Cartografías de la universidad en lo local, lo regional y lo global

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Cartografías de la universidad en lo local, lo regional y lo global
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Cátedra Lasallista, (2011 : Bogotá).

Cátedra Lasallista 2011 : cartografías de la universidad en lo local lo regional y lo global / compiladores Fabio Orlando Neira Sánchez, Jorge Eliecer Martínez Posada. -- Bogotá : Universidad de la Salle, 2013.

188 p. ; 24 cm.

Incluye referencias bibliográficas.

ISBN 978-958-8572-79-6

1. Desarrollo humano - Colombia 2. Desarrollo social - Colombia

3. Globalización - Colombia 4. Arquitectura - Colombia 5. Educación - Colombia I. Neira Sánchez, Fabio Orlando, comp. II. Martínez Posada, Jorge Eliécer, comp. III. Tít.

303.44 cd 21 ed.

A1386161

CEP-Banco de la República-Biblioteca Luis Ángel Arango

ISBN: 978-958-8572-79-6

Primera edición: Bogotá D.C., diciembre de 2012

© Derechos reservados, Universidad de La Salle

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ePub por hipertexto / www.hipertexto.com.co

Queda prohibida la reproducción total o parcial de este libro por cualquier

procedimiento, conforme a lo dispuesto por la ley.

Cartografías de la Universidad en lo local, lo regional y lo global: urdimbre sobre la Universidad

JORGE ELIÉCER MARTÍNEZ POSADA*

FABIO ORLANDO NEIRA SÁNCHEZ **

La empresa, en cambio, instituye entre los individuos una rivalidad interminable a modo de sana competición, como una motivación excelente que contrapone unos individuos a otros y atraviesa a cada uno de ellos, dividiéndole interiormente. El principio modulador de que los salarios deben corresponderse con los méritos tienta incluso a la enseñanza pública: de hecho, igual que la empresa toma el relevo de la fábrica, la formación permanente tiende a sustituir la escuela, y el control continuo tiende a sustituir al examen. Lo que es el medio más seguro para poner la escuela en manos de la empresa.

GILLES DELEUZE

“Hubo un tiempo en que existió una institución llamada ‘Universidad’”... Con estas palabras inicia el escrito del padre Gerardo Remolina (2012), cuyo título se presenta en forma de interrogante, a saber: “¿Réquiem por la Universidad?”. Esta denominación de su trabajo nos deja en vilo. Y provoca una serie de preguntas entre las cuales podríamos nombrar las siguientes: ¿será que la Universidad, como el padre Remolina lo presenta, está muerta? O, más bien, ¿será que en esta (la Universidad) viven, o sobreviven académicos que son como “muertos vivientes” que utilizan los conceptos pero estos no dicen nada a la vida cotidiana, o mejor al mundo de la vida? ¿Se vive o se sobrevive en esta (la Universidad) con categorías “zombis” que se utilizan para nombrar lo humano y defender teóricamente este término, pero en las lógicas de la Universidad-empresa se conducen a sus miembros (directivas, docentes, estudiantes, empleados) a ser simplemente productores de la matrix del capitalismo? Volviendo al texto del padre Remolina (2012), en su inicio nos dice que sus palabras son retomadas de la carta de renuncia a su cátedra universitaria del doctor Marius Reiser, profesor titular de la Universidad de Mainz, Alemania. En esta, después de describir el espíritu de libertad, apertura y gratuidad en la búsqueda de la verdad, que caracterizó a la Universidad alemana durante doscientos años, prosigue diciendo: “De pronto vino una tempestad y granizaron disposiciones para una reestructuración de todas las carreras. La tormenta recibió el nombre de ‘Bolonia’ y llevó rápidamente la vida bella a su final” (Remolina, 2013, p. 14). ¿Será que la vida bella de nuestras universidades en Colombia también ya se fue? Estos y otros interrogantes son objeto actual de las reflexiones de la relación Universidad-sociedad, es así como pensar la idea de Universidad es pensar una institución que nació reflexionando sobre la sociedad en todas sus dinámicas, tomando el pulso al conocimiento, además de generarlo y difundirlo; una institución que marcaba derroteros en la incesante búsqueda de la verdad y las racionalidades que de esta se derivan; una instancia para el pensamiento crítico de los procesos de la naciones y, en la actualidad, para pensar e incidir en los cambios locales, regionales y globales.

