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Esclava, Guerrera, Reina

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Из серии: De Coronas y Gloria #1
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CAPÍTULO VEINTISIETE

“¿Puedo hablar contigo?” preguntó Thanos a Cosmas en la biblioteca, con las manos temblorosas como las hojas atrapadas en una tormenta.

Cosmas levantó la vista del pergamino que estaba leyendo, con un gesto de preocupación, pero cariñosa.

“Por supuesto”.

Salieron juntos a los jardines de palacio y se sentaron en un banco frente a la fuente de mármol, bajo un cielo nublado.

“¿Con qué te puedo ayudar, hijo?” preguntó Cosmas.

Thanos sopló.

“El rey y la reina ordenaron que Ceres y yo nos casáramos para devolver la paz al país”, dijo.

“Eso he oído”.

“Ella me rechazó”.

“Ah, eso también lo he oído”.

Thanos respiró profundamente para liberarse.

“Me he enamorado de Ceres, pero ella piensa que solo se lo propuse porque me lo ordenaron”.

Cosmas asintió, hizo una pausa y colocó una mano en su barbilla.

“¿Has hablado con ella, le has abierto tu corazón y le has hecho saber cómo te sientes?” preguntó Cosmas.

“Le dije algunas cosas, pero no le dije que la quería”, le confió Thanos.

“Por todos los cielos, ¿por qué no?”

Él recordaba que ella se había enfadado mucho con él, pero no fue porque se había guardado información.

“Cuando yo estaba en mi misión, luché con su hermano y él cayó sobre su espada y murió. Yo le conté a Ceres lo que sucedió, pero ella se puso muy furiosa conmigo, era como si ella creyera que yo lo había matado”.

Cosmas asintió, reflexionando.

“Le contaste la verdad y ella estará destrozada y enfadada y herida durante un tiempo. Si te hubieras quedado en silencio, y ella lo hubiera descubierto, nunca te hubiera perdonado. Hiciste lo correcto”.

“Pero ahora ella me odia, aunque intenté salvar a su hermano”, dijo Thanos.

“Te he conocido toda tu vida, Thanos. Eres un buen hombre”.

Thanos gimió.

“¿Cómo voy a ser un buen hombre cuando estoy a punto de huir y dejarlo todo atrás?”

“Huir puede que te ofrezca empezar de nuevo, pero pronto los fantasmas del pasado vendrán a perseguirte”, dijo Cosmas. “Debes hablar con ella y ella podrá decidir”.

“Ella no hablará conmigo”. Entonces Thanos tuvo un pensamiento. “¿Puedes hablar con ella y hacerla recapacitar?” suplicó.

Las pobladas cejas de Cosmas se juntaron y resopló.

“Muy bien, pero solo si prometes que le dirás que la quieres”.

Thanos asintió. “Lo prometo”.

*

Ceres corrió de vuelta a palacio, yendo a toda velocidad por las escaleras, subiéndolas de tres en tres. Corrió por delante de unos soldados del Imperio que intentaron arrestarla y fue a toda velocidad hacia la habitación de Thanos, sus pies se movían tan rápido que apenas tocaban el suelo de madera. Ella sabía que Thanos era el único que podía ayudarla en ese punto y, si se negaba, lo arrastraría hasta la Cueva del Puerto atado y amordazado si era necesario. Thanos debía decirle a Rexo que ella realmente rechazó su proposición y procurarle la oportunidad de unirse a los revolucionarios.

Cuando entró hecha una furia a la habitación de Thanos, se decepcionó profundamente al encontrarla vacía.

Fue corriendo hacia los jardines de palacio, miró en la arena de prácticas real e incluso miró en la cabaña del herrero. Pero no estaba en ningún lugar. Era como si a Thanos se lo hubiera tragado la tierra.

La biblioteca, ¡claro! pensó ella.

