Seducción: El diario de Dayana

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Seducción: El diario de Dayana
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© El diario de Dayana

© MD Rafael Duque Ramírez

Diseño de carátula

MD Rafael Duque Ramírez

Gráficos

Angee Martínez

Corrección de estilo

María Cristina Vega

Diseño y diagramación

Lisandro Moreno Rojas

Prólogo

Héctor Julio Cediel Guzmán

Primera edición, marzo de 2020

Este libro no podrá ser reproducido sin permiso escrito del autor.

ISBN: 978-958-48-8816-7

ISBN Digital: 978-958-48-8816-7

Hecho en Colombia - Made in Colombia

Diseño epub:

Hipertexto – Netizen Digital Solutions

CONTENIDO

Reflexión del autor

Prólogo

Capítulo I. Inicio

Capítulo II. Hipnosis

Capítulo III. El diario

Capítulo IV. El primer beso

Capítulo V. Fin de una amistad

Capítulo VI. Identidad sexual

Capítulo VII. Ensimismada

Capítulo VIII. El balcón

Capítulo IX. La hamaca

Capítulo X. Confusión

Capítulo XI. Enfoque terapéutico

Capítulo XII. Ayuda incondicional

Capítulo XIII. El diván

Capítulo XIV. El asado

Capítulo XV. El limpiador

Capítulo XVI. Coartada

Capítulo XVII. Exploración

Capítulo XVIII. Compulsión

Capítulo XIX. La propuesta

Capítulo XX. Divorcio

Capítulo XXI. Cruzados

Capítulo XXII. La cena

Capítulo XXIII. Sorpresa

Capítulo XXIV. El mensaje

REFLEXIÓN DEL AUTOR

Dicen que en la vida no hay imposibles, y motivado por esta premisa, tomé la decisión de escribir un texto para intentar comprender a la mujer. A partir de una especie de manual de seducción, escribí historias de frustración y logros de algunos amigos, hasta que me convencí de hacer algo diferente y por eso, me aventuré en recrear la complejidad de los pensamientos femeninos, ante las situaciones cotidianas llenas de miedos, angustias y desvaríos.

Comprendo que es un ir y venir hormonal. Un sube y baja emocional dentro de la confusión sentimental, y con esta certeza, quiero demostrar el poder que existe tras la vulnerabilidad femenina, aunque muchos crean que estoy loco o que terminaré chiflado, intentando sobrevivir a mi personaje. Sin embargo, estoy seguro de que involucraré hasta mi alma en esta aventura que será como un ciclo ovárico, mediado por diversos factores que se entrelazan entre sí y al final, terminaré expulsado de su ser, como un embarazo fallido.

Para lograr este experimento literario, he buscado el apoyo de mis más queridas amigas que intentaron compartirme algo de sus miedos y frustraciones, al iniciar su vida amorosa. De todas formas, esta experiencia comenzó como un proyecto para ejemplarizar las conductas divergentes y erráticas de la personalidad femenina que han sido plasmadas en pequeños cuentos, hasta transformarse en una sola historia producto de mi retorcida mente trastornada y confusa ante los detalles que se evidenciaron en sus relatos. Y según mi opinión, mal interpretados porque existen situaciones que mi mente masculina no puede ni podrá entender a cabalidad.

Esta ambivalencia de ideas, fue tal vez lo que más me acercó al sentir como mujer y crear esta historia salida de lo más profundo de mi mente, y si bien, se trata de un producto de ficción, es al mismo tiempo, la existencia de un evento repetitivo en la vida de algunas mujeres.

Rafael Duque

PRÓLOGO

Gracias al diseño gráfico y a permitir la vitrina editorial cada día, imágenes más atrevidas, es como este libro “El diario de Dayana” puede llegar a ser un éxito editorial, y el primero de una serie temática, ya que responde a diferentes expectativas de lectores, frente a un libro sensual o erótico.

Dayana es un hermoso nombre que se pone de moda, para honrar el héroe militar judío de “la guerra de los 6 días”, Moshe Dayan. Aquí el autor nos permite gracias a una inmersión literaria, bucear el fascinante mundo del inconsciente femenino. Nos cuestiona sobre la ambivalencia moral entre lo bueno y lo malo, gracias a esa absurda simbiosis entre el amor y el erotismo.