De ahí que la Cátedra asume como eje de trabajo para el 2011, la Universidad, y en esta se aborda el problema de cómo esta se asume en la relación con la sociedad, a partir del análisis de su papel político, cultural, ético, entre otras posibilidades, retomando sus políticas institucionales en los campos de la investigación, la formación y la proyección social. Este espacio indagará por las opiniones y experiencias que diversas instituciones, a través de la voz de sus académicos, tanto nacionales como internacionales, tienen al respecto, y pretenderá generar al finalizar el ciclo de conferencias la formulación de las reflexiones sobre el tema en cuestión, para de alguna manera impactar en el papel político de la Universidad.

Igualmente, en la coyuntura histórica de la reforma a la Ley 30 de 1992, se pone en escena la necesidad de pensar el sentido de la Universidad de cara a las necesidades, las exigencias y las tensiones que el mundo globalizado y mercantilizado va dejando en las sociedades y, por ende, en los sujetos, por lo que la institución Universidad y el sistema de educación superior no pueden ser ajenos al debate; por el contrario, deben generar los momentos, los tiempos y los escenarios para dar a la voz de todos los actores el peso que le corresponde, de forma que sea la Universidad, en toda la extensión de su significante, la que armonice las políticas orientadas a un mayor acceso, una mejor calidad y una menor deserción.

Por lo tanto, nuestro objetivo es generar una cartografía, es decir, un mapa de la actualidad, de las formas de relación entre sociedad y Universidad en el contexto local, regional, global, mediante la invitación de diversas universidades que nos contarán desde campos académicos específicos, esta dinámica en diálogo con las diferentes vicerrectorías de la Universidad.

Las reflexiones sobre el papel y el sentido de la Universidad hoy cobran importancia en un contexto globalizado en donde la lógica de producción del capital está conduciendo a una visión mercantilista del conocimiento, privilegiando los saberes de carácter funcional y el pensamiento técnico, que si bien son parte del desarrollo de la cultura no deben ser considerados como su único componente, olvidando elementos de la tradición y la memoria histórica que han constituido el mundo académico; en este escrito se presentan algunas ideas para la discusión, que pueden ser tomadas como base estructural de lo que entendemos por Universidad.

Por eso, el telar o urdimbre es un conjunto de hilos paralelos que forman la base estructural del tejido y que enlazados con la trama forman la tela. Están dispuestos en sentido longitudinal (vertical con respecto a la persona que realiza el trabajo) y con espacios regulares. A veces estos hilos son de fibras de mejor calidad que las empleadas en la trama. La urdimbre de un tejido puede ser la disposición previa de los hilos que lo componen, mas no necesariamente representa una característica propia del mismo tejido en su estado completo. La urdimbre se verá antes que la urdidora haga un todo de la conformación de los hilos, y se volverá a ver en el momento en que tal tejido empiece a deshacerse. Así, se emplea aquí la metáfora de la urdimbre para destacar lo que, a manera de elementos constitutivos sobre la Universidad, se representa en tres hilos; cada uno por separado hace valiosos aportes y en conjunto constituyen la posibilidad de comprender la Universidad en las condiciones actuales.

Primer hilo: la Universidad sin condición

La discusión que se plantea a lo largo del artículo ha sido denominada por el autor “una llamada en forma de profesión de fe: fe en la Universidad y en las humanidades del mañana” (Derrida, 2002, p. 9). Donde dicha fe se relaciona directamente con el saber y, por ello, introduce dos tipos de movimientos, los denominados performativos —que producen el acontecimiento del que hablan— y los movimientos constatativos.