Cuando salió disparada de nuevo hacia los jardines, vio que la reina estaba en el porche, con sus ojos de halcón, un atisbo de sonrisa conspiradora en los labios. Y entonces cuatro soldados del Imperio salieron a toda prisa de detrás de los arbustos y los árboles y arrestaron a Ceres, apretándole tanto los brazos que le dolían.

“¡Thanos!” gritó, moviendo las piernas. “¡Thanos!”

Pero no vino.

Los soldados del Imperio la arrastraron escaleras arriba hasta la habitación de la reina y la arrojaron sobre el brillante suelo de mármol, a los pies de la reina. Dos se colocaron delante de la puerta, tapándola, mientras los otros dos pasaron por delante de una estatua de mármol de una pareja abrazándose en dirección al balcón, a través de las puertas abiertas.

“Ven conmigo”, le dijo la reina a Ceres.

La reina atravesó las ondeantes cortinas moradas que llevaban al porche, con vistas al mar. Sobresaltada, pero todavía furiosa, Ceres consiguió ponerse de pie y la siguió.

“Todavía no sé cómo conseguiste salir de tu habitación”, dijo la reina, con sus ojos de acero mirando a lo lejos y una copa dorada de vino en la mano. “Al principio, pensé que habías encontrado la manera de saltar por la ventana hacia el lateral de la torre, pero no había manera de hacer aquello, hubieras caído y te hubieras matado”.

Ceres apretó los labios, no quería ofrecer a Anka en sacrificio después de haberla liberado.

“O sea que alguien dentro de palacio debe haberte abierto la puerta y, cuando descubra quién es esa persona, le arrancaré la piel viva personalmente”, dijo la reina con la voz llana pero estricta.

“No es tan difícil abrir una puerta desde dentro”, dijo Ceres, con la esperanza de que la reina creyera que lo había hecho ella sola.

La reina miró a Ceres, entrecerrando los ojos.

“Dudo que hicieras eso”, dijo ella.

La reina se dio la vuelta y miró a través del océano.

“Cuando yo tenía tu edad, también pensaba que podía hacer todo lo que quería. La juventud te vuelve ingenua e irracional”, dijo ella.

“Yo no soy ninguna de esas dos cosas”, dijo Ceres.

La reina tomó un sorbo de vino.

“Por supuesto que lo eres, querida. Que volvieras a palacio lo demuestra. Deberías haberte mantenido lejos, Ceres. Aquí, tenemos toda tu vida planeada y no será de tu agrado”.

“No me casaré con Thanos, si es eso a lo que se refiere”, dijo Ceres.

“Lo harás y, como la nueva princesa, será tu responsabilidad tener bebés. Montones y montones de bebés. Nunca te verán. Nunca te escucharán. Tus hijos no te conocerán, en el momento en que estén fuera de tu vientre, te los arrancaremos de las manos para que los críe una niñera, lejos, muy lejos.

“No me casaré con Thanos”.

“No tienes elección, Ceres. Te casarás con él y, una vez hayas tenido suficientes hijos, te mataremos y serás sustituida por otra chica, una mujer de sangre real, alguien que merezca el título de princesa”.

“Thanos nunca prmitiría que eso sucediera. No es como el resto de vosotros, unos bárbaros”.

La reina soltó una risita.

“¿Realmente crees que le importas?” dijo. “Eres incluso más ingenua de lo que pensaba”.

Ceres tensó los hombros ante las palabras de la reina. ¿Había simplemente fingido que odiaba a su familia para ganarse su simpatía? ¿Se había mostrado afectuoso para intentar que se enamorara de ella cuando, en realidad, no le importaba para nada? No, ella no creía eso. Su contacto y su beso habían sido demasiado reales.

“Thanos me contó un secreto y debo decirte que él todavía es más bárbaro que todos nosotros”, dijo la reina.

“Lo dudo”, dijo Ceres, manteniendo la guardia.

“Supongo que no te dijo que fue uno de los que buscó y mató a tu hermano Nesos, ¿verdad?”, dijo la reina, con una sonrisa superficial en los labios.