Gracias a su experiencia profesional como terapista y a una fantástica investigación de campo con su círculo de amigas, logró que ellas le compartieran esos secretos íntimos ocultos que por lo general, las personas callamos. No es fácil desnudar nuestra alma, por culpa de esos miedos y tabúes absurdos que han bloqueado nuestras almas y hasta castrado la magia de nuestra búsqueda o iniciaciones sexuales, más con magia que con miedos y hasta con sentimientos de culpa o vergüenza.

Este maravilloso libro también podría titularse: Yo no estoy loca, diario de una mala suicida y una perfecta asesina o Yo no estoy loca: Los malos suicidas siempre sobreviven. El amor como el suicidio deben o son un arte, responden a un plan, a una estrategia, las pastillas permiten una muerte apacible y hasta mostrarse bella, después de muerta.

En esta obra usted disfrutará de una maravillosa narrativa epistolar erótica. Recordé la belleza de los textos de Anais Nin o El amante de

Marguerite Duras. Esta protagonista de 27 años nos recuerda a la protagonista del Último Tango en París.

El Diario de Dayana no solo goza de un alto contenido erótico, sino que por su riqueza literaria, nos permite analizar, degustar y disfrutarlo desde diferentes prismas. Gracias a ser un texto demasiado real o por el aporte de los testimonios, el autor logra elevar la temperatura del lector. Con un lenguaje sin disfraces ni tabúes, nos pasea por las perversiones íntimas de su paciente, incluyendo testimonios que nadie confesaría en un ámbito público. El lado oscuro del sexo, muchas veces se tilda de pornográfico. Hoy se cuestiona la censura o doble moral de las redes sociales como Facebook.

El Diario de Dayana nos comparte con lujo de detalles, esa sumisión que se da, que puede generar en violencia y hasta en la muerte, por esas prácticas sexuales extremas entre amantes. Inclusive, es un texto interesante para psicólogos, psiquiatras, psicoanalistas y todos aquellos profesionales relacionados con la salud mental, así creamos que aun no estamos preparados para este tipo de testimonios. Hoy un niño o adolescente escribe sexo en google e inmediatamente, le abre las puertas a un paraíso o infierno de erotismo o porno.

El sexo tántrico o el tantra en general, exploraciones o masajes, nos pueden permitir descubrir la magia de los sentidos y lograr experiencias sexuales más satisfactorias o largas, incluso de horas. Es difícil catalogar que es perverso o depravado, cuando aun estamos en una etapa de liberación sexual. El erotismo, queramos o no aceptarlo, forma parte de la vida que todos debemos o deberíamos vivir, gozar y disfrutar. Una buena narrativa como es este texto, convierte el deseo en arte. Se necesita valor para narrar en momentos de manera explícita. Un texto erótico siempre se produce con un poco de timidez, como si estuviéramos sin querer, espiando una escena privada, íntima, por el ojo de una cerradura.

Después de disfrutar de este hermoso diario, solo resta desearles a esos ilustres lectores descocidos: ¡Felices orgasmos!

Héctor Julio Cediel Guzmán

CAPÍTULO I
INICIO

El halo de mi respiración contrastaba con el vapor que emanaba de su cuerpo aun tibio, ensangrentado en el piso de aquel jardín. Contemplar el pasto enrojecido, me hizo pensar en la fragilidad de la vida.

Me acerqué al cuerpo, lo abracé y lo acompañé en su partida de este mundo, mientras le susurraba al oído:

–Te amo.

Besé sus labios fríos e inertes hasta cuando exhaló su último aliento. Me puse de pie. El frío del lugar me obligó a abrazarme a mí misma… Ante esa escena macabra, la oscuridad, el frío penetrante y el cuchillo teñido de rojo en mi mano, solo pude sonreír. Nadie se burlaría más de mí.


CAPÍTULO II
HIPNOSIS

Lunes 10:00 de la mañana. Consultorio particular.

–Doctor Bustamante…

–Dígame Stella…

–La señorita Dayana llamó para cancelar la cita de hoy.