La Universidad a la cual se refiere Derrida corresponde a la moderna, precisamente porque en términos históricos es aquella que exige una libertad académica, es decir, una libertad incondicional de cuestionamiento y proposición. Pero más allá de eso se piensa esta institución como un lugar que hace profesión de la verdad. Y es en ello que la Universidad se distingue de cualquier otra institución de investigación que se encuentre al servicio de intereses y finalidades económicas, de allí que se reflexione en torno a un lugar sin condición o incondicional frente al poder.

El rasgo que prevalece es el de las humanidades, dado que se considera como el espacio en el cual se da lugar a las discusiones infinitas asociadas al estatus, el valor y el devenir de la verdad, pero al mismo tiempo se afirma que la cuestión de la verdad ha estado vinculada a un rasgo propio del hombre.

 

No obstante, la referencia al hombre resulta tan problemática que, en cuanto concepto, requiere las humanidades, o mejor, de nuevas humanidades para discutirlo y reelaborarlo. Entonces el sentido indica que hay que referirse a nuevas humanidades en cuanto se reconozca su lugar de discusión incondicional. En esta misma línea se afirma que “el horizonte de la verdad o de lo propio del hombre no es ciertamente, un límite muy determinable. Pero tampoco lo es el de la Universidad y las humanidades” (Derrida, 2002, p. 12).

Si bien es cierto que la Universidad sin condición no existe, el lugar de análisis que aquí se plantea, afirma que debería seguir siendo un lugar de resistencia crítica, e incluso ir más allá en términos deconstructivos, frente a todos los poderes de apropiación dogmáticos e injustos. Un elemento que resulta central aquí corresponde a la idea del autor cuando apela a “plantear cuestiones críticas no solo a la historia del concepto de hombre sino a la historia misma de la noción de crítica, a la forma y autoridad de la cuestión, a la forma interrogativa del pensamiento” (Derrida, 2002, p. 12). El pensamiento se comprende como aquello que a veces se ciñe a la justicia de la resistencia o disidencia. Es decir que el pensamiento adquiere un lugar en cuanto acontecimiento.

Se plantea entonces un principio de resistencia que puede asumirse como un derecho que deben implementar las universidades a través de las facultades de humanidades. Este elemento permite reconocer una Universidad que puede oponerse a los poderes que limitan la democracia, es decir, poderes estatales, económicos, mediáticos, ideológicos, religiosos y culturales. A través de la mirada del autor se definen aquellos rasgos o elementos centrales desde los cuales se perfila la Universidad, y los explicita en los siguientes puntos:

 Reconocer que la Universidad debería ser el lugar en el que nada está resguardado de ser cuestionado, por ello, se habla de deconstrucción.

 Darle un lugar como Universidad sin condición porque existe un derecho primordial a decirlo todo y a decirlo públicamente.

 Se habla de Universidad sin condición al asumir que

[…] si dicha incondicionalidad constituye, en principio y de jure, la fuerza invencible de la Universidad, aquella nunca ha sido de hecho efectiva. Debido a esa invencibilidad abstracta e hiperbólica, debido a su imposibilidad misma, esta incondicionalidad muestra una debilidad o vulnerabilidad. Exhibe la impotencia de la Universidad, la fragilidad de sus defensas frente a todos los poderes que la rigen, la sitian y tratan de apropiársela. Porque es ajena al poder, porque es heterogénea al principio de poder, la Universidad carece también de poder propio (Derrida, 2002, p. 16).

 La Universidad se ofrece, se encuentra expuesta, está dispuesta a rendirse, para ser tomada y vendida. “¿En qué medida la organización de la investigación y de la enseñanza debe ser sustentada, es decir, directamente controlada, digamos con un eufemismo ‘patrocinada’, con vistas a intereses comerciales o industriales?” (Derrida, 2002, p. 17).

 En la Universidad se articulan de forma original la fe con el saber, especialmente “en ese lugar de presentación de sí mismo del principio de incondicionalidad que denominaremos las humanidades” (Derrida, 2002, p. 21).

