Una Razón Para Temer

Текст
Из серии: Un Misterio de Avery Black #4
0
Отзывы
Читать фрагмент
Отметить прочитанной
Как читать книгу после покупки
Una Razón Para Temer
Шрифт:Меньше АаБольше Аа

U N A R A Z Ó N P A R A T E M E R

(UN MISTERIO DE AVERY BLACK – LIBRO 4)

B L A K E P I E R C E

Blake Pierce

Blake Pierce es el autor de la serie exitosa de misterio RILEY PAIGE que cuenta con trece libros hasta los momentos. Blake Pierce también es el autor de la serie de misterio de MACKENZIE WHITE (que cuenta con nueve libros), de la serie de misterio de AVERY BLACK (que cuenta con seis libros), de la serie de misterio de KERI LOCKE (que cuenta con cinco libros), de la serie de misterio LAS VIVENCIAS DE RILEY PAIGE (que cuenta con tres libros), de la serie de misterio de KATE WISE (que cuenta con dos libros), de la serie de misterio psicológico de CHLOE FINE (que cuenta con dos libros) y de la serie de misterio psicológico de JESSE HUNT (que cuenta con tres libros).

Blake Pierce es un ávido lector y fan de toda la vida de los géneros de misterio y los thriller. A Blake le encanta comunicarse con sus lectores, así que por favor no dudes en visitar su sitio web www.blakepierceauthor.com para saber más y mantenerte en contacto.

Derechos de autor © 2017 por Blake Pierce. Todos los derechos reservados. A excepción de lo permitido por la Ley de Derechos de Autor de Estados Unidos de 1976 y las leyes de propiedad intelectual, ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida o distribuida en cualquier forma o por cualquier medio, o almacenada en un sistema de bases de datos o de recuperación sin el previo permiso del autor. Este libro electrónico está licenciado para tu disfrute personal solamente. Este libro electrónico no puede ser revendido o dado a otras personas. Si te gustaría compartir este libro con otras personas, por favor compra una copia adicional para cada destinatario. Si estás leyendo este libro y no lo compraste, o no fue comprado solo para tu uso, por favor regrésalo y compra tu propia copia. Gracias por respetar el trabajo arduo de este autor. Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, eventos e incidentes son productos de la imaginación del autor o se emplean como ficción. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, es totalmente coincidente. Los derechos de autor de la imagen de la cubierta son de ozgurdonmaz, utilizada bajo licencia de istock.com.

LIBROS ESCRITOS POR BLAKE PIERCE

SERIE DE MISTERIO PSICOLÓGICO DE SUSPENSO DE JESSE HUNT

EL ESPOSA PERFECTA (Book #1)

EL TIPO PERFECTO (Book #2)

SERIE DE MISTERIO PSICOLÓGICO DE SUSPENSO DE CHLOE FINE

Al LADO (Libro #1)

LA MENTIRA DEL VECINO (Libro #2)

CALLEJÓN SIN SALIDA (Libro #3)

SERIE DE MISTERIO DE KATE WISE

SI ELLA SUPIERA (Libro #1)

SI ELLA VIERA (Libro #2)

SERIE LAS VIVENCIAS DE RILEY PAIGE

VIGILANDO (Libro #1)

ESPERANDO (Libro #2)

ATRAYENDO (Libro #3)

SERIE DE MISTERIO DE RILEY PAIGE

UNA VEZ DESAPARECIDO (Libro #1)

UNA VEZ TOMADO (Libro #2)

UNA VEZ ANHELADO (Libro #3)

UNA VEZ ATRAÍDO (Libro #4)

UNA VEZ CAZADO (Libro #5)

UNA VEZ CONSUMIDO (Libro #6)

UNA VEZ ABANDONADO (Libro #7)

UNA VEZ ENFRIADO (Libro #8)

UNA VEZ ACECHADO (Libro #9)

UNA VEZ PERDIDO (Libro #10)

UNA VEZ ENTERRADO (Libro #11)

UNA VEZ ATADO (Libro #12)

UNA VEZ ATRAPADO (Libro #13)

UNA VEZ LATENTE (Libro #14)

SERIE DE MISTERIO DE MACKENZIE WHITE

ANTES DE QUE ASESINE (Libro #1)

ANTES DE QUE VEA (Libro #2)