Con todas sus fuerzas, Ceres intentó no mostrar con su expresión el pinchazo de dolor que sentía en su interior, intentaba forzar a sus ojos a que no se llenaran de lágrimas. Pero no podía guardárselo todo dentro y cayó sobre sus manos y rodillas mientras tensos sollozos caían de sus labios.

“¿Por qué…por qué me está haciendo esto?” preguntó Ceres, con la voz rota. ¿Cómo puede odiarme tanto cuando ni siquiera me conoce?

La reina fue hasta Ceres, pisándole su vestido sucio.

“No necesito conocerte para saber que eres un peón muy útil para el Imperio”, dijo ella.

“Nunca seré ni su peón ni el de nadie”, dijo Ceres furiosa.

La reina ignoró su comentario.

“Gracias a este matrimonio, la paz prevalecerá en el país, permitiendo que el Imperio mantenga el poder. Y cuando hayas cumplido con tu propósito, no lo dudes, nos desharemos de ti”.

La reina hizo una señsl con la cabeza hacia los guardas que había detrás de ella y estos agarraron a Ceres por los brazos y la obligaron a ponerse de pie.

“Devolvedla a su habitación”, dijo la reina. “Y aseguraos de que sus muñecas y sus tobillos están encadenados esta vez”.

CAPÍTULO VEINTIOCHO

Thanos siempre se sentía mejor después de hablar con Cosmas y, mientras caminaba con impaciencia hacia la habitación de Ceres, sabía con cada fibra de su ser que lo correcto era abrirse a ella, aunque eso significara que no lo aceptara.

Caminó a través de los jardines de palacio y, justo cuando se acercaba a la glorieta, vio al rey acercándose con sus consejeros. Thanos pensaba que su tío seguramente era la persona más cruel que deambulaba por la tierra, un asesino cruel que haría lo que fuera para mantener el poder sobre sus súbditos.

Thanos se desvió del camino, tomando una ruta diferente, con la esperanza de que el rey no lo hubiera visto.

“Buen día, Thanos”, exclamó el rey, haciéndole una señal con la mano para que se acercara.

A Thanos se le erizó la piel, pero se acercó a su tío mientras sus consejeros continuaban camino abajo.

“Vamos a dar un paseo”, dijo el rey.

Paseó por el camino al lado de su tío y hacia el campo de prácticas real, el olor de las flores era tan dulce que resultaba repugnante. ¿O era la presencia de su tío lo que le hacía sentir así?

“Escuché que la proposición no fue como era de esperar”, dijo el rey, con las manos agarradas detrás de la espalda.

De todas las personas que había en el mundo su tío era exactamente la última persona con la que quería tener aquella conversación. Pero ahí estaba, atrapado, y sin otra opción que no fuera contestar las preguntas entrometidas de su tío.

 

“No exactamente”, dijo Thanos.

El rey se quedó en silencio por un instante, quizás esperando a que Thanos dijera algo.

“Veo que esta chica te importa”, dijo finalmente el rey. “Y puede que te sorprenda saber que nuestras historias son bastantes similares”.

Esto sorprendió a Thanos y despertó su curiosidad.

“Cuando conocí a Athena, apenas podía soportar estar en la misma habitación que yo”, dijo el rey con una risita. “Fue un matrimonio de conveniencia, que mis padres habían acordado para expandir las fronteras del Imperio. Había escuchado rumores de la belleza de Athena y apenas podía esperar a conocerla, pero cuando nos conocimos, Athena se negó a reconocer mi existencia en lo más mínimo”.

“¿Por qué?” preguntó Thanos, que nunca había escuchado esa historia antes.

“Pues porque estaba enamorada de otra persona”.

Thanos pensaba que era una historia interesante, pero no lograba ver cómo sus situaciones eran similares.

“Nos casamos y pasado el primer año nos hicimos grandes amigos y amantes apasionados”, el rey continuó con un gesto de orgullo en la cara.

“¿Por qué me estás contando esto?”

