, Mozart, Losey: distintos rostros del Don Juan - Un paradigma moderno: el “divino marqués” - Del ateísmo aristocrático al ateísmo de masa - La exaltación de la corporeidad - La derivación sectaria - El recorrido de la modernidad y el desenlace nihilista: del Noce - La modernidad católica - Asunción y superación del ateísmo libertino - Relativismo y derechos humanos - Sustitución del enemigo en la conciencia de la Iglesia latinoamericana

6. Destellos de futuro

Los fundamentos de la nueva arquitectura - La frontera latinoamericana de la universidad - Cenizas del laicado - El fin de la cristiandad indiana - Laicado y laicismo - Modelos de separación entre Iglesia y Estado en América Latina - El equívoco de la virtualidad asociativa - El asociacionismo católico entre Río de Janeiro y Santo Domingo - Nuevos sujetos históricos - Preeminencia del terreno educativo - Quinto plenario de la Iglesia latinoamericana - Una agenda para el futuro del continente - Universidad y opción preferencial por los pobres

7. El papa Ratzinger y América Latina

El tema de la liberación en la tradición teológica latinoamericana - La tentación del integrismo - Progresistas y conservadores - Necesidad de un nuevo vínculo cultura-pobres - La discusión sobre los derechos: Habermas-Ratzinger - Novedad y tradición en el pensamiento social de Benedicto XVI - Relativismo y opción preferencial por los pobres - La cuestión del trabajo

EpílogoMethol Ferré nos ha ayudado a pensar

Alver Metalli

PRÓLOGO

Más actual que nunca

Guzmán Carriquiry Lecour

Secretario de la Comisión Pontificia para América Latina

La América Latina del siglo XXI es una larga entrevista al profesor uruguayo Alberto Methol Ferré hecha por el periodista italiano Alver Metalli y publicada en castellano hace seis años. La misma no sólo no ha perdido mínimamente vigencia sino que la elección del papa Francisco la ha vuelto aun más actual que entonces. En esta edición Alver Metalli ha agregado un extenso texto en el que describe la relación entre el otrora padre Bergoglio, más tarde arzobispo y cardenal, y Methol Ferré. Hablando con el presidente uruguayo José Mujica y refiriéndose a Methol Ferré como a un gran amigo en común, el papa Francisco ha dicho: “Nos ha ayudado a pensar”. Lo definía como “el genial pensador del Río de la Plata”. Y aquellos que leerán este libro descubrirán cuán verdadera es esta definición.

Ha sido un don también para mí, y para muchos de mi generación, el haber encontrado a Alberto Methol Ferré (“Tucho”, lo llamábamos), quien se convirtió para nosotros en maestro y amigo. En medio de nuestra militancia universitaria, bajo el tremendo impacto de la Revolución Cubana y de la estrategia guerrillera en toda América Latina, Methol Ferré nos salvó de la radicalización política y de las borrascas ideológicas. Nos ayudó a desarrollar la inteligencia de la fe y de la comunión en la Iglesia. Y no lo hizo para que nos encerráramos, refugiándonos en un intimismo religioso, sino para que pusiéramos en juego nuestra experiencia de fe y creciéramos en ella en medio de los problemas incandescentes planteados por los sucesos latinoamericanos.

Methol Ferré nació en Montevideo en 1929, es decir que creció en ese Uruguay próspero considerado la “Suiza de América” que ya estaba totalmente alfabetizado desde principios del siglo XX, próspero también en cuanto a su elite intelectual. El joven Tucho encontró a Dios a los veinte años. La lectura de Gilbert K. Chesterton fue muy importante en su camino de conversión. “Gracias a él comprendí”, repite en estas páginas, “que la existencia es un don, así como lo son la salvación y la fe, y que se es cristiano por gratitud”. Autodidacta, lector incansable, fue teólogo, filósofo e historiador al mismo tiempo. Siempre atento a la política, fue también un extraordinario polemista. No me cabe la menor duda de que ha sido el laico católico latinoamericano más original, en cuanto a pensamiento se refiere, de la segunda mitad del siglo XX e inicios del siglo XXI. Deja en herencia una riqueza extraordinaria de textos, algunos de ellos publicados en italiano en el libro Il Risorgimento Cattolico latinoamericano, muchos más publicados en revistas latinoamericanas como Víspera y Nexo (ambas made in Uruguay pero con notables repercusiones e influjos en la Iglesia y en la América Latina de los años 70 y 80) y muchos más aún en el sitio web que lleva su nombre.