–OK gracias. ¿Dijo por qué?

–No, doctor.

 

–Está bien. Déjame ese espacio libre, hoy quiero almorzar fuera. Mejor aun, cancela las citas de la tarde.

–Como diga doctor.

Sentado y algo somnoliento, disfruto ese olor característico. Amo ese olor, a café recién hecho.

¡Me despierta y me centra!

No existía algo más delicioso que observar la ciudad desde la ventana de mi consultorio, bebiendo una deliciosa taza de café.

De repente, en la ventana principal apareció un precioso colibrí que por escasos segundos, voló ante mí, al otro lado del ventanal. ¡Inexplicable libertad! ¿Cómo es que esta preciosa ave, tiene la facultad de sostenerse en un mismo sitio solo con su vigoroso aleteo?

Pensé… Así somos los seres humanos. Podemos estar en un solo sitio y en seguida, movernos con gran velocidad. Esa fragilidad y al mismo tiempo esa fortaleza, me recordaron a Dayana, la paciente que acababa de cancelar su control.

No pude dejar de pensar en ella. Con solo imaginarla, me llenaba de múltiples sensaciones y por eso, le había pedido a mi secretaria que no pasara alguna llamada y cancelara las consultas del resto de la tarde. Con mi mente puesta en ella, me dirigí hacia la gaveta donde se archivan las historias clínicas de mis pacientes, y busqué la suya.

Dayana González fue tal vez, una de mis más queridas pacientes y cuando digo esto, me refiero a que su caso era fascinante e intrigante y se convirtió en un reto personal. El caso de Dayana me había dejado muchas enseñanzas y a la vez, había abierto una nueva puerta hacia una forma diferente de realizar un tratamiento psiquiátrico conductual con grandes resultados y cambios significativos, lo cual me permitiría publicar un texto sobre el nuevo enfoque para las personas con baja autoestima. Sin embargo, estaba haciendo esta revisión de su caso para remitirla a un colega cercano, porque yo no podría seguir atendiéndola.

Entonces, vinieron a mi mente, las imágenes de la primera vez que Dayana llegó a mi consultorio, de eso hace casi cinco años, cuando fue enviada directamente por el despacho judicial, con una orden de investigar la causa de sus trastornos depresivos e intento de suicidio.

Leí mi reporte:

Nombre: Dayana Aidé González Tique Edad: 27 años

Diagnóstico: depresión mayor, psicosis e intento de suicidio

Los hechos solo describían un intento de suicidio a los 17 años. En aquel entonces, su hermana la había encontrado inconsciente en el piso, con un frasco vacío de pastillas para dormir en la mano.

La joven fue hospitalizada y después del manejo agudo en cuidados intensivos, había salido para valoración psiquiátrica. Durante el interrogatorio, fue enfática en asegurar que no recordaba algo de lo sucedido, lo cual podría significar un síndrome de estrés postraumático. O tal vez, podría corresponder a la negación que hacía parte de su misma depresión. Aun con un espacio en su memoria reciente, le dieron de alta, con una orden para continuar un manejo por psiquiatría al cual nunca asistió.

Al presentar nuevo episodio de pérdida de memoria y encontrarla en el suelo de un primer piso al final del corredor, su compañero la recogió y sostuvo que se había puesto agresiva y había caído por la escalera.

En esta oportunidad, fue remitida a mi consultorio para manejo particular por psiquiatría, gracias a una red de apoyo. Su compañero sentimental rechazó el tratamiento y desapareció de su vida.

Dayana era una mujer joven, delgada y frágil, de cabello ondulado castaño oscuro con visos rojizos, piel pálida casi transparente, grandes ojos oscuros de mirada curiosa, pestañas largas y cejas pobladas, nariz respingada, boca pequeña, nada de maquillaje, mentón perfilado, protuberantes senos y caderas generosas, largas piernas, manos pequeñas con largos dedos y con un intelecto promedio. Oriunda de un pueblo cercano, pude leer en mis notas que por entrevistas a conocidos y familiares, se le consideraba como una mujer responsable, trabajadora y fuerte, a pesar de que era insegura en el hablar, no sostenía la mirada y su voz tenía un tono bajo, todo lo cual evidenciaba que había tenido una niñez muy difícil.