ANTES DE QUE DESEE (Libro #3)

ANTES DE QUE ARREBATE (Libro #4)

ANTES DE QUE NECESITE (Libro #5)

ANTES DE QUE SIENTA (Libro #6)

ANTES DE QUE PEQUE (Libro #7)

ANTES DE QUE CACE (Libro #8)

ANTES DE QUE SE APROVECHE (Libro #9)

ANTES DE QUE ANHELE (Libro #10)

ANTES DE QUE SE DESCUIDE (Libro #11)

SERIE DE MISTERIO DE AVERY BLACK

UNA RAZÓN PARA MATAR (Libro #1)

UNA RAZÓN PARA HUIR (Libro #2)

UNA RAZÓN PARA ESCONDERSE (Libro #3)

UNA RAZÓN PARA TEMER (Libro #4)

UNA RAZÓN PARA RESCATAR (Libro #5)

UNA RAZÓN PARA ATERRARSE (Libro #6)

SERIE DE MISTERIO DE KERI LOCKE

UN RASTRO DE MUERTE (Libro #1)

UN RASTRO DE ASESINATO (Libro #2)

UN RASTRO DE VICIO (Libro #3)

UN RASTRO DE CRIMEN (Libro #4)

UN RASTRO DE ESPERANZA (Libro #5)

CONTENIDO

PRÓLOGO

CAPÍTULO UNO

CAPÍTULO DOS

CAPÍTULO TRES

CAPÍTULO CUATRO

CAPÍTULO CINCO

CAPÍTULO SEIS

CAPÍTULO SIETE

CAPÍTULO OCHO

CAPÍTULO NUEVE

CAPÍTULO DIEZ

CAPÍTULO ONCE

CAPÍTULO DOCE

CAPÍTULO TRECE

CAPÍTULO CATORCE

CAPÍTULO QUINCE

CAPÍTULO DIECISÉIS

CAPÍTULO DIECISIETE

CAPÍTULO DIECIOCHO

CAPÍTULO DIECINUEVE

CAPÍTULO VEINTE

CAPÍTULO VEINTIUNO

CAPÍTULO VEINTIDOS

CAPÍTULO VEINTITRÉS

CAPÍTULO VEINTICUATRO

CAPÍTULO VEINTICINCO

CAPÍTULO VEINTISÉIS

CAPÍTULO VEINTISIETE

CAPÍTULO VEINTIOCHO

CAPÍTULO VEINTINUEVE

CAPÍTULO TREINTA

CAPÍTULO TREINTA Y UNO

CAPÍTULO TREINTA Y DOS

CAPÍTULO TREINTA Y TRES

CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO

PRÓLOGO

Denice Napier tenía treinta y nueve años de edad y jamás había vivido un invierno tan frío como este. Aunque el frío realmente no la molestaba, el viento sí la inquietaba. Ella sintió una ráfaga de viento cruzar las orillas del río Charles mientras se encontraba sentada en una silla de lona, ​​mirando a sus niños patinar, y contuvo el aliento. Era mediados de enero, y la temperatura había estado terrible esta última semana y media.

Sus hijos, más inteligentes de lo que querría admitir, sabían que tales temperaturas significaban que la mayoría del río Charles estaría congelado por completo. Por esa razón había ido al garaje a buscar los patines de hielo por primera vez este invierno esa mañana. Ató los cordones, afiló las cuchillas y preparó tres termos de chocolate caliente, uno para ella y uno para cada uno de sus hijos.

Los estaba observando ahora, patinando de un lado a otro a una velocidad imprudente, pero hermosamente infantil. La sección a la que habían llegado, un tramo recto pero estrecho a través de una franja de bosque a dos kilómetros y medio de su casa, estaba totalmente congelada. Todo el tramo ocupaba unos seis metros. Denice había caminado sobre el hielo y había colocado pequeños conos color naranja, los que sus hijos utilizaban a veces para realizar ejercicios de fútbol, para mostrarles los límites.

Sam, de nueve años de edad, y Stacy de doce, estaban riendo juntos y realmente disfrutando de la compañía del otro. Esto no era algo que sucedía muy a menudo, así que Denice estaba dispuesta a soportar el frío intenso.