 

Methol Ferré murió el 15 de noviembre de 2009. Considero que muchos de los aspectos fundamentales de su pensamiento están bien reflejados en las páginas de este libro.

El primero fue su permanente criterio hermenéutico para afrontar toda la realidad, derivado de su conversión a Jesucristo, de su reconocimiento como el Señor de la historia, de su amor por la Iglesia, de su condición de “tomista silvestre” (como le gustaba definirse). Escribía al respecto en un texto titulado “Iglesia y pensar social totalizante” en 1977: “Nuestro punto de partida es una comunidad histórica concreta, llamada Iglesia. Nuestra certeza es que Cristo constituye el centro efectivo de la realidad histórica, y por ende la Iglesia Católica. Quienes no lo crean, pueden admitir racionalmente tal punto de partida como hipótesis de trabajo. Parecería [...] que un cientista social, de acuerdo con sus creencias convencionales, por principio no puede descartar a priori ninguna hipótesis, o hacer imposible la hipótesis de Cristo como centro de inteligibilidad de la sociedad y la historia [...] Para nosotros, cristianos, es más que una hipótesis, es lo más real de la realidad misma”. Methol Ferré no sólo propuso esa hipótesis ni se limitó a considerarla fuente de inspiración personal sino que intentó, en el desarrollo de su pensamiento y en sus escritos, dar cuenta de su razonabilidad, demostrar su potencialidad para la comprensión de los procesos fácticos, para una mayor inteligencia de toda la realidad. Nos parece estar escuchando al papa Benedicto XVI cuando, en su discurso inaugural de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Aparecida, el 13 de mayo de 2007, afirmaba: “Quien excluye a Dios de su horizonte falsifica el concepto de «realidad» [...] Sólo quien reconoce a Dios conoce la realidad y puede responder a ella en modo adecuado y realmente humano”.

El segundo aspecto que quiero destacar es que Methol Ferré fue un apasionado latinoamericano. No se dejó aprisionar dentro de las fronteras del pequeño Uruguay, de espaldas entonces a América Latina. El amor por sus pueblos lo sumergió en su historia común, en su tradición católica, en su religiosidad popular, en la lucha por la justicia. Reconocía su deuda con Víctor Haya de la Torre y Juan Domingo Perón, desde los ímpetus bolivarianos y la importancia de los movimientos nacionales y populares. Los países latinoamericanos por separado quedarían, según él, condenados a la marginación y la dependencia. En la actual fase histórica de los “Estados continentales”, apostó por todas las modalidades concretas de unidad e integración en América Latina. Las resonancias sobre la Patria Grande y la Nación Latinoamericana que provienen de la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Puebla de los Ángeles (1979), de la Cuarta Conferencia en Santo Domingo (1992) y de la V Conferencia en Aparecida (2007) son ecos que mucho tienen que ver con el pensamiento de Methol Ferré y sus años de trabajo en el Consejo Episcopal Latinoamericano.

Fue un perseguido por el régimen militar uruguayo y, a la vez, el más agudo crítico de la estrategia del “foquismo guerrillero” de Ernesto Guevara y Régis Debray. Fue un crítico duro de aquellas corrientes de la teología de la liberación subyugadas por el marxismo, que convertían a la Iglesia en un mero aliado eventual de las fuerzas revolucionarias. Por entonces, en el clima en que se vivía, incluso dentro de la Iglesia, era difícil sostener tales posiciones. Pero, poco antes de su muerte, se lo recibió en Cuba con admiración y en las páginas de este libro llega a afirmar que “la evaporación de la teología de la liberación disminuyó el ímpetu del conjunto de la Iglesia latinoamericana para asumir la condición de los pobres con coraje”, siendo hoy “urgente suplir su ausencia”. Hay en el libro páginas extraordinarias sobre la crisis de sentido de la revolución marxista, para concluir que “percibía más que nunca que la única revolución real posible era la de Cristo en la historia; incluso la Iglesia podía finalmente reapropiarse de la palabra revolución refiriéndola a Jesucristo”. Y así lo han hecho Benedicto XVI y Francisco.