El rey hizo una pausa y colocó una gruesa mano encima del hombro de Thanos.

“Sé que nuestras situaciones no son exactamente las mismas, pero te conozco, Thanos. Probablemente renunciarás a casarte con Ceres si ella no está de acuerdo. Y como ella quiere a otra persona, harás cualquier cosa que esté en tu poder para no obligarla a casarse contigo”.

Thanos entrecerró los ojos.

“¿Por qué iba a pensar que quiere a otra persona?” preguntó.

“Hicimos que siguieran a Ceres cuando se escapó de palacio para visitar a Rexo, uno de los líderes de la rebelión y amante de Ceres”, dijo el rey.

Si las palabras de su tío eran ciertas, esto sería sin duda otro ataque al orgullo de Thanos, pero ¿podía fiarse de lo que su tío estaba diciendo? Nunca.

“Rexo es su amigo de la infancia, pero nada más”, dijo Thanos.

“No te cuento esto para ser cruel. Te cuento esto para que sepas la verdad y no estés engañado. Puede que sea duro contigo, pero siempre soy honrado”, dijo el rey.

Thanos se sacó la mano del rey de encima de su hombro con un golpe y dio un paso hacia atrás.

“Mientes”, gruñó.

“Cuando Ceres volvió a palacio, se lo confesó todo a la reina. Pregunta a Ceres si no confías en mi palabra o en la de la reina”, dijo el rey.

Thanos negó con la cabeza incrédulo pero ¿si el rey estaba mintiendo, por qué le sugería a Thanos que se lo preguntara a Ceres en persona?

Él alzó la vista hacia la torre. ¿Había estado ciego? ¿No correspondía Ceres a su cariño? Todas las señales apuntaban a ello: sus comentarios sarcásticos, el modo en que mantenía la distancia con él, su negación a casarse con él. Quizás se había equivocado y ahora pagaba las consecuencias: la humillación y el rechazo.

Un arrebato de ira le llenó el pecho y sintió que el calor iba hacia sus mejillas.

“En realidad, Estefanía te conviene mucho más, Thanos. Ay, puede que sea un poco consentida y engreída, pero la maternidad pondrá remedio a todo esto”.

“Yo no la quiero”, dijo Thanos entre dientes.

“Dejaré que tomes esta decisión por ti mismo, Thanos. Pero ten esto en cuenta: si te casas con Ceres, esto asegurará la paz en el Imperio y se salvarán miles de vidas. Pero si no lo haces, muchos morirán al otro lado”.

“Si acepto casarme con Ceres, puede que la rebelión se apague por un tiempo, pero te puedo asegurar que volverán a levantarse. No dudo de que lo sepas”, dijo Thanos.

“Sea o no temporal, nos daría tiempo para traer fuerzas adicionales del norte”.

Thanos pensó por un instante, pero sabía que no podría –que no lo haría- casarse con alguien que no lo quisiera.

“Piensa en ello por un tiempo”, dijo el rey. “Mientras tanto, el General Draco ha pedido que dirijas la legión de hombres para sofocar la rebelión en Haylon”.

En cualquier otro momento, Thanos hubiera rechazado la orden sin pensárselo dos veces. Su tío era realmente astuto como una serpiente, le ofrecía esta oportunidad ahora que Thanos tenía el corazón roto. Y odiaba que hubieran jugado de nuevo con él.

“¿Cuándo nos marcharíamos?” preguntó Thanos.

“Ahora. Los barcos aguardan listos en el puerto y los soldados del Imperio están esperando a su nuevo líder”.

Thanos sintió una ola de rabia.

“No acepto esta posición”, dijo.

El rey sonrió.

“No tienes elección”.

Thanos frunció el ceño.

“Entonces, por lo menos, dadme una oportunidad de ver a Ceres antes de que nos vayamos”, dijo él, desesperado por verla una última vez para explicarle que podría no regresar nunca.

Pero el rey apenas negó con la cabeza.

“Me temo que es imposible”, dijo.