No eran los únicos niños que estaban patinando. Denice conocía a algunos de ellos, pero no lo suficientemente bien como para entablar una conversación con sus padres, quienes también estaban sentados cerca. La mayoría de los otros niños eran mayores, probablemente en octavo o noveno grado. Había tres niños jugando un juego muy desorganizado de hockey y otra niña practicando un giro.

 

Denice miró su reloj. Decidió que estarían allí diez minutos más y luego se irían a casa. Tal vez se sentarían en frente a la chimenea y verían algo en Netflix. Tal vez incluso una de esas películas de superhéroes que Sam disfrutaba ahora.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por un grito desgarrador. Miró hacia el hielo y vio que Stacy se había caído. Ella estaba gritando y mirando el hielo.

Sus instintos maternales la invadieron en ese momento. Fractura en la pierna, tobillo torcido, conmoción cerebral...

Ya había pensado en todos los escenarios posibles para cuando llegó al hielo. Se deslizó todo el camino. Sam también había patinado hacia ella y estaba mirando hacia abajo en el hielo. Pero Sam no estaba gritando. En realidad se veía congelado.

“¿Stacy?”, dijo Denice, apenas capaz de oírse a sí misma sobre los gritos de Stacy. “Stacy, ¿qué pasa?”.

“¿Mamá?”, dijo Sam. “¿Qué pasa?”.

Confundida, Denice finalmente llegó al lugar donde estaba Stacy y se puso de rodillas a su lado. Parecía estar ilesa. Dejó de gritar una vez que su madre llegó a ella, pero ahora estaba temblando. También estaba señalando el hielo y tratando de abrir la boca para decir algo.

“Stacy, ¿qué te pasa?”.

Entonces Denice vio la forma bajo el hielo.

Era una mujer. Su rostro estaba azul y sus ojos estaban bien abiertos. Miraba a través del hielo en un estado congelado de terror. Su pelo rubio estaba congelado y desordenado.

El rostro que le devolvió la mirada, con ojos bien abiertos y piel pálida, la revisitaría en sus pesadilla durante muchos meses.

Pero lo único que Denice pudo hacer en ese momento fue gritar.

CAPÍTULO UNO

Avery no podía recordar la última vez que había hecho compras de manera tan irresponsable. No estaba segura de cuánto dinero había gastado porque había dejado de prestarle atención a eso después de la segunda tienda. Ni siquiera había mirado los recibos. Rose estaba con ella y eso no tenía precio. Quizás se sentiría diferente cuando le llegara la factura, pero por ahora valía la pena.

Con la evidencia de su extravagancia en pequeñas bolsas de tiendas a sus pies, Avery miró a Rose, sentada al otro lado de la mesa. Estaban en un café llamado Café Nero, ubicado en el Leather District de Boston. El café era exageradamente caro, pero era el mejor que Avery había probado en mucho tiempo.

Rose estaba usando su teléfono, enviándole mensajes de texto a alguien. Esto normalmente enfurecería a Avery, pero estaba aprendiendo a dejar ir las cosas. Tenían que aprender a ceder para poder hacer su relación funcionar. Tuvo que recordarse a sí misma que se llevaban veintidós años y que Rose estaba convirtiéndose en una mujer en un mundo muy diferente en el que ella había crecido.

Cuando Rose terminó de enviar su mensaje de texto, colocó el teléfono sobre la mesa y le dio una mirada pesarosa.

“Lo siento”, dijo ella.

“No te preocupes”, respondió Avery. “¿Me puedes decir con quién hablas?”.

Rose pareció considerar esto por un momento. Avery sabía que Rose también estaba tratando de ceder para poder mejorar su relación. Aún no había decidido qué quería contarle a su madre de su vida personal y qué no.

“Marcus”, dijo Rose en voz baja.

“Ah. No sabía que aún estaban juntos”.

“En realidad no. Bueno, no sé... Tal vez sí”.

Avery sonrió, recordando la época en su vida en la que los hombres fueron confusos e intrigantes a la vez. “Bueno, ¿están saliendo?”.

“Supongo que sí”, dijo Rose. No estaba hablando mucho, pero podía ver las mejillas de su hija ruborizándose.

“¿Te trata bien?”, preguntó Avery.

“Casi siempre. Solo queremos cosas diferentes. No tiene muchas metas que se diga. Anda vagando sin rumbo”.