Tucho profundizó, desde la realidad latinoamericana, las profundas implicaciones recíprocas entre Iglesia, por una parte, y pueblos y naciones, por otra. En América Latina, la Iglesia Católica es “pueblo entre los pueblos” –título de uno de sus estudios–, tanto en acepción bíblica y teológica como en su arraigo histórico y cultural. Aquí se juega su destino en las próximas décadas, si no se encoge en autorreferencialidad y, al contrario, se lanza misionera y solidaria hacia todos los ambientes y confines. Pero este destino eclesial está ligado también al destino de los pueblos latinoamericanos, si no quedan rezagados, subalternos y confundidos, sino que, al contrario, reactualizan y reformulan su mejor y más inclusiva tradición cristiana, se muestran capaces de democratización, industrialización e integración, dan saltos cualitativos hacia su unidad y saben universalizarse en círculos concéntricos de vinculaciones.

De este libro se aprende también de Methol Ferré las proyecciones de una mirada global, católica. Es iluminante su hermenéutica histórica del Concilio Ecuménico Vaticano II, considerado como respuesta de conjunto a las grandes vigencias rectoras de la modernidad –la Reforma protestante y el Iluminismo–, capaz no sólo de desechar sus errores sino también de asumir lo mejor de ellas, y así trascenderlas. Sus respuestas sobre la globalización poscomunista son de profunda percepción. Zbigniew Brzezinski y Augusto del Noce lo iluminaron sobre el tremendo giro histórico y cultural del ateísmo mesiánico, utopía revolucionaria del marxismo, al ateísmo libertino, nihilismo de consumidores. Y, sin embargo, no podía ser éste la alternativa histórica, siendo “intrínsecamente parasitario, no constructivo por definición”. La verdadera victoria sería de Auguste Comte sobre Marx, concluye Methol Ferré con genialidad: “Este agnosticismo positivista, cientista, que oscila entre el nihilismo parasitario y una religiosidad humanitaria, vagamente deísta, ecuménica en su eclecticismo, podía ser una alternativa «universal» en las clases altas y medias de las sociedades industriales dominantes. Una indistinta religiosidad que correspondía al materialismo práctico imperante, como una protección ante la amenaza del nihilismo y al vacío del mito de la revolución”. Éste es el “enemigo principal” de la Iglesia Católica en esta fase histórica, que hay que combatir pero sobre todo salvar, convirtiéndolo en amigo. ¡Pero ya será entonces otra cosa!

No creo que Alberto Methol Ferré haya tenido tiempo, ya muy enfermo, para captar todo lo que significó la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Aparecida como acontecimiento de madurez católica. Este libro y muchos de sus textos, así como el aporte de alguno de sus discípulos, habían también ayudado a generarlo a través de complejas vicisitudes y mediaciones. Aparecida le hubiera dado una gran paz y alegría, por católico y por latinoamericano, por reconocer también no poco de lo que había sembrado.

Methol Ferré siguió el itinerario y magisterio de los últimos Papas con atención, inteligencia y devoción. Estaba lejos, años luz, de ser un “beatón”. Vivió su fe con gran libertad, en comunión. La elección del cardenal Jorge María Bergoglio le hubiera causado gran conmoción. Lo hubiera puesto a repensar toda la historia de América Latina y su realidad actual a la luz de este acontecimiento. Lo hubiera incitado a considerar lo que significaba como posibilidad de su “resurgimiento católico”. Hubiera tenido en cuenta sus repercusiones sobre una América Latina “emergente” en el concierto internacional. Lo hubiera puesto a escribir y compartir sobre las exigencias y responsabilidades acrecidas que este pontificado conlleva para toda la Iglesia latinoamericana.

Nos falta Tucho Methol Ferré, pero necesitamos más que nunca que se emprendan ya mismo estas reflexiones y perspectivas. La lectura de este libro es un óptimo aliciente para afrontar esa tarea.

INTRODUCCIÓN

Jorge Bergoglio y Alberto Methol Ferré: afinidades electivas de un Papa y un filósofo del Río de la Plata