Por otra parte, introduce el tema del ciberespacio para mostrar cómo puede este constituirse en una mutación que afecta el lugar y la naturaleza de la Universidad, porque en torno a esta aparece una deslocalización del espacio de comunicación, de discusión, de archivación. La virtualización es propuesta como un lugar de la deconstrucción, justo cuando lo que se encuentra es la aceleración de ritmos y una amplitud del capitalismo y, con respecto a ello, se evidencia la necesidad de reflexionar en torno al desequilibrio que puede generar para el hábitat universitario.

El lugar del trabajo toma también un espacio de reflexión. Derrida propone su análisis al afirmar que es “como si el fin del trabajo estuviera en el origen del mundo”, y a partir de esta afirmación, se desarrolla la idea de qué es el trabajo. No obstante, lo que interesa como parte del análisis en torno a la Universidad es que el trabajo no es solo la acción o la práctica, y que a cualquiera que trabaje no se le reconoce el estatus de trabajador; esta referencia a su vez sitúa en un lugar específico a quienes trabajan en la Universidad, y les atribuye determinada nominación. Se puede trabajar mucho e incluso trabajar mucho como trabajador sin que el resultado o el efecto del resultado sea reconocido como un trabajo en el sentido de la obra, de lo que queda (Derrida, 2002, p. 36).

Bajo esta mirada, la discusión atiende a la idea de la profesionalización, puesto que “implica más allá del saber, del saber-hacer y de la competencia un compromiso testimonial, una libertad, una responsabilidad juramentada, una fe jurada obliga al sujeto a rendir cuentas ante una instancia por definir” (Derrida, 2002, p. 48). De esta manera, se plantea una tensión entre el mundo y el trabajo, como si estos dos conceptos no pudieran coexistir, porque dichos conceptos se tensionan de manera interna, es decir, que el concepto de trabajo está cargado de sentido, de historia y de equivocidad, y resulta difícil pensarlo más allá del bien y del mal, debido a que desde una mirada se refiere al sentido de vida, a la dignidad, al bien, a la libertad y, al mismo tiempo, implica el sacrificio, el castigo y la servidumbre.

Como parte de dicha tensión, el análisis reconoce que “la Universidad se piensa y se representa desde el lugar privilegiado de lo filosófico: dentro y fuera de las humanidades” (Derrida, 2002, p. 62). La filosofía es reconocida como una referencia para la deconstrucción, por ello, permite resituar el lugar de las humanidades, asumiendo que una de sus tareas es reconocer y pensar su propia historia en las siguientes direcciones: el acto de profesar, la teología y la historia del trabajo, la historia del saber y de la fe en el saber, la cuestión del hombre, del mundo, de la ficción, del performativo y del como si de la literatura y de la obra.

La tarea deconstructiva de las humanidades no se agotaría en contener los límites tradicionales de otros departamentos, sino que atravesaría las fronteras de las disciplinas sin que eso sea equivalente a disolver las disciplinas. A manera de conclusión, Derrida propone siete tesis, las cuales se constituyen como sus profesiones de fe.

1. Las nuevas humanidades tratarían de la historia del hombre, de la figura y de lo propio del hombre, donde el hilo conductor se encontraría en la problematización de los performativos jurídicos que escandieron la historia moderna de la humanidad del hombre, por ejemplo, los derechos humanos y el crimen contra la humanidad, justo donde implican promesa y la convencionalidad de un como si.

2. Se asumiría una deconstrucción del concepto de soberanía, el cual se ha considerado indivisible y ha sido el centro de debates mal pensados y llevados respecto a la “paridad” entre hombres y mujeres para acceder a cargos electivos.

3. Se trataría el tema del profesar, de la profesión y del profesorado, lo cual se articula con el trabajo y la mundialización, justo donde se puede ir más allá de la soberanía del Estado, del Estado-nación y del pueblo en democracia.

4. Se abordaría la historia de la literatura en términos de su lugar como institución, y de su relación performativa con el como si.