Ahora, su expediente llenaba casi toda la gaveta y en una hoja de notas escribí el orden de su mayor tesoro: su historia contada por ella misma en manuscritos que había registrado en pequeña libretas que había manejado a la manera de diarios, y yo había fotocopiado con su consentimiento.

Leí mi primer encuentro con ella. En realidad, yo solo anotaba mis conclusiones de cada sesión, pero tenía las cintas de audio de cada entrevista, ordenadas por fecha. Coloque la número 1.

CINTA 1

–Dayana, háblame de tu niñez.

–Éramos una familia normal con papá, mamá y mi hermana mayor, hasta cuando a los cinco años, mis padres se separaron. Desde entonces, mi vida se volvió un continuo viaje entre pueblos pequeños de la zona cafetera, hasta que mi mamá se organizó de nuevo con un hombre del mismo pueblo donde habíamos vivido con papá, donde habíamos nacido todos y donde vivía nuestra abuela paterna. No recuerdo mucho, pero sé que no fueron años felices desde que mi padre se fue, porque me llegan imágenes de regaños y golpes de mamá y de mi padrastro, por haber ensuciado mi ropa, por no haber traído un mandado rápido, porque no respondí o porque mi hermana Juliana daba quejas por todo. No tuve muchas amigas, pero en el colegio departamental de El Refugio, me hice amiga de Liliana aunque al final, terminamos peleando por un muchacho. No entiendo, ¿por qué estuve en el hospital? ¿Por qué estoy aquí?

–¿No recuerdas? Pregunté.

–No. ¿Por qué estoy acá? ¿Quién es usted? Preguntó exaltada.

–Dayana, soy Juan Pablo Bustamante, tu psiquiatra.

–¡Yo no estoy loca! Gritó.

–Tranquila, yo sé que no estás loca, estamos aquí para que puedas recordar qué te ocurrió. Voy a tratar de ayudarte con una prueba de hipnosis para que recuerdes lo que tienes bloqueado.

–Quiero a mi hermana conmigo. Me dijo con una mirada de odio.

–Está bien, ya la hago seguir. Le respondí.

En realidad, esta no era una buena idea porque todavía no conocíamos los motivos de su intento de suicidio. Sin embargo, se me ocurrió algo. Así que dejé entrar a la hermana y le hice hipnosis, para sacar sus recuerdos del inconsciente y dejarlos como un sueño. En esta forma, ella podría recordarlos, pero no los revelaría frente a su hermana. Por supuesto que para poder iniciar el tratamiento, yo debía conocerlos. Ese era mi problema, buscar la forma de que ella me revelara sus más íntimos recuerdos, pero debido a su actitud y falta de empatía hacia mí, sería muy difícil obtener esa información.

–Quiero que cierres los ojos… Ahora, sientes tus párpados pesados y tu cuerpo se relaja con el sonido de mi voz. Vas a contar en retroceso 10 – 9 – 8… Notas muy pesados tus brazos, 7 – 6… Solo escuchas mi voz, 5 – 4… Te encuentras en un lugar seguro, 3 – 2… Al tronar mis dedos, estarás dormida, 1 – 0, ¡clap!

Quiero que recuerdes cuando eras niña y vivías con tus padres. ¿A qué jugabas? ¿Quién te cuidaba? ¿Alguien te consentía? ¿Alguien te hizo daño?

Dayana pasó entonces, de un estado de risa incontenible, a un estado de agitación y llanto.

Cuando la vi muy agitada, la desperté.

Su hermana, me miraba con angustia y me preguntó:

–Doctor, ¿qué tiene Dayana?

–Todavía no lo sé, pero voy a averiguar para ayudarle. Por favor, permítame unos segundos con ella a solas.

–Dayana, hoy hiciste un excelente trabajo. Me gustaría que llevaras un diario en donde anotes tus sueños y las cosas que recuerdes.

Ella dijo:

–En este momento tengo muchos recuerdos, pero no recuerdo lo que me pasó hace una semana.