“Bueno, ya sabes que no me molesta escucharte hablar de este tipo de cosas”, dijo Avery. “Siempre estoy dispuesta a escuchar. O a hablar. O a hablar mal de hombres que te han hecho daño. Debido a mi trabajo eres prácticamente la única amiga que tengo”. Ella se encogió por lo cursi que sonó eso, pero era demasiado tarde para arrepentirse.

“Yo sé, mamá”, dijo Rose. Luego, con una sonrisa, agregó: “Y no sabes lo patético que suena eso”.

Se echaron a reír pero, internamente, Avery se sorprendió por lo mucho que se parecían. Justo cuando cualquier conversación se tornaba emocional o personal, Rose tendía a cambiar el tema o sacarle algún chiste. En otras palabras, de tal palo, tal astilla.

En medio de su risa, una mesera se les acercó, la misma que había tomado sus pedidos y les había llevado su café. “¿Quieren algo más?”, preguntó.

“No”, dijo Avery.

“Yo tampoco”, dijo Rose. Luego se puso de pie cuando la mesera se alejó de su mesa. “Tengo que irme”, dijo. “Tengo una reunión con el asesor académico en una hora”.

Avery tampoco quería darle gran importancia a esto. Estaba emocionada por el hecho de que Rose finalmente había decidido ir a la universidad. A sus diecinueve años, había actuado y concretado citas con los asesores de un colegio comunitario con sede en Boston. Para Avery, eso significaba que estaba lista para empezar a hacer algo con su vida, pero que tampoco estaba lista para dejar las cosas conocidas atrás, potencialmente incluyendo una relación tensa, pero remediable, con su madre.

“Llámame más tarde para que me cuentes cómo te fue”, dijo Avery.

“Lo haré. Gracias, mamá. Esto fue sorprendentemente divertido. Tenemos que volver a hacerlo pronto”.

Avery asintió con la cabeza y observó a su hija alejarse. Se tomó el último sorbo de café y se puso de pie, recogiendo las cuatro bolsas de compras junto a su silla. Después de colocarlas sobre su hombro, salió de la cafetería y se dirigió a su auto.

Le costó mucho contestar su teléfono cuando sonó debido a todas las bolsas que cargaba. En realidad se sentía tonta con tantas bolsas. Nunca había sido una de esas mujeres a quienes les gusta ir de compras. Pero había sido una gran forma de avanzar con Rose, y eso era lo importante.

Después de mover todas las bolsas en su hombro, finalmente fue capaz de alcanzar su teléfono celular en el bolsillo interior de su abrigo.

“Avery Black”, dijo.

“Black”, dijo la voz siempre brusca y rápida del supervisor de homicidios de la A1, Dylan Connelly. “¿Dónde estás en este momento?”.

“En el Leather District”, dijo. “¿Qué pasa?”.

“Te necesito en el río Charles, en las afueras de un pueblo cerca de Watertown, lo más pronto posible”.

Ella oyó el tono de su voz, la urgencia, y su corazón dio un vuelco.

“¿Qué pasó?”, dijo, casi temiendo la respuesta.

Se produjo una larga pausa, seguida de un fuerte suspiro.

“Encontramos un cuerpo bajo el hielo”, dijo. “Y vas a tener que verlo para creerlo”.

CAPÍTULO DOS

Avery llegó a la escena exactamente veinte y siete minutos más tarde. Watertown, Massachusetts, aproximadamente veinte kilómetros a las afueras de la ciudad de Boston, era uno de los numerosos pueblos que compartía el río Charles con Boston. La presa de Watertown estaba ubicada en el puente Watertown. La zona alrededor de la presa era más que todo rural, al igual que la escena del crimen en la que se estaba estacionando. Estimaba que la presa quedaba a veinticuatro kilómetros de distancia, ya que el pueblo de Watertown quedaba a unos seis kilómetros por la carretera.

Cuando caminó hacia el río, Avery pasó por debajo de una larga tira de cinta que acordonaba la escena del crimen. La escena del crimen era bastante grande, la cinta amarilla haciendo un enorme rectángulo desde dos árboles a lo largo de la orilla a dos postes de acero que la policía había empujado con fuerza dentro del hielo. Connelly estaba de pie en la orilla, hablando con otros dos agentes. En el hielo, un equipo de tres personas estaba en cuclillas, mirando hacia abajo.

