El Monstruo Perezoso

Maria Grazia Gullo - Massimo Longo

El monstruo perezoso

Traducido por Paula De Monte

Copyright © 2019 M.G.Gullo – M.Longo

La imagen de la cubierta y los gráficos fueron creados y editados por Massimo Longo

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El monstruo perezoso

Tienes que saber que nunca nadie lo ha visto, ni escuchado hablar de él, pero existe de verdad.

Es el chico malo de nuestros días.

Para ser honestos, él siempre ha existido. Hace muchos, muchos años, era pequeño, tan pequeño que cuando los niños corrían a su lado, él se volaba como una hoja seca.

Nada podía distraerlos, mucho menos esa pequeña criatura maligna: después de todo, estaban ocupados en ser perseguidos por leones o recoger frutas.

Pasó el tiempo, y la única virtud que se podía encontrar en él era su paciencia.

Sabía cómo esperar, y así lo hizo, durante días y noches, veranos e inviernos.

Sufría mucho en el verano, porque todos estaban tan ocupados.

Un verano, casi desapareció mientras intentaba capturar a alguien con todas sus fuerzas.

En otras ocasiones, cuando el calor del verano era particularmente fuerte, se volvía perezoso. Pero nunca duraba demasiado: nadie puede holgazanear para siempre. Había que trabajar, trabajar y trabajar para no terminar como el saltamontes en el invierno.

En cambio, el invierno era su estación favorita: todos estaban más tranquilos. Menos personas tenían prisa; leían o daban rienda suelta a su imaginación. El sol se ponía temprano, y no era barato conseguir velas y aceite para las lámparas.

Por lo tanto, su amigo íntimo, el señor Maltiempo y él tenían la oportunidad de atacar a alguien.

En pocas palabras, el invierno realmente le permitía realizar su trabajo de la mejor manera posible.

Alguien, entendiste bien, dije alguien: eso significa que no solo estoy hablando de niños. El monstruo perezoso no es quisquilloso cuando se trata de comida, y todo lo que encuentra le parece bien.

De hecho, no lo pensaba dos veces antes de capturar a un adulto, aunque le diera poca satisfacción.

Luego llegaron los tiempos modernos, y los hombres comenzaron a construir máquinas para facilitar su trabajo, máquinas para el tiempo libre de sus hijos, y no solo eso. Máquinas que podían hacer cualquier cosa: no quedaba mucho espacio para pensar.

Las calles estaban vacías, tampoco había más risas de niños en las calles.

Habían creado un mundo ideal para el monstruo perezoso.