Alver Metalli

Alberto Methol Ferré auspició y previó la elección de Benedicto XVI y vislumbró en el horizonte la del papa Francisco. En 2005, trece días antes de la fumata blanca del martes 19 que llevó a Joseph Ratzinger a la cátedra de Pedro, el 6 de abril para ser más exactos, desde Montevideo, donde vivía, Methol Ferré rompió una lanza a favor suyo. Durante la entrevista concedida a una periodista del diario argentino La Nación que viajó expresamente para verlo, declaró que era “un gran partidario de Joseph Ratzinger”. Es más: “Pienso que es el hombre más indicado para ser Papa en estos momentos de la historia”, y agregó fundamentando su convicción: “Porque es una de las últimas grandes expresiones de esa generación que alcanzó un esplendor intelectual equiparable a los siglos XII y XIII de la Edad Media, y que se puede comparar también con la mejor época de la patrística griega y latina, cuando tuvo su inicio la gigantesca epopeya de la evangelización de los pueblos”. Pero, en el momento en que hizo estas declaraciones, Methol Ferré, que había augurado el pontificado de Benedicto XVI, consideraba que todavía no había llegado el tiempo de un Papa latinoamericano: “La Iglesia está saliendo de Europa, pero es un proceso reciente que todavía necesita madurar. Europa fue el centro del mundo hasta hace cincuenta años. A partir de la descolonización surge todo un mundo de iglesias nuevas, en la India, en Asia, pero son procesos muy incipientes”. Estaba convencido de que la Iglesia latinoamericana era la más madura porque era la más antigua de las no europeas: “Tiene cinco siglos, contra un siglo de las de África; por eso no me parece que las iglesias de la periferia europea estén en condiciones de una conducción mundial todavía”. Consideraba que hacía falta más tiempo. No mucho, se apresuraba a aclarar:

Dentro de pocos años, seguramente sí [estarán en condiciones de asumir la conducción de la cristiandad], porque la intensidad de la globalización y de la coparticipación interna de la Iglesia es cada vez más fuerte.1

Ese tiempo ya ha llegado. El papa Francisco es la prueba y la confirmación.

En la primera edición de La América Latina del siglo XXI, verdadero “testamento intelectual de Methol Ferré”,2 en el capítulo final dedicado a Ratzinger Methol Ferré decía estar convencido de que el diálogo del pontífice alemán con la Iglesia del continente serviría para que se desarrollara lo mejor de la tradición teológica latinoamericana que surgió del Concilio en adelante, y para unirlo estrechamente con lo mejor del magisterio pontificio. “Cuando una tradición de pensamiento, como la latinoamericana, se convierte en un espacio de apropiación de los aportes de otras Iglesias, es cuando comienza a ser Iglesia fuente.”3 Para el filósofo uruguayo, en efecto, “se pueden recoger con provecho pensamientos que nacen en otras circunstancias solamente cuando se es autoconsciente”. En una Iglesia-reflejo, afirmaba con convicción, “pesa más la debilidad de la mera imitación repetitiva que la fuerza del descubrimiento”.4

Iglesia reflejo, Iglesia fuente. O bien “iglesias protagonistas” e “iglesias receptoras” de protagonismos externos a ellas, como prefería decir Methol Ferré. La distinción entre unas y otras la trazó por primera vez el teólogo brasileño Henrique Claudio de Lima Vaz, jesuita y deudor, a su vez, de otro jesuita, Henri de Lubac, definiendo con la primera expresión, “iglesia reflejo”, las iglesias más determinadas por otras iglesias que por sí mismas, y con la segunda, “iglesia fuente”, aquellas que tienen en su interior las fuentes de su propia renovación. “Hay muchos grados intermedios entre estas dos categorías: de alguna manera todas las iglesias son al mismo tiempo «fuente» y «reflejo»”, comentaba Methol Ferré, “pero, históricamente, se puede observar cuándo un término prevalece más o menos sobre el otro”. En este punto la reflexión del filósofo uruguayo pasa a ser histórica:

 

En la historia del catolicismo se ha visto que algunas iglesias se volvían áridas y se convertían en reflejos de otras y viceversa, iglesias que relumbran e iluminan otras iglesias antes florecientes. Es así desde siempre y siempre será así. El movimiento de la Iglesia no es uniforme ni homogéneo. Siempre hubo y siempre habrá iglesias que en un determinado momento histórico son un foco de irradiación para otras. Durante mil quinientos años estos cambios se produjeron en el Mediterráneo y en Europa. En el siglo XVI España e Italia fueron iglesias fuente. El Concilio Vaticano II fue en gran medida una empresa franco-alemana y al mismo tiempo es el último Concilio europeo. La Iglesia católica, que ahora sí es mundial, siente la presencia de otras iglesias locales que antes eran un puro reflejo de la europea.5

Cuando hizo estas afirmaciones, Methol Ferré estaba convencido de que la catolicidad latinoamericana se encontraba en un momento de transición de “reflejo” a “fuente”. Desde entonces han pasado diez años, tiempo suficiente para completar el tránsito de una etapa a otra. Y eso fue lo que ocurrió. El paso del Mar Rojo que llevó a cabo la Iglesia latinoamericana ha terminado y ahora se ha convertido en fuente, llevando a la cátedra de Pedro a un hijo ilustre. Un Papa argentino, además, que Methol Ferré conoció muy bien durante su vida y con el cual se encontraba con frecuencia cuando decía las cosas que hemos referido; un Papa que apreció y con quien colaboró estrechamente.