–Tranquila, vamos con calma. Tómate tu tiempo.

–Nos veremos en una semana.

Impresión: paciente con serios problemas de memoria secundarios, estrés postraumático y depresión. En estado de negación.

Sin embargo, sus recuerdos al parecer, la afectaban y la ponían más triste, y para medicarla, le pedí que me trajera lo que hubiera escrito.

A su siguiente cita, llegó con un cuaderno marrón donde había anotado sus recuerdos. Me lo entregó y luego, se angustió y me lo intentó quitar.

–¿Qué pasa? Le pregunté.

–Nada doctor, es que…

–¿Qué sucede? Tranquila, lo que haya escrito en este cuaderno, quedará entre los dos.

–Es que escribí cosas sobre usted.

–No tienes de qué preocuparte, le respondí. Eso hace parte del tratamiento, tu empatía hacia mí.

Yo no te voy a juzgar, solo quiero ayudarte.

Hice una fotocopia del diario y se lo devolví. Ella me miró con rabia y desconfianza. Acto seguido le dije:

–Tranquila, estoy para ayudarte.

Noté que ella salió muy preocupada por haberme entregado unas hojas con parte de su vida.

Me senté en el diván y empecé a leer. Al comienzo, la letra de Dayana era vacilante y mostraba duda y agresividad al mismo tiempo. Luego, observé que la letra mejoraba, se hacía más legible y entonces, podía leer muchos detalles con mayor claridad. Me acomodé en el sillón, limpié mis lentes, coloque un CD de Bach y empecé a leer con la idea de encontrar la verdad.

CAPÍTULO III
EL DIARIO

Esto me parece una estupidez. Por orden de mi petulante psiquiatra, empiezo este diario. ¡Si supiera lo mal que me cae, y cuánto lo desprecio! Se cree mucho con su traje fino y su colonia costosa. Me dice que me va a ayudar a entender mi vida, sin entrometerse en ella.

Cómo puedo creerle a un matasanos que no cura las enfermedades, sino que le pagan por decidir quién está loco y quién no.

Lo primero que debo escribir es quién soy. ¿Y quién puedo ser, por Dios? Soy Dayana, una mujer común y corriente, no soy fea ni tampoco bonita. Debo estar pesando unos 55 Kilos y mido

1.65 m. Odio los deportes, no creo en nada ni nadie. No tengo amigas, la única que tuve en el colegio fue Liliana Camacho que me robó mi novio del curso. Desde entonces no tengo a nadie, y creo que no he amado. Me considero inocente… Aunque en mis primeros recuerdos, me veo de visita en la finca de mis abuelitos. Allí los hijos de los mayordomos que vivían en esa casa, eran cuatro niños; el menor de ellos me llevaba dos años y entre ellos, se llevaban un año. Me llevaron a jugar. Recuerdo que había un carro abandonado como decoración en todo el centro de la entrada de la finca, que le decían el crucero del amor. Y allí me llevaron a jugar. Cuando me di cuenta, todos me empezaron a tocar y a subirse encima de mí. Primero uno, después el otro y así… Todos se divirtieron. Yo tenía un vestidito azul y mediaspantalón que me las bajaron hasta las rodillas con los cucos, mientras frotaban sus pequeños penes en medio de mis piernas. Yo no entendía lo que sucedía, aunque me gustó y quería que todos siguiéramos jugando. De pronto, escuché la voz de mi mamá, preguntando dónde estaba. Los niños me dijeron que no le contara lo que había sucedido a nadie. Ahí, entendí que era algo prohibido pero rico…

Dos años después, mi primo que es un año mayor que yo, me invitó a jugar a desfilar desnudos y cuando él me veía, se le paraba. No sabía por qué era eso, pero me gustaba verlo así.

Él leía revistas con vulgaridades que un tío suyo escondía debajo de la cama y una vez, me las mostró. Tan solo vi una pareja que estaba muy junta, pero nunca reparé en la unión de sus sexos. Entonces, empezamos a jugar al papá y a la mamá… Tan solo había roces, no recuerdo haber sentido placer, pero sí recuerdo haber visto su pene infantil parado cuando jugábamos juntos, y me encantó.

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