Y con estas palabras se marchó.

Thanos quería correr hacia Ceres pero, antes de que pudiera moverse, una docena de soldados lo rodeó. Sabía que sería inútil. Bajo las órdenes del rey, lo acompañarían hasta el barco, lejos de todo aquello y hacia una batalla que podría significar su muerte.

CAPÍTULO VEINTINUEVE

Sentada en una silla junto a la ventana en su habitación, con las muñecas y los tobillos encadenados, Ceres finalmente dejó de intentar escaparse. Durante horas, se había esforzado por sacarse aquellas cadenas, para reunir la fuerza supernatural que a veces le proporcionaba su poder extremo, pero ahora no le quedaba otra cosa que la carne amoratada y la piel ensangrentada.

Inquieta, intentando agarrarse al menguante rayo de luz de cordura que le quedaba, miró por la ventana a la serena capital. Sin embargo, ver cómo la paz descendía sobre la ciudad destrozada por la guerra era de poca ayuda, pues ella sabía que el engaño había traído esta paz. ¿Cuántas mentiras más flotaban en el aire, para evitar que se destruyera la infraestructura del Imperio?

Ceres escuchó el repiqueteo de unas llaves al otro lado de la puerta y cuando se abrió la puerta, ante su sorpresa, entró Cosmas.

Se quedó paralizado en la puerta, soltó un grito ahogado al verla, con una mirada de horror en su arrugada cara.

“Ceres, ¿qué te sucedió?” preguntó, dirigiéndose inmediatamente hacia ella.

“La reina sintió la necesidad de confinarme a mi habitación”, dijo ella.

Cosmas examinó las cadenas y, al ver su sangre, corrió hacia el recipiente de agua, untó un trapo en él y volvió a su lado.

“Qué cosa tan vil de hacer a algo tan dulce”, dijo, dándole toquecitos con el trapo en sus llagas. “¿dijo por qué?”

Ceres se mordió, el trapó escocía mientras él le limpiaba las heridas.

“Rechacé casarme con Thanos y me marché del castillo”, dijo ella.

Cosmas hizo una pausa, su gesto se entristeció.

“Sí, vino a mí desconsolado, con el corazón roto”, dijo él.

Ella parpadeó, intentado aguantarse las lágrimas.

“Nunca quise hacer daño a Thanos”, dijo ella. “Pero me niego a que el Imperio nos utilize para su propio beneficio”.

Cosmas asintió, arrugando el entrecejo.

“La reina dijo que solo me usarían para criar bebés y que después me matarían cuando ya no sirviera”, dijo Ceres.

“Espero que sepas que Thanos jamás lo permitiría”, dijo Cosmas, mientras continuaba limpiando sus heridas.

“Pensaba que no lo haría. Pero ahora ya no lo sé”.

Cosmas la miró, cuestionándola con sus arrugados ojos.

“La reina dijo que Thanos buscó a mi hermano para matarlo”, dijo Ceres mientras se le formaba un nudo en la garganta.

Cosmas le colocó una mano sobre la cabeza con suavidad, acariciándole el pelo.

“Mi más sentido pésame por tu pérdida”, dijo él. “Thanos me contó lo que sucedió y estaba extremadamente consternado. No supo hasta después de haber asesinado al joven que era tu hermano. E hizo todo lo que estaba en su poder para que no muriera, aunque Nesos intentó matar a Thanos. Tu hermano cayó sobre su propia espada. Me temo que fue un trágico malentendido. Estoy seguro de que si Nesos lo hubiera sabido, entonces no hubiera intentado matar a Thanos. Pero por parte de Thanos, no había nada más que pudiera haber hecho. Nesos intentó matarlo con todo su empeño. Fue solo su amor por ti lo que le permitió a Thanos no defenderse contra el hombre que quería su vida”.

O sea que no fue cómo la reina dijo, Ceres pensó con alivio. La noticia hacía que la pérdida fuera ligeramente menos horrorosa, aunque todavía sentía que su corazón podía estallar por la tristeza en cualquier momento, Pero ahora se preguntaba, ¿cuántas más de las palabras de la reina tenían mentiras clavadas?