Pasó a Connelly y lo saludó con la mano. Connelly miró su reloj, luego la miró como si estuviera impresionado y le hizo un gesto para que se acercara.

“Los forenses te pueden dar todos los detalles”, dijo.

Eso no la molestaba en absoluto. Aunque Connelly la agradaba ahora, tampoco se sentía cien por ciento cómoda con él. Avery caminó hacia el hielo, preguntándose si esas pocas ocasiones en las que había patinado sobre hielo durante sus años de pre-adolescencia la ayudarían en algo en este momento. Sin embargo, era evidente que había perdido esas habilidades. Caminó lentamente y con cuidado para no resbalarse. Odiaba sentirse vulnerable y no estar totalmente en control, pero el condenado hielo era demasiado resbaladizo.

“No te preocupes”, dijo uno de los miembros del equipo de ciencias forenses, viéndola acercarse a ellos. “Hatch se cayó de culo tres veces”.

“Cállate”, dijo otro miembro del equipo, presumiblemente Hatch.

Avery finalmente llegó al lugar donde estaban reunidos los chicos forenses. Estaban encorvados, mirando un pedazo de hielo roto. Debajo de él, vio el cuerpo de una mujer desnuda. Parecía veinteañera. Era hermosa, a pesar de su piel pálida y congelada. Muy hermosa.

Los forenses habían logrado enganchar el cuerpo debajo de los brazos con postes plásticos. El extremo de cada poste tenía una simple curva en forma de U recubierta con lo que parecía ser una especie de algodón. A la derecha del hielo roto, una simple manta aislante esperaba el cuerpo.

“¿Y fue encontrada así?”, preguntó Avery.

“Sí”, dijo el hombre que asumía se llamaba Hatch. “Unos niños la descubrieron. Su madre llamó a la policía local y aquí estamos, una hora y quince minutos después”.

“Eres Avery Black, ¿cierto?”, preguntó el tercer miembro.

“Sí”.

“¿Necesitas echarle un buen vistazo antes de que nos la llevemos?”.

“Sí, si no les molesta”.

Los tres se echaron para atrás un poco. Hatch y la persona que había dicho que se había caído de culo se aferraron a los postes de plástico. Avery se acercó más. Las puntas de sus zapatos estaban a pocos centímetros del hielo roto y el agua.

El hielo roto le permitió ver a la mujer desde la frente a las rodillas. Parecía una figura de cera. Avery sabía que las temperaturas extremas podrían tener algo que ver con eso, pero su impecabilidad tenía que deberse a algo más. Era muy delgada, tal vez no pasaba de cincuenta kilos. Su cara enrojecida estaba volviéndose azul pero, aparte de eso, no vio rasguños, cortaduras, moretones, ni granos.

Avery también se dio cuenta de que, aparte de su cabello rubio empapado y parcialmente congelado, no había ni un solo pelo en su cuerpo. Sus piernas estaban perfectamente afeitadas, al igual que su región púbica. Parecía una muñeca de tamaño natural.

Avery dio un paso atrás después de echarle un último vistazo al cuerpo. “Estoy lista”, le dijo al equipo forense.

Ellos se acercaron y, luego de contar hasta tres, sacaron el cuerpo lentamente del agua. Cuando la sacaron, casi todo su cuerpo terminó en la manta aislante. Avery notó que también había una camilla debajo de la manta.

Con el cuerpo totalmente fuera del agua, notó otras dos cosas que le parecieron extrañas. En primer lugar, la mujer no llevaba nada de joyas. Se arrodilló y vio que sus orejas estaban perforadas pero que no cargaba aretes. Luego volvió su atención a la segunda rareza: las uñas de la mujer estaban bien recortadas, como si se hubiera hecho una manicura hace poco.

Era extraño, pero eso fue lo que más la alarmó. Había algo inquietante al respecto. “Es casi como si hubiera sido pulida”, pensó.

“¿Estamos listos aquí?”, le preguntó Hatch.

Ella asintió.

A lo que los tres cubrieron el cuerpo y comenzaron a caminar con cuidado hacia la orilla con la camilla, Avery se quedó parada al lado de la sección de hielo roto. Miró hacia el agua, perdida en sus pensamientos. Se metió la mano en el bolsillo, en busca de un pequeño pedazo de basura, pero lo único que pudo encontrar fue un coletero que se le había roto más temprano.