5. Se ocuparían de lo que ocurre con la profesión de fe, la profesionalización y el profesorado, lo cual da lugar no solo al saber, sino a una alianza desde la perspectiva de lo preformativo que va más allá y se refiere al acontecimiento que afecta el campo de las humanidades.

6. Analizaría de manera reflexiva la historia del como si y de la distinción entre actos performativos y actos constantivos.

7. Daría lugar de revolución a aquello que revoluciona, conmociona y arruina la autoridad que en las humanidades se atribuye al saber, a la profesión y a la puesta en marcha del como si.

A manera de cierre, retoma el acontecimiento en cuanto irrupción, dado que debe dejarse regir por el speech act performativo de un sujeto. Esto como posibilidad, dado que solo tiene lugar allí donde no se deja domesticar por ningún como si.

“Lo imposible es lo único que puede ocurrir” (Derrida, 2002, p. 72); la hipótesis central entonces corresponde a la idea de que “cierta independencia incondicional del pensamiento, de la deconstrucción, de la justicia, de las humanidades, de la Universidad debería quedar disociada de cualquier fantasma de soberanía indivisible y de dominio soberano. Es a las humanidades donde debe llegar el pensamiento de la modalidad del ‘si’ […] en las humanidades se piensa la irreductibilidad de su afuera y su porvenir” (Derrida, 2002, p. 75). Así, en últimas, “de lo que se trata en dicha profesión de fe es del sentido del sentido” (Derrida, 2002, p. 77).

Segundo hilo: la Universidad en el siglo XXI, para una reforma democrática y emancipadora de la Universidad

Este hilo retoma el documento presentado por Boaventura de Sousa Santos, que corresponde a un análisis detallado y enriquecedor en torno a la crisis de la Universidad en el siglo XXI; no obstante, sus afirmaciones y enunciados reflejan un lugar político que es posible asumir en términos de una reforma, cuya promesa pueda materializarse en la emancipación. La Universidad, en tanto bien público, es hoy un campo de enorme disputa. El lugar de la Universidad se desglosa a la luz de la perspectiva hegemónica, del lugar institucional como un bien público, de la generación de conocimiento en una temporalidad y del escenario para la construcción crítica que se constituye a partir de las discusiones.

A lo largo del documento se visibiliza que la Universidad pública ha llegado a ser un bien público amenazado por factores externos e internos, relacionados entre sí; sin embargo, el énfasis de este análisis se encuentra en los factores externos y se exponen emergencias o contingencias asociadas a determinadas condiciones económicas y sociales trazadas por la globalización neoliberal. Por esta razón, uno de los ejes de los planteamientos se refiere a la lógica del Banco Mundial y a las organizaciones multilaterales (De Sousa, 2005).

Desde esta mirada, se cuestiona el lugar a partir del cual la Universidad podría pensarse a sí misma, interrogarse o interrogar a la sociedad, pero al parecer se ha caído en un estado de inercia que requiere un impulso para modificar su fuerza y movilizar la energía que pueda encausar una emancipación.

La historia refleja que, en este momento, las tareas universitarias se encuentran determinadas por el corto plazo, y esto incide de manera irrefutable en urgencias asociadas a presupuestos, a la competencia intrainstitucional y a los roles o tipos de profesores vinculados institucionalmente: “El ‘entrenamiento y capacitación de profesores’ se convirtió en uno de los segmentos más prósperos del emergente mercado educativo, hecho evidente en la proliferación de instituciones privadas que ofrecen cursos de capacitación de profesores a las redes de educación” (De Sousa, 2005, p. 48).

De manera puntual, la propuesta que aquí se encuentra devela tensiones entre la lógica global y externa, al igual que frente al sentido de la Universidad en términos del proyecto de nación. Por esta razón, se presenta de manera sutil y reflexiva el sentido público y cultural de la Universidad como proyecto, en términos de su viabilidad y su cualificación en medio de los diferentes aliados e intereses que emergen al pensar el trascender de la Universidad.