* * *

La relación entre Bergoglio y Methol Ferré viene de lejos. Elbio López, un amigo uruguayo, afirma que ambos se conocieron “intelectualmente” en la década del 70, “cuando, entre otras cosas, la ofensiva antirromana sacudía los cimientos de la autoridad petrina y ponía en tela de juicio las bases eclesiológicas del Concilio Vaticano II”.6 Cara a cara, en cambio, se encontraron por primera vez en 1978, en la onda del impulso que ambos intentaban imprimir, también en la Argentina, al debate preparatorio para la Tercera Conferencia General del Episcopado Latinoamericano a realizarse en Puebla de los Ángeles, México.

Francisco Piñón, rector de la Universidad del Salvador de Buenos Aires entre 1975 y 1980, recuerda con claridad esa época. “Con Methol Ferré, Lucio Gera, Luis Meyer, Hernán Alessandri, Joaquín Allende, Juan Lumermaz, Carlos Bruno y otros nos reuníamos para discutir el documento de consulta de Puebla. Circulaba en ambientes bastante restringidos”, recuerda Piñón, “y nosotros tratamos de ampliar el perímetro proponiendo la reflexión en otros ambientes como la Universidad del Salvador. Bergoglio en aquella época era provincial de los jesuitas”.7 Un joven provincial de treinta y siete años, elegido superior en 1973, que hacía todo lo posible para transferir la Universidad del Salvador a la comunidad de laicos, manteniendo en manos de la Compañía de Jesús la Universidad Católica de Córdoba. Piñón evoca el momento del primer encuentro entre Bergoglio y Methol Ferré: “Fue un almuerzo de tres, que se llevó a cabo en el Colegio Máximo de San Miguel, sede pontificia en aquel momento de la Facultad de Filosofía y Teología de los jesuitas, de la Universidad del Salvador”. Poco tiempo antes Bergoglio había concretado un objetivo que para él era importante: transferir la Curia provincial del centro de la ciudad de Buenos Aires a la localidad periférica de San Miguel, a unos cuarenta kilómetros de la Capital. “Quería estar con los sacerdotes, lo mismo que ahora, como Papa, en el Vaticano”, observa Piñón, y a continuación recuerda los dos puntos fundamentales de la conversación que tuvo lugar durante aquel almuerzo:

Se habló del momento histórico de América Latina y de la responsabilidad de la Iglesia en esa coyuntura. Desde una óptica católica se observaba la situación del continente en la vigilia del encuentro de Puebla. El tema de la cultura, tal como se estaba perfilando en la fase preparatoria de la Conferencia en la que Methol tenía una participación activa, el de la religiosidad popular, el mismo tema de la Teología de la Liberación, se plantearon en profundidad durante la conversación.

Es oportuno recordar que en la Argentina se había formado un núcleo, una línea teológica que ponía el acento en lo existencial, en la religiosidad y en la cultura popular. Vale decir, más en la historia y el pueblo que en la sociología y las clases sociales. Formaban parte de ese núcleo, entre otros, los argentinos Lucio Gera, Gerardo Farrell y Juan Carlos Scannone, nombres conocidos y frecuentados tanto por Bergoglio como por Methol Ferré. Gera, amigo personal de Bergoglio, no aceptaba el enfoque sociológico de Gutiérrez y Boff. Trataba en cambio de incorporar el tema de la liberación en la tradición social de la Iglesia. Por su parte, el objetivo de Scannone era conjugar la línea de Gera con la de Gutiérrez; Farrell, otro argentino, especialista en doctrina social de la Iglesia, avanzaba entre tanto en el terreno de modernidad y liberación. “Todos tenían en común el acento en el tema de la religiosidad popular, de los pobres, de la cultura, de la historia latinoamericana y de la Patria Grande”,8 resume el intelectual argentino Miguel Ángel Barrios, y desarrollaban un enfoque mucho más comprensivo de las realidades nacionales que, en consecuencia, entraba en conflicto con esa parte de la teología de la liberación subordinada a la hermenéutica marxista. Methol Ferré sintetizaba en pocas palabras la crítica de fondo que se le hacía a la teología de la liberación: “Muchos de nosotros, y durante los años en que ese enfoque no puede despertar sospechas, hemos reprochado a la Teología de la liberación su fundamental dependencia de la lógica marxista. En muchos exponentes de esta corriente –no en todos, si se fija bien– el cristianismo se subordinaba a una concepción totalizante de origen diferente y contrario al cristianismo, y no al revés. Esa amalgama se mantenía de manera forzada y precaria. Los hechos sucesivos demostraron el acierto de esta crítica. La deslegitimación histórica del comunismo evaporó la teología de la liberación como presencia en América Latina”. Y agrega al final una aclaración que pone de manifiesto la gran independencia intelectual de Methol Ferré:

Comparto la intencionalidad profunda de la teología de la liberación aún cuando difiera con mi posición. Esta teología prestó un inestimable servicio al resituar la política en función del bien común y en estrecha relación con la opción preferencial por los pobres y por la justicia. En cierto sentido es un pecado que se haya “evaporado”. La comunidad perdió el estímulo de una reflexión muy involucrada con las circunstancias de los inmensos sectores pobres del continente.9

Con esta línea teológica y de pensamiento se identificaba Bergoglio, una corriente mucho más fuerte en la Argentina que en otros países de América Latina y que se fue articulando en jornadas, publicaciones y revistas, entre las cuales merece ser recordada Nexo.

* * *

Muchas de las reflexiones de estos autores confluyeron en la revista Nexo, fundada y dirigida por Methol Ferré en etapas sucesivas. La fundó en 1955 con la finalidad, precisamente, de crear nexos, vínculos entre nación y nación, y estrechar lazos e historias entre pensadores de diferentes países de Sudamérica. El puente, sobre todo, debía tenderse, cruzando el Río de la Plata, desde Uruguay hacia la Argentina, para extenderse luego con miles de brazos por todo el continente. Desde el principio el horizonte de la reflexión de Nexo debía ser América Latina en su totalidad, esa América Latina fragmentada por el nacimiento de repúblicas independientes y embrionariamente repensada como unitaria por Rodó, Vasconcelos, Ugarte, Fombona, Pereira y Calderón. Toda una generación –el 900 latinoamericano– a la que Methol Ferré se remitía sistemáticamente.

Nexo, el primer Nexo, bajó las persianas en 1958. En 1967 Methol Ferré integró la redacción de otra revista, Víspera. También en este caso el nombre debía sintetizar el impulso inspirador de la publicación y los objetivos programáticos: recapitular los aportes del Concilio Vaticano II en vistas de la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano de Medellín en 1968. En 1983 se produce un paso de la posta cargado de consecuencias para el futuro: de la revista italiana Incontri (Encuentros) dedicada a América Latina, de la que Methol Ferré formó parte desde el comienzo, a Nexo, que de esa manera iniciaba una nueva etapa en y por América Latina. Significativamente la resucitada publicación se reconocía en Latinoamérica, una gloriosa revista fundada por los jesuitas en 1949.

Bergoglio era un lector asiduo de Nexo. Otro compatriota de Methol Ferré, Guzmán Carriquiry, lo destaca en una carta escrita recientemente a su hijo Marcos Methol Sastre.10 “Sé muy bien cuánto [Bergoglio] apreciaba y admiraba a Methol Ferré. Seguía con mucho interés y provecho todos sus escritos, especialmente los de la revista Nexo”. En la carta, Carriquiry pone de manifiesto los múltiples lazos de Methol Ferré con la realidad argentina, “tanto en el aspecto «político» (peronismo, nacionalismo popular y tradición cristiana, corrientes de pensamiento que ponían el acento en la Nación Latinoamericana) como en el eclesial (el «grupo Gera» y sus reflexiones sobre el pueblo de Dios, la evangelización de la cultura y de la religiosidad popular) siempre dentro de la orientación fundamental del documento de Puebla”. En especial, Carriquiry recuerda la amistad y la colaboración con Quarracino, presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) y arzobispo de Buenos Aires, que propuso a Bergoglio como obispo auxiliar de su diócesis. El mismo Bergoglio, además, permitió que Lucio Gera fuera sepultado en una capilla de la catedral metropolitana. “Bergoglio, padre, obispo y cardenal”, escribe Carriquiry al hijo de Methol Ferré, “advertía en tu padre un profundo amor a la Iglesia y una sorprendente inteligencia católica sobre los últimos pontificados”.

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