“¿Black?”, llamó Connelly desde la orilla. “¿Qué estás haciendo?”.

Miró hacia atrás y lo vio parado cerca del hielo, pero determinado a no pisarlo.

“Trabajando”, le respondió. “¿Por qué no patinas hacia acá y me ayudas?”.

 

Él puso los ojos en blanco y ella se volvió hacia el hielo. Dejó caer el coletero al agua y lo vio moverse por un momento. Luego poco a poco fue atrapado por la corriente lenta del agua bajo el hielo. Fue llevado bajo el hielo hacia su izquierda.

“Entonces ella fue vertida en otro lugar”, pensó Avery, mirando por el río en dirección a Boston. En la orilla, Connelly y el oficial con el que había estado hablando se estaban alejando de la escena.

Avery se quedó en el hielo, completamente de pie ahora. Estaba empezando a sentir mucho frío y veía su respiración vaporizándose en el aire. Pero la temperatura fría parecía estar ayudándola. Le permitía pensar, utilizar los crujidos del hielo como un metrónomo para poder organizar sus pensamientos.

“Desnuda, sin ninguna mancha o moretón. Así que esto no fue un asalto. No tenía joyas, así que pudo haber sido un robo. Pero la mayoría de los cuerpos muestran algunas huellas de lucha después de haber sido robados... y esta mujer está impecable. ¿Y qué de sus uñas y el hecho de que no tenía ni un solo pelo en todo su cuerpo aparte del cabello sobre su cabeza?”.

Se acercó lentamente a la orilla, mirando el río congelado a donde doblaba una curva y seguía en la dirección de Boston. Era raro pensar en lo bello que se veía el río Charles congelado desde la Universidad de Boston, ahora que un cuerpo había sido recién sacado de él.

Se subió el cuello del abrigo mientras caminaba a la orilla. Llegó justo a tiempo para ver las puertas traseras de la furgoneta del equipo de ciencias forenses cerrarse. Connelly se acercó a ella mientras miraba el agua congelada.

“¿Pudiste echarle un buen vistazo?”, preguntó Avery.

“Sí. Parecía un juguete. Toda pálida y fría y...”.

“Y perfecta”, dijo Avery. “¿Notaste que no tenía ni un solo pelo? Tampoco contusiones o golpes”.

“Ni joyas”, agregó Connelly. Con un gran suspiro, preguntó: “¿Qué se te viene a la mente?”.

Ahora se sentía mucho más dispuesta a ser totalmente honesta con Connelly, desde que él y O’Malley le ofrecieron una promoción a sargento hace dos meses. A cambio, parecían más dispuestos a aceptar sus teorías desde el primer momento en lugar de cuestionar todo lo que salía de su boca.

“Sus uñas estaban perfectamente recortadas”, dijo. “Es como si acabara de salir de un salón antes de ser vertida en el río. Y también tenemos el hecho de que no tenía ni un solo pelo. Todas esas cosas son extrañas, pero, en conjunto, me huelen a intencionalidad”.

“¿Crees que alguien la arregló antes de matarla?”.

“Parece que sí. Es casi como las funerarias, que hacen que los muertos se vean lo más presentables posible antes de la capilla ardiente. La persona que hizo esto la arregló. La afeitó y le arregló las uñas”.

“¿Crees saber el por qué?”.

Avery se encogió de hombros. “Solo puedo especular en este momento. Pero sí te puedo decir una cosa ahora mismo... y dudo mucho que te guste”.

“Dios mío”, dijo, sabiendo lo que venía.

“Este tipo se tomó su tiempo... no para matarla, sino para asegurarse de que se viera perfecta cuando fuera encontrada. Todo esto fue intencional. El hombre fue paciente. Basándome en casos similares, casi te puedo garantizar que no será la única”.

Con otro de sus suspiros patentados, Connelly se sacó su teléfono celular del bolsillo. “Agendaré una reunión en la A1”, dijo. “Les haré saber que tenemos un asesino en serie potencial en nuestras manos”.

Купите 3 книги одновременно и выберите четвёртую в подарок!

Чтобы воспользоваться акцией, добавьте нужные книги в корзину. Сделать это можно на странице каждой книги, либо в общем списке:

  1. Нажмите на многоточие
    рядом с книгой
  2. Выберите пункт
    «Добавить в корзину»