Cosmas miró a los ojos a Ceres con tanta sinceridad que esta tuvo que aguantarse la respiración.

“Thanos te ama, Ceres. Necesita una mujer buena y honesta en su vida que luche por él, con él, y para que esté a su lado. No permitas que el rey y la reina se entrometan en vuestra relación. No permitas que destruyan la belleza que hay entre vosotros”.

“¿Belleza? ¿Qué belleza? No ha tenido ni la decencia de visitarme”, dijo con un sabor amargo en la boca.

“Lo enviaron a una misión a Haylon. La isla derrocó al Imperio y lo enviaron para recuperarla”.

“¿Qué?” preguntó horrorizada.

“No pienses que Thanos lo hizo porque esté a favor de nada de lo que el Imperio representa”, dijo Cosmas. “Te aseguro que no lo está”.

Se acercó más y bajó la voz y Ceres percibió que iba a decir algo peligroso, el aire se volvió tenso a su alrededor.

“Escuché algo”, dijo Cosmas. “A Thanos le contaron mentiras sobre ti y por esta razón se fue a Haylon, desesperado. Parece que alguien está intentando eliminarlo y lo quiere muerto. Pero no estoy seguro de quién o por qué”.

“¿Quién iba a querer a Thanos muerto?” preguntó preocupada.

“Lo desconozco. Pero di una sola palabra de esto a alguien y todas nuestras vidas estarán en peligro”.

Él dio un paso hacia atrás, el ambiente en la habitación estaba volviendo a la normalidad.

“Debe existir algún modo de sacarte las cadenas. Me gustaría tener una llave”, dijo, echando una mirada alrededor. “Te sacaría de aquí y te llevaría hasta mi esposa. Podrías quedarte con nosotros en nuestra casa”.

“¿Harías eso por mí?” preguntó, al darse cuenta de que pondría su vida en peligro.

Cosmas sonrió dulcemente, sus ojos estaban llenos de ternura.

“Thanos es como un hijo para mí y él te ama. Haría cualquier cosa por él y ahora también por ti”.

Aquello hizo llorar a Ceres, que se había sentido muy sola y abandonada.

“Gracias”, dijo.

“Seré tu fiel amigo para siempre, Ceres”, dijo Cosmas. “Tú no perteneces a este lugar, Ceres. A Thanos le importas, pero todo el resto están podridos y son malvados y tú eres demasiado inocente y buena para jugar a sus juegos”.

Entonces se le ocurrió una idea.

“Si le escribo una carta a Thanos, ¿existe algún modo de que la puedas entregar por mí?” preguntó ella.

“Por supuesto. Tengo algunos amigos y creo que se la podrían entregar a Thanos con bastante rapidez”.

Ella sacó un pergamino y empezó a escribir. Le explicó todo, desde lo que la reina había dicho hasta por qué había rechazado su proposición de matrimonio. Incluso le dijo que Rexo le importaba, pero que estaba confundida porque los amaba a ambos. Le explicó cómo supo que el rey y la reina los estaban enfrentando, pero que no tenía modo de demostrarlo. Le dijo que se había enterado de que había matado a su hermano, pero que sabía que no había sido su intención y que estaba intentando perdonarlo.

Y, finalmente, le pidió que volviera para poder abrazarlo, tenerlo cerca y le pidió perdón por haber sido tan fría.

Enrolló la carta y se la pasó a Cosmas.

“Me aseguraré de que llegue a Thanos y la protegeré con mi vida si es necesario”, dijo.

Él la abrazó y, a continuación, cerró la puerta tras él.

Mientras Ceres escuchaba cómo los pasos se esfumaban por las escaleras, no pudo evitar preguntarse si se había equivocado en todo. Si su carta llegaría a Thanos. Si lo matarían.

Y si volvería a ver a Thanos de nuevo.

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