Las implicaciones del análisis descrito sugieren que la dirección de la reforma de la Universidad corresponde a la dirección de la reforma del Estado. Por ello mismo, el lugar de análisis frente a esta problemática no se registra desde una sola mirada sino que, por el contrario, integra un conjunto de elementos que además de cuestionar, orientan el sentido de la Universidad y de su contraste en términos del tiempo.

Para comprender este momento histórico de la Universidad resulta pertinente retomar, señalar o sencillamente tener presentes las tres crisis que ha enfrentado y a partir de las cuales se ha movilizado su sentir y actuar, dado que no se encuentran aisladas entre sí, sino que, por el contrario, han requerido respuestas articuladas que confirman una dependencia no necesariamente problemática: “[…] la autonomía científica y pedagógica de la Universidad se asienta en la dependencia financiera del Estado” (De Sousa, 2005, p. 15).

 

En este sentido, lo que refleja el planteamiento de De Sousa Santos es que aquella dependencia no problemática radica en que la Universidad y sus servicios eran asumidos por el Estado, pero hubo un punto central a partir de los años ochenta, cuando se redujo dicho compromiso, y el resultado fue la concepción de la Universidad y de la educación en términos de un bien público que ya no es asegurado por el Estado, lo cual corresponde, puntualmente, a un cambio en las prioridades en las políticas sociales cuando ingresa el neoliberalismo como modelo económico. Las crisis mencionadas anteriormente corresponden a:

1. La crisis de la hegemonía, la cual refleja una contradicción en términos de la función de la Universidad a la luz de los objetivos esperados por el Estado y por los agentes económicos, lo que implicó que esta dejara de ser la única institución en el campo de la educación superior y en la producción de la investigación.

[…] resultante de las contradicciones entre las funciones tradicionales de la Universidad y las que le fueron atribuidas a todo lo largo del siglo XX; por un lado, la producción de la alta cultura, el pensamiento crítico y los conocimientos ejemplares, científicos y humanistas, necesarios para la formación de las élites de las que se venía ocupando la Universidad desde la Edad Media europea. Por otro lado, la producción de patrones culturales medios y conocimientos instrumentales, útiles para la formación de una mano de obra calificada exigida por el desarrollo capitalista (De Sousa, 2005, pp. 13-14).

2. La crisis de legitimidad, la cual surge como consecuencia de la crisis anterior

[…] por el hecho de haber dejado de ser la Universidad una institución consensual, frente a la contradicción entre la jerarquización de los saberes especializados por un lado, a través de las restricciones del acceso y certificación de las competencias, y por otro lado, por las exigencias sociales y políticas de la democratización de la Universidad y la reivindicación de la igualdad de oportunidades para los hijos de las clases populares (De Sousa, 2005, p. 14).

3. La crisis institucional: “Resultado de la contradicción entre la reivindicación de la autonomía en la definición de valores y objetivos de la Universidad y la presión creciente para someterla a criterios de la eficiencia y la productividad de naturaleza empresarial o de responsabilidad social” (De Sousa, 2005, p. 14).

Ante la lógica del neoliberalismo, se afirma que la Universidad es irreformable y por ello es mercantilizada, para luego ser definida desde la globalización neoliberal, cuando debe responder ante los problemas de educación identificados por el Banco Mundial y por la Organización Mundial del Comercio:

[…] mercantilización consiste en inducir a la Universidad pública a sobreponerse a la crisis financiera mediante la generación de ingresos propios, especialmente a través de alianzas con el capital, sobre todo industrial. En este nivel, la Universidad pública mantiene su autonomía y su especificidad institucional, privatizando parte de los servicios que presta. El segundo nivel consiste en eliminar paulatinamente la distinción entre Universidad pública y privada, trasformando la Universidad, en su conjunto, en una empresa, una entidad que no produce solamente para el mercado sino que produce en sí misma como mercado, como mercado de gestión universitaria, de planes de estudio, de diplomas, de formación de docentes, de evaluación de docentes y estudiantes. Saber si este nivel fue ya conquistado es una cuestión de retórica en cuanto a su efecto sobre la Universidad como bien público (De Sousa, 2005, p. 16).

Al contemplar el vínculo entre estos elementos con el desarrollo global, se ratifica la Universidad como “un bien público tanto en el Norte como en el Sur, pero con consecuencias muy diversas”, y se agudizan las desigualdades entre universidades del Norte y universidades del Sur.

El lugar del conocimiento es uno de los ejes estructurales para la comprensión de la transformación de la Universidad, la razón fundamental se encuentra en aquello que De Susa Santos ha denominado paso del conocimiento universitario al pluriuniversitario. Es decir, que se distingue un conocimiento disciplinar que predominó durante el siglo XX y

[…] cuya autonomía impuso un proceso de producción relativamente descontextualizado con relación a las necesidades del mundo cotidiano de las sociedades [sic]… En la lógica de este proceso de producción de conocimiento universitario la distinción entre conocimiento científico y otros conocimientos es absoluta, tal como lo es la relación entre ciencia y sociedad. La Universidad produce conocimiento que la sociedad aplica o no, por más que sea socialmente relevante, es indiferente o irrelevante para el conocimiento producido. La organización universitaria y el ethos universitario fueron moldeados en este modelo de conocimiento (De Sousa, 2005, pp. 25-26).

Dicho modelo descrito fue desestabilizado en términos de su productividad y como consecuencia de ello emerge otro modelo denominado pluriuniversitario, caracterizado por ser contextual y cuyo principio organizador es de carácter aplicativo. No obstante, su lugar para cuestionar el conocimiento universitario se encuentra en una tensión en la relación ciencia-sociedad:

[…] La sociedad deja de ser un objeto de las interpelaciones de la ciencia, para ser ella misma sujeto de interpelaciones a la ciencia… Es un conocimiento transdisciplinar que por su propia contextualización obliga a un diálogo o confrontación con otros tipos de conocimiento, lo que lo convierte internamente en más heterogéneo y más adecuado para ser producido en sistemas abiertos menos perennes y de organización menos rígida y jerárquica (De Sousa, 2005, p. 26).

Al analizar la transición del tipo de conocimiento universitario generado y la mercantilización de la Universidad, se despliega un punto de trascendencia que muestra una transformación eminentemente política. El punto en el cual se cuestionaba el lugar político de la nación equivalía a cuestionar la Universidad pública; sin embargo, la globalización neoliberal cumplió con un efecto devastador ante la idea de proyecto nacional, y este se convirtió en un obstáculo para el capitalismo global.

El ataque neoliberal tuvo por objetivo primordial al Estado nacional y específicamente a las políticas económicas y sociales en las que la educación venía ganando peso. En el caso de la Universidad pública, los efectos de este ataque no se limitaron a la crisis financiera, porque también repercutieron directa o indirectamente en la definición de prioridades de investigación y de formación, no solamente en las ciencias sociales y humanísticas sino también en las ciencias naturales, especialmente en las más vinculadas con proyectos de desarrollo tecnológico. La incapacidad política del Estado y del proyecto nacional repercutió en una cierta incapacidad epistemológica de la Universidad, en la generación de desorientación en relación con sus funciones sociales. Las políticas de autonomía y de descentralización universitaria, adoptadas entre tanto, tuvieron como efecto dislocar las bases de esas funciones de los designios nacionales para los problemas locales y regionales (De Sousa, 2005, p. 30).

Como parte del análisis se reconoce un lugar especial a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC), afirmando que en medio de la mercantilización han llegado a cuestionar la territorialidad, y han proliferado las fuentes de información y las posibilidades de enseñanza-aprendizaje a distancia.

Lo que hace falta saber, por un lado, es en qué medida esta transformación afecta la investigación, la formación y la extensión universitarias, cuando ellas se vuelvan disponibles y fácilmente accesibles, y por otro lado, qué impacto tendrá su ausencia en los lugares y los tiempos en donde no estén disponibles o difícilmente accesibles (De Sousa, 2005, p. 32).

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